THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Europa, Europa

«La idea del Gobierno de equiparar a Feijóo con Liz Truss tiene un recorrido nulo y mirar a Europa para justificar la reforma del delito de sedición provoca sonrojo»

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Europa, Europa

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«El PP intenta esquivar la onda expansiva del fiasco de Liz Truss». «El delito de sedición en el resto de Europa prevé penas más bajas que en España». Son dos titulares de esta semana en los que la política exterior es solo munición para la política doméstica o para el zasca cortoplacista en el teatrillo parlamentario.

La idea del Gobierno de equiparar a Feijóo con Liz Truss tiene un recorrido nulo. ¿A quién se le ha ocurrido? It’s not even false. El relato va así: Liz Truss ha caído por bajar los impuestos y Feijóo quiere bajar los impuestos; Feijóo, por lo tanto, provocará como mínimo un default (lo desesperante es que el PP ha respondido a la acusación, un clásico en el PP, que siempre acaba respondiendo a los marcos del Gobierno). 

Durante años, la izquierda le pidió al PP,  incluso al PP más moderado y tibio como el de Rajoy, que se modernizara como la derecha europea. Entonces una parte de la derecha europea dio un viraje soberanista, xenófobo y antieuropeo y el argumento dejó de tener sentido. Pero Europa permanece como aspiración, y da igual cómo es Europa en realidad. 

«Mirar hacia fuera por defecto denota nuestro complejo de inferioridad»

Mirar a Europa para encontrar justificación a la reforma del delito de sedición provoca sonrojo. Como ha escrito David Mejía, «el código penal de un Estado es un espejo de sus amenazas. Y es lógico que existan diferencias entre países, dado que no todas las democracias se ven amenazadas por los mismos agentes». «Los países de nuestro entorno» siempre ha sido un sintagma positivo. En nuestra mirada provinciana y acomplejada, ese entorno tenía que estar necesariamente mejor que nosotros. El liberalismo español (y con liberalismo español me refiero a la población educada de centroderecha y centroizquierda) busca constantemente la validación exterior: es más importante lo que piensa de nosotros The Economist que la propia población española. Y muchas veces The Economist se equivoca; lo importante es que se equivoque hacia nuestro lado. 

La mirada hacia fuera por defecto denota nuestro complejo de inferioridad. Yo también he caído en esta actitud. En 2017, durante el otoño catalán, el independentismo dedicó grandes esfuerzos en desacreditar la calidad democrática de España, que comparaba incluso con países como Turquía. La respuesta de muchos fue acudir a los ránkings internacionales de calidad democrática. Es algo que tiene sentido para refutar el relato orientalista sobre España que hay en algunas partes del mundo: una democracia joven y débil, todavía lastrada por su pasado franquista. Pero en cierto modo lo hacíamos para convencernos a nosotros mismos. 

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