THE OBJECTIVE
Jacobo Bergareche

Leña al rico

«Nuestro Gobierno empieza a desarrollar la costumbre de señalar al mal ciudadano y la censura se ensaña sobre todo con los grandes empresarios»

Opinión
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Leña al rico

El presidente de Ferrovial, Rafael del Pino.

Un amigo mío tenía en los noventa una empresa de servicios de producción en Venezuela, justo cuando Hugo Chávez se presentaba como candidato para gobernar el país. Mi amigo le preguntó a uno de sus empleados a quién pensaba votar, y este le dijo que sin duda a Chávez, y cuando le preguntó por qué, él tipo le dijo que no tenía coche, y Chávez al rico que tenía dos coches le iba a quitar uno para dárselo a él. Después de escuchar esto, mi amigo tuvo la perspicacia de liquidar su compañía inmediatamente y volverse a España. Lo que vino después le dio la razón.

Hay cierto tipo de gobernantes que promueven el odio al rico sobre la base de que lo que a unos les falta es exactamente lo que a otros les sobra, puesto que la riqueza es un juego de suma cero, donde el que es rico obtiene su riqueza a costa de hacer pobre a otros. Una vez se evangeliza con esta lógica a las capas más necesitadas de una sociedad, el político de turno tiene el viento a favor para hacer de Robin Hood y presentar sus ataques a «los de arriba», los que detentan el coche que debiera ser de otro, como un noble esfuerzo de restitución.

Nuestro Gobierno empieza a desarrollar la costumbre de señalar al mal ciudadano, con nombres y apellidos, y la censura se ensaña sobre todo con los grandes empresarios. Por supuesto se les llama ricos, no se les llama empresarios, porque a la hora de retratarles lo que conviene es poner el foco en su estilo de vida, y dejar en la oscuridad su aportación real al tejido productivo. Son pues los del puro y el langostino en el palco del estadio, los señoritos que disfrutan matando a Bambi para decorar la pared del cortijo, los que suben el precio del pan para poder mantener el yate, los que se han enriquecido cubriendo a España de asfalto y cemento pagado con los impuestos de todos para irse ahora a un sitio donde no pagan impuestos.

En nuestro país al rico siempre se le ha pintado de una manera tan burda y tan plana, que es difícil no sentir furia robespierana hacia el estereotipo que ha cristalizado en el imaginario colectivo, y que viene a ser de alguna manera un ser parasitario cuya motivación última es satisfacer las más bajas pasiones del ser humano (como por ejemplo, irse de putas y cenar en el Ramsés).

«Nuestra filmografía tampoco cuenta las vidas de banqueros o empresarios si no es para hacer denuncia social»

En nuestra literatura no abundan ricos complejos y atractivos como los Guermantes, ni los Swanns, ni los Flytes, ni el Principe de Salina. Nuestra filmografía tampoco cuenta las vidas de banqueros o empresarios si no es para hacer denuncia social y el llamado «cine comprometido». Por otro lado, aquellos a los que les va bien en esta país hacen todo lo posible por que nadie sepa absolutamente nada de ellos: de estar forrado por-que-yo-lo-valgo solo ha presumido sin pudor alguno Jesús Gil, que es quien ha fijado como nadie la imagen que se tiene del empresario de la construcción.

Esta discreción casi paranoica, que trata de evitar la persecución y el señalamiento, no ha hecho más que despejar el terreno para que se haya instalado este relato imperante que permite al político de turno buscar réditos dando leña al rico cuando le conviene, con total impunidad para esgrimir los argumentos más hipócritas. De esa manera vemos ahora que aquel que tiene como socios a partidos cuyo proyecto indisimulado pasa por largarse de España, a socios que celebran como un triunfo el no repartir impuestos con regiones más pobres, socios que no es que pongan en duda la seguridad jurídica de España sino que directamente no reconocen a la justicia española, es quien acusa a un empresario de falta de patriotismo.

Antes de dar lecciones a Rafael del Pino, quizás sería más ventajoso para el Gobierno tomarlas de él. Cabe preguntarle al presidente qué pasaría si Ferrovial construyera los puentes con el mismo rigor y las mismas garantías con las que quienes les amonestan hacen sus leyes, ¿circularía él sobre ellos? Y si Ferrovial hiciera la selección del personal que gestiona los principales aeropuertos del mundo de la misma manera con que cualquier partido político seleccionan a sus diputados, ¿se atreverían a volar ustedes?

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