THE OBJECTIVE
José Carlos Llop

La deriva del culebrón

«El recuerdo de María Kodama nos ha hecho olvidar el disparate diario. De vientres de alquiler o de los que aprovechan la política para hacer las Américas»

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La deriva del culebrón

Ilustración de Erich Gordon.

Nos hemos vuelto un país raro. Mientras en Francia incendian las calles por un retraso de dos años en la jubilación, aquí discutimos sobre los vientres de alquiler, y una portada de ¡Hola! se convierte en asunto de Estado. Si en Bienvenido Mr. Marshall los norteamericanos pasaban de largo, da la impresión de que sus vecinos del centro y del sur se han afincado porque los hemos ido a buscar con gran entusiasmo. Primero fueron los de la cúpula de Podemos –aún no se llamaba así– quienes viajaron a América en busca de las reliquias del Ché Guevara y regresaron triunfantes como el tío de América, uniformado de verde-oliva.

Venezuela fue su paraíso y el afán de reproducir generosamente este paraíso entre nosotros fue su objetivo: que todos pudiéramos disfrutar de lo mismo, una eterna adolescencia política. La derecha se rasgaba las vestiduras y entonces pensamos que exageraban con tanta Venezuela en la boca, pero miren dónde estamos ahora: entre el grito de Maduro «¡Rajoooyyyy!» y el de la sanadora «¡Feijóooo!» Es sabida la conexión entre Galicia y los países americanos, y por qué no te callas acabó siendo la letra de una bachata. No deja de tener su gracia especular, que el franquismo se trajera a la momia de Perón y Podemos se trajera el ideario del Ché, que es un póster de tienda de discos y camisetas.

Mientras, el juez Garzón, menudo es él, asesora a Madame Kirchner y el presidente Zapatero no para de hacer giras. Tantas, que parece E.T. convertido en el presentador de aquel programa titulado 300 millones. Si en las décadas de miseria nacional la América hispana era El Dorado –hasta Franco coqueteó con Evita por unas fanegas de trigo–, a partir del desarrollismo esa misma América se convirtió en un granero distinto: el de los cantantes españoles de gira americana, escala obligada y doblones más o menos asegurados. De Lola Flores a Joan Manuel Serrat, por ahí pasaron todos y luego vino Tequila a Madrid y nos enseñó a hacer rock’n’roll en español. (En catalán, desde Pau Riba, lo habían hecho antes). Ahora Zapatero y Garzón son el Dúo Dinámico.

«Hubo un tiempo en que América representó la intelectualidad aquí hibernada»

Pero hubo un tiempo en que América representó la intelectualidad aquí hibernada y el refugio de tantos, de Ortega a Gómez de la Serna, y Buenos Aires era París y México DF, el mundo entero. De esa América vino el Boom o la renovación de la novela y antes tuvimos la revista Sur y a su espíritu carnal, la gran Victoria Ocampo, y a sus valets de chambre, Bioy Casares –que casóse con su hermana Silvina– y Jorge Luis Borges, que nunca fue ducho, dicen, en artes amatorias y se casó, muy tarde, con María Kodama, que viene de morirse. Cuarenta años se llevaban entre sí.

María Kodama tenía ascendencia japonesa por parte de padre y alemana del cantón suizo-germano por parte de madre, y cuidó del legado de Borges como un feroz cancerbero, sin perder la enigmática sonrisa oriental que, a más de uno, dio un disgusto. La recuerdo con una amiga japonesa, desayunando en Les éditeurs, en Saint-Germain. No un día sólo, sino bastantes. Entonces revisaba las ediciones borgianas de La Pléiade y se movía por la ciudad mejor que cualquier millonaria nipona, de las que no perdonan una sola tienda del faubourg Saint-Honoré. Tenía figura de tanagra que hablara en koiné y los que la distinguíamos, sabíamos que estábamos ante la gran sacerdotisa de la religión borgiana. Ésta era la América hispana que deseábamos, pero al despertar nos hemos encontrado con la otra y no se va. De ¡Rajoyyyyy! a ¡Feiiijóooo! Por no hablar del dinosaurio de Monterroso.

El recuerdo de Kodama estos días de marzo nos ha hecho olvidar el disparate a que nos vemos sometidos, día tras día, y ha parecido que el tiempo recuperaba el ritmo del aleph, que no de tango. Que la literatura volvía a estar viva, quiero decir, y un buen relato o un buen poema, eclipsaban cualquier forma de culebrón de importación. De vientres de alquiler o de los que aprovechan la política para hacer las Américas. Siempre, siempre, del lado del que manda, cuánto riesgo.

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