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Francisco Sierra

Sánchez: derrota, soberbia y huida

«El presidente no quiere bajo ningún concepto que el discurso triunfal del PP crezca. Y ha decidido huir hacia adelante. Esta vez sin Peugeot, prefiere el Falcon»

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Sánchez: derrota, soberbia y huida

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.

La decisión del presidente de Gobierno de disolver las Cortes y convocar elecciones para el próximo 23 de julio tiene los rasgos inequívocos de la soberbia del Sánchez herido o dolido. Un Sánchez que en la noche del domingo electoral se escondió en La Moncloa incapaz incluso de acercarse a la sede de Ferraz a dar ánimos a los suyos.

El presidente decidía lanzarse a la mañana siguiente de la debacle a una huida hacia adelante para acallar el ruido del triunfo del PP. Y sobre todo acallar las críticas internas de los suyos. Las que más le duelen. El anuncio de disolución de las Cortes y de gobierno, de tan solo tres minutos y nueve segundos, sorprendía a toda España, incluidos los propios socialistas y sus socios de coalición de gobierno. Anuncio escueto y sin más explicaciones. Ni permitió periodistas en el anuncio de convocatoria, ni tampoco en la reunión de la ejecutiva federal del PSOE.

Cierto es que hacía mucho tiempo que no veíamos a un líder que estando en el poder asumiera una derrota de esta forma. En palabras de Sánchez lo asumía de forma personal. Y no podía ser de otra forma. La bofetada ha tenido un único destinatario: Pedro Sánchez. Él se creyó capaz de tapar en precampaña con su presencia por toda España y sus chorros de medidas y dinero, todos los temas que tanto habían escandalizado: indultos, pactos con independentistas, derogación de la sedición, ley del solo si es si o crisis económica. Sánchez pensó que podría hacerlo olvidar. Hasta el punto de que no permitió campañas territoriales de los candidatos. La campaña era él. Obvió el miedo y rechazo de sus propios barones socialistas, ignoró a los analistas que avisaban del batacazo y prefirió seguir jugando con Tezanos, el caradura del CIS, a lanzar sudokus trampeados con dinero público.

No contaba que como decía el campeón del mundo de boxeo, Mike Tyson, «los planes desaparecen la primera hostia». Y así se pueden considerar las que provocaron en la campaña planificada tanto el saber que Bildu llevaba 44 condenados por terrorismo de ETA, como los fraudes de voto por correo en varias localidades.

Dos buenos puñetazos al plan de Sánchez que han desembocado en una hecatombe de dimensiones bíblicas. Y con la paradoja de que sólo Emiliano García-Page, el barón socialista que de verdad se enfrentó a Sánchez, era el único que sobrevivía con mayoría absoluta en Castilla-La Mancha. 

La jugada de Sánchez es muy arriesgada. Seis meses hasta las generales de diciembre escuchando las críticas unánimes de barones, alcaldes y demás cargos socialistas derrotados el 28-M hubiera sido un tormento y una sangría insoportable. Ahora, a menos de dos meses de la cita, Sánchez es la única opción. En su mandato ha desmantelado cualquier voz crítica en el partido. Ha convertido los órganos internos del partido en foros mansos y aplaudidores de las decisiones del presidente. Sánchez acalla las críticas internas porque ya están de nuevo en campaña y ahora ningún socialista romperá esa disciplina.

«Dicen algunos que si la cosa va mal siempre ha tenido los ojos puestos en la Secretaría General de la OTAN, pero eso ya es otra historia»

Por ende, la decisión presidencial deja a Yolanda Díaz y a Unidas Podemos con solo diez días para intentar llegar a un acuerdo para ver si concurren o no juntos a las elecciones generales. Veremos qué ocurre porque los resultados del 28-M han puesto de manifiesto la caída libre de Podemos. Expulsada de lugares tan significativos como la Comunidad Valenciana o la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid. Zonas en las que Compromís o Más Madrid, que forman parte principal de la plataforma Sumar, han aguantado, pero no han crecido. Una situación que Sánchez puede haber considerado en su doble vertiente. Puede arañar votos para el PSOE de la izquierda de la izquierda, pero a la vez necesita fuertes un Sumar o un Podemos, o lo que salga, para una nueva coalición si aspira a mantener el poder. Es consciente de que los populares han conseguido movilizar a su electorado y que la ola azul es mayor que la mera absorción de Ciudadanos. Por eso deberá jugar de nuevo con Frankenstein.

Se acabó el bipartidismo. Los dos grandes están obligados a pactar y eso beneficia al PSOE, capaz de hacerlo con más partidos nacionalistas e independentistas a los que el actual sistema electoral sobrevalora sus resultados. Y eso le beneficia. Son diputados con los que Sánchez ya cuenta como si fueran suyos. Y no va desencaminado. Aunque tras estos cuatro años puede tener bajas. Por ejemplo, el PNV que se siente abandonado por Sánchez. Un PNV que traicionó a Rajoy en menos de una semana, para apoyar a un Sánchez que ahora se lo ha devuelto beneficiando a Bildu que es ya la fuerza más votada en estas elecciones en el País Vasco. Habrá que ver que tiene más valor: el apoyo de los diputados de Bildu o los escaños que les hace perder a los socialistas sus pactos con los herederos de ETA.

Sánchez necesita tanto cortar de raíz todo el ruido que no le ha dado miedo incluso la posibilidad de sacrificar su presidencia europea que asume el 1 de julio. En plena campaña electoral tendrá la Cumbre de la OTAN, su discurso en el Parlamento de Estrasburgo y hasta la cumbre de la UE con la CELAC. Asume el riesgo de que, si pierde, o incluso si gana, los ministros que han estado trabajando para esta presidencia europea, no sean los mismos después del 23 de julio, lo que va en detrimento de la imagen de la presidencia española en la UE. Dicen algunos que si la cosa va mal siempre ha tenido los ojos puestos en la Secretaría General de la OTAN, pero eso ya es otra historia.

La de ahora es que Sánchez no quiere bajo ningún concepto que el discurso triunfal del PP crezca. Y ha decidido huir hacia adelante. Esta vez sin Peugeot, prefiere el Falcon.

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