THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Pedro Sánchez: táctica sin estrategia

«Desde la moción de censura que le invistió como presidente hasta los últimos meses todo han sido acciones precipitadas sin justificación en un proyecto»

Opinión
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Pedro Sánchez: táctica sin estrategia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

El fracaso del Gobierno Sánchez en las elecciones autonómicas y locales del pasado domingo (continuación de los también fracasos, algunos estrepitosos, de Galicia, País Vasco, Madrid, Castilla y León y Andalucía), nos permiten formular una interpretación global de sus dos mandatos: el que transcurre desde la moción de censura de junio de 2018 hasta enero de 2020 y el gobierno de coalición desde esta fecha hasta hoy. Cinco años en total.

En todas estas elecciones fracasadas podría el presidente del Gobierno descargar las culpas en sus representantes territoriales, tanto en comunidades como en municipios, pero ello no es así por su persistente voluntad de protagonismo. En todos los casos, pero muy especialmente en los últimos meses con la perspectiva electoral del 28 de mayo, ha personalizado las campañas electorales, imagino que pensando que sus continuas intervenciones, vía BOE o vía parlamentaria, contribuiría a reforzar a los candidatos territoriales. 

No ha sido así, ha resultado ser todo lo contrario: esta es la interpretación generalizada, incluso la ha reconocido Sánchez al disolver las Cámaras a las pocas horas de conocerse los resultados adversos. En efecto, al anunciar en la mañana del lunes la convocatoria de nuevas elecciones asumió todas las culpas del fracaso y con ello admitía claramente su responsabilidad. 

Incluso este fracaso tenía su paradoja: uno de los pocos presidentes autonómicos socialistas que habían conservado el poder era precisamente el que más se había distanciado de las políticas de Sánchez. Me refiero naturalmente a Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha. Hasta en la victoria de algunos miembros de su partido, se reflejaba la crueldad de la derrota del presidente del Gobierno. Ni se molestó en felicitarle por teléfono, así lo dijo Page al día siguiente.

«Sánchez ha gobernado desde la moción de censura por meras acciones tácticas sin estrategia alguna»

Es ya con esta perspectiva de cinco años, y en el malestar expresado el domingo pasado, que puede formularse la interpretación global que anunciábamos en el primer párrafo del artículo: Sánchez ha gobernado desde el principio, desde la moción de censura, por meras acciones tácticas sin estrategia alguna que las oriente hacia un objetivo que les dé sentido. 

En todo caso, sólo se le podría reconocer una estrategia encaminada a alcanzar y conservar el poder a costa de lo que sea, pero ello no es justificable en un partido democrático como ha sido hasta ahora el PSOE y, por tanto, no es un argumento presentable, ni siquiera ante los suyos. Por tanto, aún teniéndolo in mente, y admitiendo que es el más probable, lo descartamos de nuestra argumentación

En términos futbolísticos, podríamos decir que Sánchez solo sabe driblar y regatear, incluso resistir a la defensiva, pero carece de un esquema básico de juego, de un planteamiento general para ganar un partido que consta de dos partes, cada una de 45 minutos. Sin este esquema básico, cualquier equipo llega a la fase final agotado y le cuelan un gol cuando menos se lo espera. Así en todas las elecciones antes enumeradas, incluyendo naturalmente las del domingo.

Tener clara la diferencia entre el concepto de estrategia y el de táctica es fundamental para desarrollar una actividad de cualquier tipo, incluida la política. Veamos someramente esta crucial distinción.

La estrategia es una programación a largo plazo encaminada a un fin concreto expuesto de forma clara. Este fin está fundamentado en una serie de principios debidamente argumentados. Una estrategia, además de fijar objetivos, también establece los procedimientos y las etapas para alcanzarlos. La táctica, esta es la diferencia,  es la aplicación directa de las acciones concretas a corto plazo para alcanzar el objetivo estratégicamente señalado. 

Por tanto, la estrategia establece un objetivo y la táctica las actuaciones necesarias para alcanzarlo, adaptando éstas a las actuaciones imprevistas que inevitablemente se presentan en todo el recorrido. 

«Táctica sin estrategia no es otra cosa que una improvisación arbitraria que sólo genera desorden e incertidumbre»

Esta distinción tiene un corolario fundamental que relaciona ambos conceptos: la táctica debe siempre inscribirse  dentro de una estrategia, es más, está subordinada a ella. Dicho de otra forma, la táctica es un elemento de toda estrategia y sólo en la misma cobra sentido. Táctica sin estrategia no es otra cosa que una improvisación arbitraria que sólo genera desorden e incertidumbre.

Si recordamos el transcurso de estos años de política española, empezando por la moción de censura que invistió a Sánchez como presidente hasta los últimos meses del actual curso político que empezó en septiembre, todo han sido acciones precipitadas sin justificación en un proyecto fijado de antemano, es decir, en una estrategia. No mandaba el partido mayoritario del gobierno de coalición sino sus socios de gabinete, o sus soportes parlamentarios,  antagónicos con muchos de los fines del partido socialista, pongamos que hablo de Esquerra, Junts, PNV o Bildu, entre otros.

O quizás no, quizás el PSOE se ha contagiado de sus aliados en el Consejo de Ministros o en las Cámaras y ha somatizado como propias ideas y proyectos que antes no compartía. Sin debate interno, sin discusión en los órganos colectivos del partido, sea la Ejecutiva o el Comité Federal, que no suelen reunirse, todo ello no se sabe muy bien aunque se intuye el desacuerdo y el descontento. 

En un nuevo giro táctico, Sánchez ha convocado elecciones anticipadas seguramente para evitar críticas internas. Se expone mucho, como siempre, y el malestar socialista no lo podremos comprobar hasta la noche del domingo 23 de julio, el día antes o el día (o la semana) después de iniciar las vacaciones. Todo un ejemplo de una cierta manera de gobernar, de la táctica sin estrategia de la que hemos hablado.

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