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Javier Benegas

La penúltima trampa de Sánchez

«El presidente sabe que él encarna el voto útil para todos aquellos que no quieren un gobierno del PP ni en pintura, mucho menos con Vox de por medio»

Opinión
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La penúltima trampa de Sánchez

Pixabay.

No cabe duda que los resultados de las elecciones locales del 28-M han sido buenos para los dos partidos de la derecha, PP y Vox. Pero, apenas sus líderes empezaban a celebrarlo, Pedro Sánchez les ha aguado la fiesta con el adelanto de la fecha de las Generales al domingo 23 de julio. Un anuncio que, con el confeti aún por barrer, ha cogido a todo el mundo con el paso cambiado.

En horas veinticuatro, incluso menos, el resultado de estas elecciones locales, enfocadas desde el principio como un plebiscito a Sánchez, ha dado paso al anuncio, inesperado para la gran mayoría, de una especie de segunda vuelta a cuenta de las generales. Sánchez, fiel a sí mismo, en lugar de achantarse, ha recogido el guante y ha respondido a sus adversarios con un órdago en toda regla: ¿no queríais plebiscito contra mi persona? Pues tomad dos tazas. 

La idea de que Sánchez huye hacia delante es una de las sentencias más recurrentes a la hora de valorar la forma en que el personaje toma sus decisiones. Pero, quizá, convendría contemplar la posibilidad de que, más que huir, tenga la costumbre de ir una jugada por delante o, cuando menos, tener a mano un plan B. Después de todo, es un superviviente nato. Y los tipos que hacen de la supervivencia un arte no sobreviven por casualidad. Salvarse una vez puede ser casualidad; dos veces, fortuna, pero de ahí en adelante lo más probable es que las casualidades no existan. Así que la pregunta que deberíamos formularnos es si el adelanto electoral es una huida hacia delante o si no será que Sánchez tenía guardada en la manga la carta del adelanto electoral, consciente de lo que podía suceder el 28-M.

«Las elecciones locales de 2007 también se plantearon en clave nacional, como un plebiscito al zapaterismo»

Para responder habría que estar dentro de su cabeza. Pero, como eso no es posible, tal vez lo más prudente sería hacer memoria, buscar antecedentes y echar números de cara a las generales, en vez de repetir siempre las mismas sentencias. 

Si retrocedemos a 2007, comprobaremos que PP ganó las elecciones locales de ese año con cerca de ocho millones de votos. Entonces, como ahora, la prensa no escatimó titulares a la hora de destacar la «abultada» victoria popular por más de dos millones de votos de diferencia. De hecho, no ya la prensa amiga, sino el diario El País encabezaba su portada del día siguiente con un titular a toda página que decía: «El PP barre a los socialistas».

Quién iba a imaginar que unos meses después, en las generales de 2008, ese resultado se daría la vuelta y que el PSOE ganaría con más de 11 millones de votos, mientras que el PP se quedaría un millón por debajo. ¿Qué extraño fenómeno se había desencadenado? Después de todo, para los estrategas del PP no podía caber la menor duda de que José Luis Rodríguez Zapatero era el peor presidente de la historia de nuestra democracia. De ahí que las elecciones locales de 2007 también las plantearan en clave nacional, como un plebiscito al zapaterismo. 

«En las generales el sanchismo es lo único que se interpone en el camino de un futurible gobierno de derecha»

Pero el supuesto fenómeno no tenía demasiado misterio. Consistió simplemente en movilizar a todos los votantes que, aún de tendencias muy distintas, compartían un mismo terror: el advenimiento de un gobierno de la derecha. Gobierno que, según parece, vaticinan otra vez los resultados de este 28 de mayo. 

Por supuesto, el adelanto electoral sirve para distraer los malos resultados del 28-M, y seguramente para neutralizar cualquier golpe de mano desde dentro del propio PSOE. Pero eso va de suyo. Sánchez, sin embargo, apunta más alto. Si tuviera que apostar por algo, diría que pretende que se repita el mismo «fenómeno» de 2008 en 2023, sabedor de que en las generales el sanchismo es lo único que se interpone en el camino de un futurible gobierno de derecha. Él encarna el voto útil para todos aquellos que no quieren un gobierno del PP ni en pintura, mucho menos con Vox de por medio; a saber, la burguesía catalana, la derecha nacionalista, los separatistas de izquierda y derecha, los comunistas y los socialistas. Muchos millones de votos. Tal vez demasiados, incluso para una «marea azul» que olvida su casi nula presencia en dos territorios, Cataluña y País Vasco, que juntos suman 7,5 millones de electores. 

En definitiva, Sánchez sabe que hay un enorme caladero de votantes potenciales para los que, les guste o no, él es la única alternativa. Para ponérselo aún más tentador, la derecha está dividida en dos partidos. Y esta división la deja a expensas de la Ley d’Hondt, que en las elecciones generales puede ser determinante. Esperemos que PP y Vox sepan comportarse de aquí al de 23 de julio, que tengan altura de miras y sean conscientes del verdadero desafío y no den la nota en las negociaciones que inevitablemente surgirán a colación del 28-M. 

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