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Ricardo Cayuela Gally

Collboni en el espejo vasco

«Me conformo con que no olvide dónde está el verdadero rival, puesto en evidencia en las palabras de Xavier Trias»

Opinión
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Collboni en el espejo vasco

Jaume Collboni, nuevo alcalde de Barcelona | Europa Press

El asesinato de Gregorio Ordoñez por ETA, en enero de 1995, cimbró a la sociedad vasca. Un grupo de jóvenes que vivía al margen de la política decidió rebelarse contra el nacionalismo asesino y se afilió a las juventudes del Partido Popular en homenaje al querido y carismático Ordóñez, teniente de alcalde de San Sebastián, periodista de profesión y de esos raros políticos que dignifican a la profesión en lugar de envilecerla. 

La historia de esa «juventud contra ETA» está aún por contarse. Jóvenes universitarios, formados en escuelas permeadas por el catolicismo del Concilio Vaticano II, dan un paso al frente y deciden jugarse la vida por liberar a su tierra del plomo y la bruma del terrorismo y su fatal consecuencia, el silencio. Entre ellos estaba Antonio Basagoiti, miembro de una familia de cuatro generaciones de banqueros e industriales de Bilbao, que no tenía ninguna necesidad de dar el salto a la peligrosa vida política vasca, salvo el resorte moral, salvo la urgencia de vivir en libertad. 

No es extraño que alguien con esa madera ascendiera en el seno del PP del País Vasco hasta llegar a dirigirlo y ser su candidato a lehendakari en el año 2009. ETA aún permanecía activa, aunque muy mermada por la labor conjunta de las fuerzas de seguridad, los jueces que –aplicando la ley antiterrorista– ilegalizaron los partidos que formaban parte de la estructura organizativa de la banda, Basta Ya y otras organizaciones pioneras en plantar cara a la banda, con Savater de vocero y emblema, las asociaciones de víctimas y la presión social, que había por fin roto el cordón de silencio en la calle con el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Todo un espectro social que Zapatero (anti Funes el memorioso) suele olvidar al atribuirse en solitario el mérito del fin de ETA.

Las elecciones de 2009 fueron las más favorables posibles al constitucionalismo de la democracia española. La izquierda abertzale estaba ilegalizada por mandato judicial y llamó al voto nulo. Sólo pudo participar Aralar por su inequívoca condena de la violencia, lo que la volvía paradójicamente menos atractiva para esa parte de la sociedad vasca. En la exitosa novela Patria, de Fernando Aramburu, hay un intento de explicar ese cortocircuito moral de una parte no menor de la sociedad vasca. El PNV concurría sin su aliado tradicional Eusko Alkartasuna (EA) y tenía de candidato a Juan José Ibarretxe, lastrado por el fracaso de su plan soberanista y su deriva radical que inquietaba al voto urbano de clase alta del PNV. Así, por primera vez, la suma de votos del PSE, dirigido por Patxi López, y del PP de Basagoiti, sin olvidar el escaño de UPD, era suficiente para formar un gobierno no nacionalista en Euskadi. 

«La crisis económica, el regreso de la izquierda abertzale a las papeletas con el fin oficial de ETA, el cambio de liderazgo en el PNV, hizo que en las elecciones del 2012 regresara la rutina»

Y Basagoiti, en un gesto único, ese sí histórico por inédito, decidió regalarle sus escaños al PSE de López, evitando las maniobras de otro acuerdo en la sombra entre PSE y PNV. Fue el momento político más extraordinario del constitucionalismo vasco. También fue un espejismo. La crisis económica, el regreso de la izquierda abertzale a las papeletas con el fin oficial de ETA, el cambio de liderazgo en el PNV, hizo que en las elecciones del 2012 regresara la rutina. No solo del triunfo del PNV, que eso también había sucedido en 2009, sino que ahora los escaños sumados del PP y el PSE y UPD fueron insuficientes, por amplio margen, para mantenerse en el gobierno. También fue clave en ese proceso las concesiones al discurso nacionalista dominante de Patxi López, que más allá de algunos gestos cosméticos con las víctimas al principio de su gestión, llevó a muchos vascos a preferir el original euskaldún a la mala copia de la orilla izquierda del Nervión. Tampoco ayudó su sectarismo ideológico, del que hoy hace gala todos los días como vocero de Pedro Sánchez, que vio en el PP no a su aliado natural en la lucha por normalizar la vida democrática en el País Vasco, de quien dependía su gobierno, sino a su eterno enemigo de clase. Una traición en toda regla, hija más de la ignorancia y la torpeza que de una audaz lectura de Maquiavelo. La consecuencia fue ser desalojado con estrépito por Urkullu.

La pregunta es ¿conocerá Jaume Collboni, novísimo alcalde Barcelona con los votos regalados del PP, esta historia, con aires de fábula de La Fontaine? Más importante aún, ¿sabrá mirarse en ese espejo? Me conformo con que no olvide dónde está el verdadero rival, puesto en evidencia en las palabras de Xavier Trias al enterarse en el último momento de que no tendría el bastón de mando del ayuntamiento de Barcelona. No requieren traducción: «Si no sóc alcalde, que us donin a tots». El famoso seny catalán.

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