La gira veraniega de Pedro Sánchez
«Su serie de entrevistas a sus ministros es una alegoría del partido hoy: un proyecto personalista que sobrevive gracias a un público cautivo»
Nunca rechaces una oportunidad de tener sexo o de salir en televisión, dijo una vez el escritor Gore Vidal. Al menos la segunda parte de esa frase Pedro Sánchez la está cumpliendo con creces esta semana. Tras años de opacidad y rechazos a la prensa (es gracioso acordarse hoy del plasma de Rajoy), Pedro Sánchez está de gira televisiva. Primero fue Carlos Alsina en Onda Cero, luego el Gran Wyoming en LaSexta, Jordi Évole también en LaSexta, Pablo Motos en Antena 3 e irá a Ana Rosa Quintana en Telecinco. Está tan dispuesto a aparecer donde sea que ha aceptado la invitación del podcast La pija y la quinqui (donde no le preguntarán sobre política sino por Taylor Swift o el poliamor).
El propio presidente incluso ha presentado una especie de programa de televisión desde la sede del PSOE en Ferraz. En el primer capítulo, que parece una mezcla de charla TED y acto del Foro de Davos, entrevista al ministro Escrivá. Hay preguntas como «El resultado [de la gestión de la pandemia] es espectacular ¿no?». «Efectivamente». Qué va a decir Escrivá. No solo el entrevistado estaba cautivo, también el público, que eran otros ministros a los que supuestamente irá entrevistando el presidente. Creo que lo pasaron mejor los ministros de Sadam mientras esperaban su purga en el famoso vídeo de 1979. Es sorprendente cómo perfiles técnicos del Gobierno de Sánchez (pienso en Escrivá, en Calviño, en la exministra de exteriores Laya), supuestos expertos y tecnócratas acabaron todos plegados al proyecto personalista de Sánchez. Ahí tienes a Escrivá, expresidente de la Airef (una institución pública que milagrosamente sigue fiscalizando, o lo intenta, al Gobierno), defendiendo en Twitter los gráficos manipulados que publica el presidente.
«Sánchez está a la ofensiva y sin embargo le ha comprado todos los marcos a la derecha»
Ha vuelto la tele. Sánchez quiere ir a todos los programas. Hay debates encendidos sobre qué partidos deben participar en qué debates. Feijóo se niega a acudir a un debate a cuatro en TVE si no van también los partidos independentistas; también se queja del sesgo supuestamente proSánchez de la cadena pública, algo que no impide a Abascal acudir. La tele sigue mandando. Pero ¿de verdad moldea tanto la opinión? ¿Importa en el voto quién gana un debate? Los partidarios de Sánchez lo vieron estupendo ante Pablo Motos y ya lo ven casi ganando las elecciones. Olvidan que lo que te hace ganar apoyos no es una victoria retórica frente a un presentador de entretenimiento (que por otra parte no estaba preparado para fiscalizar), sino colocar tus temas y marcos. Sánchez no ha conseguido eso. Está a la ofensiva y sin embargo le ha comprado todos los marcos a la derecha: se pone a explicar lo que significa el sanchismo (intentando darle la vuelta al concepto para que signifique algo positivo) o repasa sus éxitos macroeconómicos (cuando son cuestionables, al ciudadano común le da igual el PIB y además la gente asocia a la derecha con la gestión económica).
Aunque haga una gira de verano en la que aparezca como cabeza de cartel del festival Mad Cool, nada parece que vaya a cambiar. La mejor esperanza de supervivencia de Sánchez es quedarse con el PSOE y liderar él la oposición. Ha sido su estrategia desde que llegó a la secretaría general. Su serie de entrevistas a sus ministros es una alegoría del partido hoy: un proyecto personalista que sobrevive gracias a un público cautivo y vendiendo una simulación delirante.