Defender lo indefendible
«El nerviosismo demostrado por Sánchez radica en la imposible justificación del flirteo y claudicación frente al separatismo filoetarra y el golpismo catalán»
Mentir es una labor tediosa que exige mucho esfuerzo mental, tienes que recordar constantemente en qué has mentido y a quién has mentido para no meter la pata y no quedar como un patán mentiroso. El mentiroso también debe tener la cualidad del disimulo, de hacer creer que lo que se dice es totalmente cierto y seguir con ello hasta el final. Si se da el caso de que alguien te descubre, como buen cínico, debes mantenerte en tu sitio hasta hacer dudar al contrario de su propia convicción. Como decía, esto exige una gran cantidad de energía y te somete a un desgaste sicológico considerable que, por mucho aguante que tengas, en algún momento va a desequilibrarte en tu día a día.
Abraham Lincoln dijo: «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». Claro está que cuando estás en el último de los supuestos que exponía Lincoln, lo tienes muy mal, no hay velo del cinismo que pueda disimularlo, el tiempo corre en tu contra. Esto es, en mi opinión, lo que hizo perder el debate a Sánchez frente a Feijóo. Sabedor como era de que había intentado mentir a todos durante todo el tiempo, hizo mella en su reconocida capacidad de aguante y resistencia. Quizás la carga moral de verse expuesto a la realidad más allá del búnker de aduladores y aplaudidores habituales, por un instante, se vio desnudo frente a la opinión pública.
Es cierto que Feijóo estuvo bien, claro y contundente, pero lo que hizo descarrilar a Sánchez fue el factor psicológico de saber que estaba defendiendo lo indefendible, que lo que suena muy bien en tu cabeza y con tus colaboradores, lo que justifica lo injustificable en petit comité, frente al escrutinio público destapa todas las vergüenzas y podredumbres de lo hecho. Máxime cuando hablamos en cuestiones que impactan directamente en lo moral, en lo emocional y en lo simbólico. El nerviosismo y zozobra demostrado por el presidente en funciones, a mi parecer, radica en la imposible justificación del flirteo y claudicación frente al separatismo filoetarra y, en menor medida, con el separatismo golpista catalán.
«Sánchez fue consciente de estar en un callejón sin salida porque ya no podía seguir mintiendo a todo el mundo»
Con esto no estoy diciendo que el presidente Sánchez haya tenido un momento de claridad, dilema ético o remordimiento. Lo que le ha ocurrido es que se ha dado de bruces con una aporía sociológica. Básicamente fue consciente de que no sabría cómo explicar a los votantes lo hecho, fue consciente de estar en un callejón sin salida porque ya no podía seguir escondiéndose o seguir mintiendo a todo el mundo. Verse en la imposibilidad de continuar con la farsa argumentativa de tener como socios a los que apoyaron a ETA, es lo que trastornó a Sánchez. Ningún relato, por muy bien escrito que pueda llegar a estar, puede soportar que los que mataron a muchos -incluidos a muchos militantes socialistas-, sean los socios preferentes del Gobierno, esto es algo que pasará a los anales de la política nacional. Porque la verdad que necesitaba ocultar es que la debilidad de su Gobierno y su ambición sin límites derivaron en el pisoteo de cualquier atisbo de ética democrática y de la memoria (muy reciente) de todos los que defendieron a nuestro país y a nuestra democracia.
De hecho, los socios-nosocios de Pedro Sánchez sí que son sabedores de cómo aprovechar la debilidad del Gobierno de la nación y de la falta de escrúpulos del presidente. Interpretaron muy bien el momentum político para sacar tajada, una tajada que solo es el debilitamiento del Estado y sus instituciones. Su sueño húmedo es que Sánchez y el sanchismo siga en la Moncloa, pero más debilitado. Saben que el siguiente ciclo populista ahondará aún más en la erosión del Estado. Si se repite de nuevo la conjunción entre separatistas vascos y catalanes, comunistas disfrazados y el populismo que ha colonizado el PSOE, el peaje que harán pagar se concretará en un referéndum tanto en Cataluña como en el País Vasco (referéndum a medida de los partidos nacionalistas) y, muy probablemente, mediante algún subterfugio jurídico, en uno sobre la monarquía.
En fin, quien hizo perder el debate a Sánchez ha sido el mismo Sánchez. La entereza y el hieratismo que caracterizaban al presidente se deslizaron por el retrete al visualizar que tendría que defender lo indefendible ante la sociedad. La táctica del victimismo y el miedo no sirvieron para esconder las vergüenzas, el presidente fue presa del vértigo de la verdad. Solo espero que este próximo 23 de julio haya un gobierno que gobierne para todos y por el bien de la nación. También sería deseable que el PSOE cierre el largo ciclo populista que se inició con el inefable Zapatero. Cuatro años más de espiral populista podría tener consecuencias que van mucho más allá de la normal alternancia política de las democracias.