Pedro contra Sánchez
«Invitaría a los responsables de algunos partidos y a algunos medios a que hagan un examen de conciencia por saber hacia dónde apuntan sus disparos»
Ya veremos en qué queda todo este embrollo de las elecciones veraniegas. Parece como si en vez de un presidente, hubiésemos votado para elegir miss verano 2023 o la musa del festival de Benidorm. Sea como fuere, Pedro Sánchez va a tener que gobernar contra Pedro Sánchez , pues Rufián, Otegi, Junqueras, Matute, o los conservadores de izquierda del PNV, van a poner un precio bien caro al apoyo de sus disputados. Pero el problema no va a ser el precio del poder, también tendrá que solucionar todas las consecuencias de su primera legislatura de desgobierno, como la inflación disparada, los peajes de las carreteras, la realidad sobre el paro, esa ingente cantidad de viviendas que prometió construir, la sentencia sobre el prófugo de Waterloo, el atasco de los tribunales de justicia, mantener el salario mínimo vital, calmar las pretensiones de Díaz de trabajar menos cobrando más, y un largo etcétera que va a provocar más de una jaqueca en su Sanchidad, que por cierto, últimamente tiene aspecto triste y cansado. Pero a España parece que no le han parecido suficientes sus mentiras.
Quizá convendría entender también que la derecha, con Feijoo —sin tilde como dice Juan Manuel de Prada— a la cabeza, debe aprender de la izquierda y dejarse de complejos. Esa falta de pudor de comunistas, separatistas y socialistas de unirse en bloque, debería ser suficiente para entender que Vox y PP son lo mismo por mucho que los medios progresistas, y los ambiguos de derecha, hayan comprado el relato del fascismo que ha vuelto para retroceder y minar los derechos conquistados de los ciudadanos. Esa táctica que ha puesto Génova en marcha ha sido un batacazo sin precedentes y algunos medios conservadores deben entender que su rollo de virar hacia la izquierda es una falta de coherencia por arañar lectores que nunca comprarán sus editoriales, por mucho que se esfuercen en parecer lo que no son y seguir trincando del bote de la publicidad institucional.
Así que el verano comienza, por fin, a finales de julio, y ahora que la canción del verano tiene menos futuro que un colibrí surfeando el Polo Norte, invitaría a los responsables de algunos partidos y a los editores de algunos medios a que hagan un examen de conciencia por saber hacia dónde apuntan sus disparos. El fuego amigo siempre fue un riesgo en las batallas, pero ahora parece que se disparan al pie de tantas ganas que tienen de alejarse de lo que en realidad son. Quizá, alguno debería aprovechar para leerse de nuevo a Platón, a Sócrates, conocer las diferencias entre sofistas y atenienses y entender que casi todo estaba escrito hace milenios.
«Sirva el pasado como referente para el horizonte, hay referencias para cambiar las reglas del juego político»
Para Platón el objeto de la política era el bien del alma, la de sus ciudadanos, y por esa razón se alejaba de la postura de los atenienses que tan sólo encontraban en la política, la manera de satisfacer a sus votantes para mantenerse en el poder y consideraba que los ciudadanos debían ser más virtuosos, que significaba, simplemente, que las personas fueran cada vez más moderadas y justas. Por eso, gobernantes de la talla de Pericles, eran la antítesis de su creencia, ya que independientemente de sus logros, solo gobernaban para agradar al pueblo y así convertirlo poco a poco en una masa menos virtuosa. Aduladores que, al fin y al cabo, harían de la democracia un vehículo de la demagogia similar a la que tenemos hoy en día en el Congreso, con tantos bloques y máximas que van del No pasarán al Que te vote Txapote.
Necesitamos urgentemente que los medios de comunicación sean independientes, que se nieguen a aceptar el dinero público como forma de subsistencia. Necesitamos que los editores sean valientes, que dejen de nadar en la ambigüedad de las ideologías y, sobre todo, que la clase política mire a los ciudadanos cómo personas y no cómo moneda de cambio para seguir en el poder a costa de mantener ese estatus social del que se sirven para ascender en su renta per cápita. Hemos vivido un ejemplo claro en el matrimonio de trepas que fueron Iglesias y Montero, que aglutinaron el sentimiento del 15-M para cambiarse de barrio, de banco y de principios, mientras su verborrea intoxicaba al ciudadano para polarizar todo aquello que tocaban, desde las mujeres hasta sus maneras dictatoriales en designar sucesores y amañar listas o favores. Su propia gente les ha dado la espalda porque se han servido de la política en vez de servir a los ciudadanos, y ahí están, en ese limbo gris lleno de caras enfadadas y cuitas pendientes entre compañeros que un día fueron iguales.
Sirva el pasado como referente para el horizonte, hay referencias para cambiar las reglas del juego político. Cuando a Sócrates le llevaron a juicio allá en el año 399 a.C. los atenienses le acusaron de pervertir a los jóvenes y alejarlos de los dioses por sus ideas revolucionarias. Le dieron a elegir entre renegar de sus posturas o condenarle al suicidio por su revolucionaria forma de pensar. No lo dudó ni un momento y decidió beberse la cicuta para, al menos, demostrar que todos los demás estaban equivocados.