THE OBJECTIVE
David Mejía

El documental de Évole (1)

«Lo más abracadabrante del documental es la ingenuidad de sus autores. No creo que tengan el propósito de blanquear a ETA, pero frivolizan la tragedia»

Opinión
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El documental de Évole (1)

El periodista Jordi Évole, en un momento del documental. | Netflix

Juan de Mairena era un examinador benévolo. Suspendía poco, y siempre tras exámenes brevísimos: «¿Sabe usted algo de los griegos?». Y el alumno: «Los griegos… ¡los griegos eran unos bárbaros!». «Bien, puede marcharse». Una vez se presentó ante él un padre furioso por la falta de seriedad de las pruebas. «¿Le basta a usted con ver a un niño para suspenderlo?». Y Mairena, que pese a su apariencia angelical era un hombre colérico, respondió a gritos golpeando el suelo con el bastón: «¡Me basta con ver a su padre!». El espíritu de Mairena ha poseído a muchos españoles a quienes les ha bastado mirar de refilón los créditos para cargar contra el documental de Jordi Évole. Yo he regañado a mis mairenistas cercanos, pero la rueda de prensa de los directores en San Sebastián me lo ha puesto difícil. Hasta he llegado a plantearme que el viejo Mairena pudiera tener razón: quizá es suficiente escuchar las palabras del papá para calificar moralmente a la criatura.

Seguí la rueda de prensa con la intención de despejar una duda: qué elevaba esta conversación con Josu Ternera a la categoría de documental. Los documentales suelen tener un argumento central, un punto de vista o una sugestión que su autor intenta transmitir a la audiencia. Me preguntaba: ¿qué premisa, qué ingrediente, convierte en producto cinematográfico lo que a primera vista parece uno de sus habituales productos para televisión? Pero cuando un periodista formuló la pregunta, los directores —Marius Sánchez y el propio Évole— respondieron que su objetivo era ofrecer un punto de vista inédito, el punto de vista de ETA. Como si ETA no hubiera tenido portavoces desde su fundación hasta hoy. ¿O acaso Josu Ternera tiene una opinión distinta sobre «la lucha armada» a la que tienen Mertxe Aizpurua o Arnaldo Otegi?

«Lo más sorprendente es la decepción que Évole dice sentir por no advertir en Ternera ‘un tono más conciliador’»

Lo más abracadabrante del documental es la ingenuidad de sus autores. No creo que el documental tenga el propósito de blanquear a ETA, pero lo quieran o no, sus autores, pese a la solemnidad de su puesta en escena, frivolizan la tragedia. ¿Por qué Évole, en esa rueda de prensa, se niega a emplear el término «asesino» para referirse a Ternera? ¿Por qué no va más allá de llamarlo «militante fanático»? ¿Por qué dice que no tiene una opinión personal sobre él porque «no lo conoce lo suficiente»? Menos conozco yo a Hitler, y tengo una opinión bastante formada de él. Pero lo más sorprendente, por la peligrosa candidez, es la decepción que Évole dice sentir por no advertir en Ternera «un tono más conciliador»… Y después de todo esto, Évole declaró ayer en el plató de Gemma Nierga que Josu Ternera era «evidentemente un asesino». 

Estas inconsistencias no revelan una intención blanqueadora, pero alertan de un alto riesgo de frivolización. Por muy cuidada que esté la iluminación, por muy sobrios que sean los planos, por muy nobles que sean las intenciones, hay proyectos que exigen una solidez moral e intelectual que no se puede impostar. Espero equivocarme. La segunda parte de esta columna se publicará cuando haya visto la cinta. 

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