La Constitución se defiende hoy en Barcelona
«Lo que está pasando –y de ahí la preocupación en Bruselas— se parece a lo que nos preocupaba de Polonia y Hungría: la agresión a un sistema democrático»
Hay que mantener la tranquilidad. No es fácil frente a la desfachatez de algunos políticos y el cinismo que su actitud contagia a parte de la sociedad cuando hablan de la amnistía para los golpistas de hace seis años. Pero hay que respirar hondo y manifestarse hoy en Barcelona con serenidad y firmeza para decir que nos levantamos de nuevo contra el chantaje de Carles Puigdemont al Estado de derecho y contra la farsa que envuelve las concesiones que se hacen y que se van a hacer.
No es fácil, insisto, asistir a un paso más en la degradación del sistema democrático y el desmantelamiento de la separación de poderes sin preocuparse muy seriamente por las consecuencias que todo ello tiene: el destrozo de la ley, base de la democracia; el precedente de pactar asuntos de la máxima importancia con fuerzas que quieren dinamitar este país; el desprecio a los argumentos más fundados por mero cálculo oportunista; el desdén hacia el consenso, el aumento de la tensión y de los enfrentamientos entre los ciudadanos.
Los políticos que justifican ahora la amnistía que condenaban con todas sus fuerzas hace unas semanas tienen el aplomo de hablar de su derecho a cambiar de opinión. Claro que se pueden cambiar las opiniones (aunque cambiar las convicciones ya es otra cosa); pero hay que explicar la pirueta, porque es descarado no aludir al motivo real por el que se blinda a unos golpistas. Y querer justificarlo sin reconocer la verdad –que se trata de pura conveniencia política para seguir en el poder cueste lo que cueste— es una vergüenza y una indignidad.
Por eso, con toda calma y tranquilidad, acabo de explicar al comisario europeo de Justicia, Didier Reynders, esta situación, para que sepa lo que está pasando en España, lo que está haciendo este Gobierno: favorecer la impunidad, mercadear con el Estado de derecho, esquivar sistemáticamente al Congreso, nombrar a una exministra como fiscal general del Estado, renovar o bloquear a la carta y sobre criterios sectarios órganos de la justicia y el propio Tribunal Constitucional, llevando también ahí a exministros… Lo que está pasando –y de ahí la creciente preocupación en Bruselas— empieza a parecerse a lo que tanto nos preocupaba sobre Polonia y Hungría: la lenta, pero constante, agresión a un sistema democrático.
«Si Sánchez ataca la Constitución, está atacando los valores fundacionales de la Unión Europea»
¿Cómo podemos pedir a nuestros socios comunitarios que entiendan que el fugado de la justicia que era unánimemente criticado y condenado por este Gobierno hace unas semanas es ahora la piedra angular de la gobernabilidad? ¿Cómo transmitir el descaro instrumentalizador en marcha, la osadía en el intento de justificar la voltereta? ¿Cómo traducirles la neolengua que sin ningún sonrojo hace circular términos como alivio penal o reconciliación para disculpar que una democracia pida perdón a unos golpistas que se han jactado una y otra vez de sus intenciones de volver a violar la ley?
Barcelona hoy es importante para explicar todo eso. Para demostrar que la sociedad española se moviliza en la defensa de la democracia y la Constitución; para que Europa escuche nuestras voces también como una petición de amparo, como una última línea de defensa del Estado de derecho frente a las arbitrariedades y los atropellos que sufre. Para que la UE, como acaba de hacer con el frenazo a lo que el Gobierno intentaba con las lenguas cooficiales para dar satisfacción a sus socios anticonstitucionales, ejerza todas las veces que haga falta un papel de muro de contención, de defensa de la ley y la democracia frente a nacionalismos y populismos. Porque, si Sánchez ataca la Constitución, está atacando los valores fundacionales de la Unión Europea.