THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

Espejos indeseables

«La realidad de vivir en una ficción permanente es en parte culpable de todos esos males que hoy en día comienzan a ser habituales»

Opinión
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Espejos indeseables

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La Hispanidad se celebra esta semana. El día 12 es un día importante, no sólo por ser la Patrona de la Guardia Civil y de España, sino porque en cierto modo es la fiesta de todos aquellos que hablamos y utilizamos el español como lengua. Un idioma común que no necesita pinganillos salvo para aquellos que van por la calle hablando con las manos en los bolsillos incorporando nuevos trastos que cargar al llegar a casa. El último modelo de cascos, reloj, teléfono y muy pronto, de corazón vendido en Cupertino, con conexión a tiempo real. 

De todo lo que está pasando en el mundo, guerras, invasiones, precios desbocados y una vida cada vez más compleja, las redes sociales son el espejo de una civilización que se dirige recta y sin frenos hacia la autodestrucción. La sociedad se está volviendo narcisista inequívocamente, a la par que corta de miras. Nadie ve más allá de lo que la vista permite, un horizonte que, como dijo alguien, se ve mejor en la costa que en la meseta por aquello de fundirse con el cielo más bajo. Sin embargo, tanto mirarse en el espejo está sacando al toque cosas de las que difícilmente podremos recuperarnos. 

Una nueva moda está pegando fuerte en algunas zonas de este mundo loco. Ahora resulta que los espejos con filtros triunfan en las casas de parné. De este modo, cuando el dueño/a de la casa se mira en el espejo, puede verse tal y como le gustaría ser. Se aleja todo de la realidad posible. Es una especie de obsesión por mirarse de forma errónea, evitar las arrugas, la tripa, esa nariz que tanto molesta. Me tiene loco que haya gente que se gaste dinero para incorporar ese tipo de filtros en una vida que, a poco que nos descuidemos, será del todo digital. 

La gente está perdiendo la cabeza. La realidad de vivir en una ficción permanente es en parte culpable de todos esos males que hoy en día comienzan a ser habituales. La realidad no es que asuste, es que se puede evitar encerrándonos en un metaverso que empieza y acaba en la puerta de nuestra casa. Si alguien tiene un problema no tiene a quién acudir porque la gente no escucha. Ya han sido varias las veces en las que acudiendo a alguien, éste se mantiene atento a una nueva notificación, un nuevo mensaje, la vida de los otros, el reel de turno que no permite que fijen la atención en lo que hay delante. Por eso la mentira no es un problema, como no lo es tampoco la hipocresía ni mucho menos el egoísmo. Poco a poco estamos perdiendo la sustancia de lo que fuimos, todos a loco, todos a lo suyo, pero nadie a lo nuestro. 

«En este nuevo mundo cabe cualquier interpretación porque nadie tiene tiempo de tener una conversación real, cálida y cercana»

Intento que los míos se mantengan alejados de todo eso que denuncio aquí. No es fácil, porque muchos padres hace tiempo que dieron por perdida la batalla de la comprensión y se sumaron al toma niño déjame en paz. Incluso se emocionan al ver a más de uno amnistiando por ahí como si los jueces ya no trabajaran por la justicia sino para ajusticiar. Es curioso lo rápido que está cambiando todo. Tanto, como los modelos de telefonía, la ropa, las costumbres o hasta el bar de abajo, que en dos patadas será otro más sin alma, ni gente del barrio, ni menú diario, ni un poco de verdad.

Nos hemos dado la espalda, consumiendo megabytes y engordando en cosas que de un día para otro se vuelven viejas. Todo es corto, nuestra capacidad de atención, nuestra supervivencia. El libro que se edita, la película que vemos o el clic por el que dejamos de leer esto, porque mientras, les ha sonado el teléfono tres veces, han pensado en dos mil cosas y al final, han seguido sin hacer nada, porque todo pasa tan rápido que ya es tarde. 

Creo que tenemos una oportunidad de oro de poner fin a todo este bucle que rueda cuesta abajo sin remedio. Tan sólo hay que apagar un rato, dejar de mirarse en el espejo, volver a ponerse el mismo pantalón y decirle a quien tiene al lado te quiero. 

Puede que ya no haya vuelta atrás. Vemos a niños secuestrados y a gente que destila tanto odio, que no pueden distinguir entre el bien y el mal. En este nuevo mundo cabe cualquier interpretación porque nadie tiene tiempo de tener una conversación real, cálida y cercana. O quizá es que miserable y noble es lo mismo en un mundo en el que hemos confundido la igualdad con ser un indeseable. 

Yo a mis hijos les seguiré intentando hacer ver que hay un lado bueno y otro malo, que la verdad nunca les hará pequeños, que la mentira tiene las patas muy cortas y que la felicidad es aquello que sientes cuando no haces daño a nadie. Pero a nuestro alrededor, me temo, cada día se venden más espejos con filtros que están llenando las casas de perfectos ciudadanos anormales. 

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