THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

Coronación

«No será Leonor quien nos salve de la superstición populista de la izquierda, pero por lo menos ha puesto un emblema luminoso en la historia de España»

Opinión
11 comentarios

Fue un momento de sosiego en medio de la tormenta. A nuestro alrededor todo era viento huracanado, rayos y centellas, volaban los muebles por el cielo y también alguna vaca identitaria, pero de repente se produjo una quietud bendita y el sol iluminó la escena. Un círculo de luz rodeado por las tinieblas.

No sabemos cómo resultará Leonor en tanto que reina y no es una cuestión de buena presencia y excelentes modales. Al menos para mí, su coronación fue más bien como asistir a una ceremonia familiar, similar a un bautizo o una boda, invitado por una familia normal y simpática como millones de familias que viven en Europa. Era gente corriente y bien educada, a pesar de que los flanquearan dos hipogrifos de la España siniestra, la ridícula Armengol y el infame Sánchez.

Sería importante hacer ver a sus enemigos que la familia real de España es la menos majestuosa que se conoce, la más sencilla, la más comprensible y cercana. Es evidente que está obligada a mantener un ceremonial antiguo, pero no más antiguo o ceremonioso que el de los juegos olímpicos. Hay actividades que si las mantenemos es para conservar la memoria de la que formamos parte: sólo somos otro eslabón en la secular cadena de humanos que van siendo devorados por el tiempo.

Uno entiende, porque lo sufrió durante la primera juventud, la voluntad de rechazo a esta antiquísima tradición. También sufrí el nihilismo infantil de querer revolucionarlo todo, destruir los símbolos, arrasar las esperanzas para que el mundo se diera cuenta (como uno en aquel tiempo) de las mentiras y trampas de la vida en común. Por fortuna, ese nihilismo destructivo dura sólo hasta la superación de la adolescencia y la llegada de la edad de la razón. Lo raro de nuestros años actuales es que personas talludas y maduras caigan en los mismos vicios que ya el propio Marx tachó de «enfermedad infantil».

«El infame Sánchez está utilizando la estupidez infantil de la extrema izquierda, junto con el resentimiento de la extrema derecha catalana y vasca, para perpetuarse en el sillón»

Ahora bien, cuando ese infantilismo irresponsable lo maneja para sus fines un político codicioso y sin principios, el desastre es mayúsculo. Recuerden ustedes que fue Mitterrand, el jefe de los socialistas franceses, quien empujó y financió la creación del partido de ultraderecha de Le Pen, para partir por la mitad a los conservadores. Aquel individuo, tipo nefasto y, por desgracia, de un maquiavelismo muy efectivo, escindió su país con el único fin de seguir mandando. Poco podía imaginar que con aquel gesto inicuo lo que iba a conseguir es que el proletariado francés se pasase en masa a la ultraderecha y votara a Le Pen.

Algo similar está sucediendo entre nosotros. El infame Sánchez está utilizando la estupidez infantil de la extrema izquierda, junto con el resentimiento de la extrema derecha catalana y vasca, para perpetuarse en el sillón.

A las personas normales nos resulta difícil aceptar que uno venda a su madre a las mafias de la prostitución, con el fin de quedarse como amo del pisito, pero hay miles de personas que adoran el poder, como los antiguos israelitas el Becerro de Oro. Y para nuestra desdicha, no tenemos a ningún Moisés que derribe iracundo los falsos ídolos.

No será Leonor quien nos salve de la superstición populista de la izquierda reaccionaria, pero por lo menos ha puesto un emblema luminoso en la desdichada historia de España. Durante muchos años se la recordará a ella y a su padre, pero no habrá memoria de ninguno de los prescindibles individuos que rechazaron asistir a la ceremonia para sentirse superiores.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D