Pedro Sánchez contra España
«El peor presidente de la democracia la ha dinamitado al rubricar el fin de la libertad, la igualdad y la fraternidad entre españoles»
Tras conocer los acuerdos de los socialistas con los independentistas catalanes y los nacionalistas vascos ya no queda ninguna duda: Pedro Sánchez actúa contra España. El peor presidente de la democracia la ha dinamitado al rubricar el fin de la libertad, la igualdad y la fraternidad entre españoles. En mi último artículo —perdón por la autocita— escribía que si Sánchez salía a defender la amnistía que tan solo tres meses antes consideraba anticonstitucional es porque lo que estaba pactando a escondidas era todavía peor. Y así ha sido.
Con Puigdemont, un delincuente fugado de la justicia y cuyo partido obtuvo una escaso respaldo en las urnas, ha pactado en un país extranjero olvidar los delitos de este y mil acusados más a cambio de su investidura y para ello ha comprado toda la chatarra separatista que acusa a España de ser un país antidemocrático donde se persigue a las personas por su ideología y donde los jueces preparan pruebas falsas. Consecuencias del acuerdo: a los que vulneraron la ley no les va a pasar nada mientras que los encargados de aplicarla pueden acabar acusados por prevaricación.
Por otra parte, con el PNV ha pactado el reconocimiento de la nación vasca, no participar en la acogida de inmigrantes —progresismo del fino— y el traspaso de la Seguridad Social al País Vasco, pese a que hasta hace poco el ministro Escrivá afirmaba que esto era imposible porque existe una sentencia del Tribunal Constitucional. Y, ojo, esto es lo que conocemos de los acuerdos —no descartemos que haya cosas todavía peores—, pero es que no sabemos nada de lo pactado con Bildu, ese partido liderado por un etarra y que lleva en sus listas a delincuentes con las manos manchadas de sangre, así que nos podemos temer lo peor.
La democracia se sustenta en la separación de poderes y en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, pero los acuerdos de Sánchez acaban con esto. Desgraciadamente, una parte importante de la población no es consciente de la gravedad de lo firmado y otra repite los absurdos mantras sanchistas de la concordia. Sin embargo, el asunto es de tal magnitud que ha creado una reacción en su contra sin precedentes: las cuatro asociaciones judiciales, las asociaciones de fiscales, los inspectores de Hacienda, los letrados de la Administración de Justicia, colegios de abogados, el CGPJ, la Asociación de Abogados del Estado, todos los presidentes de las Audiencias Provinciales, miembros de las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado y el cuerpo diplomático entre otros han firmado manifiestos en los que hablan de la quiebra del Estado de derecho.
«Utilizar la mayoría parlamentaria para acabar con la separación de poderes no es admisible en una democracia liberal»
Estamos hablando de una importante multitud de personas –hay ya cerca de un centenar de posicionamientos- de ideologías diversas, algunas muy cercanas al PSOE, y que nos suelen estar entre los archiconocidos abajofirmantes —los cuales, por cierto, están sospechosamente callados— lo que da buena cuenta de lo preocupante que es el tema. A esto hay que sumar el aviso de la Comisión Europea y los demoledores editoriales de Wall Street Journal y The Times. Y es que utilizar la mayoría parlamentaria para acabar con la separación de poderes, situarse por encima de la ley y controlar el Poder Judicial no es admisible en una democracia liberal y nos coloca más cerca de una república bananera que de cualquier otro país de Europa, lo que nos deja en un pésimo lugar a nivel internacional.
Lo cierto es que Albert Rivera lo clavó: Pedro Sánchez tenía un plan, perpetuarse en el poder, y una banda para llevarlo a cabo, compuesta por delincuentes con condenas por terrorismo, sedición o malversación, y esto es lo que está sucediendo sin que hasta ahora se hubiera producido demasiada reacción en contra. Es lo mismo que ocurrió en Cataluña: la gente no creía que se iba a producir el golpe hasta que lo tuvimos encima, por mucho que algunos lleváramos años avisando de lo que iba a suceder. En aquel momento se produjo una reacción cívica ejemplar que inundó las calles de Barcelona de forma pacífica y con reivindicaciones escrupulosamente democráticas y eso es lo que necesita España en estos momentos. Los ciudadanos tenemos que expresar nuestra repulsa a esta destrucción del Estado de derecho por todas las vías posibles. Podemos, por ejemplo, denunciar la situación de forma masiva ante la Comisión Europea con el formulario que encontrarán siguiendo este enlace o manifestarnos para hacer oír nuestra voz, como está sucediendo de forma sostenida desde hace ya más de una semana.
Es cierto que los socialistas están aprovechado las actitudes antidemocráticas de una minoría para descalificar estas manifestaciones, aunque estos cenutrios se comportan exactamente de la misma manera que los independentistas: queman la Constitución, lanzan objetos, atacan a los periodistas y a los policías, insultan al Rey y al PP… La gran diferencia es que en las manifestaciones a favor del Estado de derecho la mayoría reprende y abuchea a esa minoría fascistoide y en Cataluña, estas actitudes siempre han sido alentadas —cuando no organizadas y pagadas— desde el poder como demuestra, por ejemplo, la llamada de los políticos a ocupar el aeropuerto del Prat o el célebre «apreteu, apreteu» del entonces Presidente de la Generalitat Quim Torra. Los demócratas condenamos a unos y a otros y resulta bastante patético ver a los socialistas criticando a los violentos que se dan cita ante Ferraz mientras amnistían a independentistas catalanes por actos bastante más graves.
Y resulta todavía más patético que se presenten como adalides del reencuentro y la concordia cuando al pactar con la cuarta y quinta fuerza política de Cataluña han soliviantado a una parte importante de la ciudadanía y han creado un conflicto entre españoles como ha proclamado ufana la corrupta (y posible amnistiada) Laura Borràs. Ya lo dijo Machado: «Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón». Pedro Sánchez con sus pactos antiespañoles nos ha dejado con el corazón helado.