THE OBJECTIVE
David Mejía

La rebelión de los fachas

«El Gobierno debería ver que sus pactos con el nacionalismo han movilizado también -y sobre todo- a los justos, entre los que hay muchos izquierdistas»

Opinión
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La rebelión de los fachas

Ilustración de Alejandra Svriz.

Es curioso que quienes llevan años predicando que España es una tierra saturada de fachas hoy se sorprendan porque los fachas existen. Quizá les sorprenda la existencia de un facha concreto, el facha violento. Hasta ahora los temibles fachas eran octogenarias, consultores de alguna Big Four y cayetanos con flequillo. Se manifestaban a la hora del vermut, ondeando banderas de España y entonando sus ripios hasta que los llamaban a comer. Hasta hoy los fachas intimidaban lo mismo que el club de fans de Vetusta Morla. Pero algo ha cambiado esta semana: resulta que los fachas tienen sus propias bandas de rock radical y sus propios adoquines. Por primera vez desde que tengo memoria una manifestación de la no-izquierda ha tenido ramalazos violentos. 

La falta de costumbre ha llevado a algunos medios a sobredimensionar su importancia. Otros lo han hecho por simple interés: la sinécdoque es el recurso habitual del demagogo. Pero nunca se debe confundir el mar con la espuma de las olas al romper. Esto lo debería entender bien la izquierda, cuyas manifestaciones contra los recortes, o antes contra la guerra de Irak, siempre terminaban a palos, y eso no restaba un ápice de su legitimidad. Todo el mundo sabía que los violentos no representaban a la mayoría, sólo a Pablo Iglesias. Este ejercicio de discernimiento va a costar, porque la izquierda no renunciará tan fácilmente al monopolio de la violencia. Además, la derecha asume que el votante medio del PSOE no es estalinista, pero a la izquierda le cuesta aceptar que los votantes del PP sean verdaderos demócratas. Quienes soñábamos que el equilibrio llegaría con la erradicación de los escraches, los rodea el Congreso y las críticas de legitimidad, observamos atónitos que está llegando por su reproducción en versión diestra. El tablero se nivelará de la peor forma posible. 

«Condenada la violencia, el Gobierno debe asumir que es responsable de esta ebullición social»

La violencia nunca está justificada, es evidente, pero no debe ser ignorada como termómetro de indignación social. Es cabal concluir que bulle una indignación superlativa con la ley de amnistía, y que los achaques violentos son las gotas que saltan del caldero. Condenada la violencia, el Gobierno debe asumir que es responsable de esta ebullición social que se justifica en tres ejes claros: lo que hace Pedro Sánchez (conceder una amnistía injusta), por qué lo hace (para permanecer en el poder) y qué provoca (una fractura social sin precedentes).

El Gobierno debería despertar y ver que esta ola de indignación es mucho más que la violencia de su espuma. Que sus pactos con el nacionalismo no ha movilizado sólo a los fachas, también -y sobre todo- a los justos, entre los que hay, por cierto, muchos izquierdistas. Y se movilizan por la igualdad, la concordia, la convivencia y la paz social e institucional. Este es quizás el capítulo más cínico e ignominioso de la ley: se dispone a liquidar todo lo que su preámbulo finge defender.

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