Democraticidio
«La investidura consumada este jueves es el prefacio de la españolización del ‘procés’, del asalto al poder judicial y de la quiebra de la legalidad constitucional»
Las democracias contemporáneas rara vez desaparecen de forma súbita como consecuencia de una rebelión violenta que arrasa con sus pilares fundacionales. Al contrario, la enfermedad de la tiranía suele enmascarar sus síntomas hábilmente, convenciendo al ciudadano común de que se trata de una patología política para la que las instituciones democráticas ya tienen prevista una cura. Mientras el pueblo permanece confiado e ignorante, el mal totalitario se expande infectando órganos y contrapesos constitucionales, como si de un cáncer metastásico se tratase.
Pero por más que buena parte de la sociedad se empeñe en menospreciar las múltiples señales que advierten sobre la corrosión democrática, la tiranía acaba aflorando y arrasando con las libertades de todos, incluso de aquellos que la negaron o relativizaron, como si la salud institucional fuera algo ajeno e intrascendente para nuestra cotidianeidad.
En España proliferan los eslóganes sanchistas que persiguen asentar en la opinión pública la narrativa de que el pacto de investidura del PSOE con los separatistas y la amnistía al independentismo forman parte de las turbulencias políticas habituales. Que la oposición exagera sobre su contenido porque no acepta el resultado electoral y que a la gente de la calle le importa entre poco y nada ya que lo único que esperan de sus gobernantes son regalías y una cantidad ingente de leyes inanes que les reconozcan derechos que ya tenían. El propio Sánchez en su discurso de investidura intentó aplacar la indignación ciudadana contra la amnistía anunciando ayudas y pagas, mientras Rufián, en un alarde de clasismo aporofóbico, sostenía en la tribuna del Congreso que a los obreros les es indiferente que unos delincuentes sean amnistiados porque únicamente están pendientes de que el Gobierno sirva en su mesa ese plato de lentejas que no son capaces de procurarse por sí mismos.
«El precio de los siete votos de Junts no lo va a pagar Sánchez, sino todos nosotros, y es el de la convivencia»
La investidura que se consumó ayer es el prefacio de la españolización del procés, de la criminalización del pluralismo político, del asalto al poder judicial y de la quiebra de la legalidad constitucional. El precio de los siete votos de Junts no lo va a pagar Sánchez, sino todos nosotros, también esos socialistas que se significan públicamente para demostrarle abnegación. Porque ese precio es el de la convivencia, nada más y nada menos. El muro al que se refirió el presidente durante su discurso en el Congreso no se alzará sólo ante la oposición, sino que separará a familias, amigos y compañeros de trabajo. El coste de la demonización del disidente es muy doloroso y así lo vamos a comprobar.
En los cuatro años que tenemos por delante, los síntomas de degradación democrática e institucional serán cada vez más evidentes e incontestables. Muchos de los que hoy se jactan con desprecio de estas advertencias se mostrarán consternados ante la magnitud del democraticidio que se está perpetrando ya. Es la crónica de una muerte de la democracia anunciada, que fenecerá a manos de quienes afirman profesarle la mayor de las devociones, porque si no es suya, no será de nadie.
Sé que el panorama que les dibujo no es nada alentador, pero no tiene sentido autoengañarse. Aun así, no debemos desmoralizarnos ni desmovilizarnos cuando lo que está en juego son los valores democráticos y la separación de poderes. Aquí no caben falsas equidistancias. La némesis de la democracia es el totalitarismo y, quien no se siente representado en los múltiples comunicados institucionales que apelan a salvaguardar la primera son quienes coquetean con el segundo.
Por ello los españoles hemos de clamar en las calles de nuestro país por la salvaguarda de aquello que reivindican en sus distintos manifiestos jueces, fiscales, inspectores de Trabajo y de Hacienda, abogados del Estado, profesores de Derecho, el CGPJ, Guardias Civiles, asociaciones de funcionarios y de policía, abogados, etc. Hemos de acompañarnos los unos a los otros en esta crítica tesitura, mostrando así a Europa y al mundo la cara oculta del sanchismo. Sólo la unidad de los demócratas nos mantendrá a flote y nos permitirá resistir los envites de quienes nos quieren arrastrar al negro pozo donde habita el peor de los déspotas que, en palabras de Montesquieu, es aquel que ejerce la tiranía a la sombra de las leyes y bajo apariencia de justicia.