Sánchez, ¿el podemita independentista?
«Hacerse el líder del comunismo bolivariano parece que le ha salido bien. Pero, ¿le va a salir bien su aspiración a ser el líder de todos los independentistas?»
Si España fuera el Reino Unido y Sánchez un político británico, la noche del 20 de diciembre de 2015, al conocerse los resultados de las elecciones generales que se celebraron ese día, habría dimitido como líder del PSOE por haber llevado a su partido a los peores resultados de su historia: 90 diputados.
Pero no sólo no dimitió, sino que siguió liderando su formación para las siguientes elecciones, las que tuvieron lugar el 26 de junio de 2016, en las que su partido, con él de cabeza de cartel, aún empeoró sus resultados, quedándose en 84 diputados. Tampoco dimitió, como hubiera hecho cualquier político británico. Y tampoco en su partido se oyó ninguna voz exigiéndole responsabilidades por aquel desastre electoral.
En octubre de aquel año la Ejecutiva de su partido sí le echó por resistirse a permitir la investidura de Rajoy, que le había ganado por mucho las elecciones de junio. Y probablemente entonces es cuando empezó a elaborar la estrategia que, después, le ha llevado a ser presidente del Gobierno desde hace casi seis años.
Una estrategia que no era muy complicada de poner en práctica, aunque, eso sí, para hacerlo se necesitaba carecer de principios morales sólidos y de convicciones políticas firmes. Sánchez vio que, en aquel momento, frente a la derecha, además de los socialistas, que con él habían tocado suelo, se encontraban los podemitas, que entonces estaban de moda, y los nacionalistas, que ya habían dejado de disimular y se manifestaban cada vez más como independentistas. Su conclusión era muy fácil, siempre que, como digo, se careciera de principios: si me pongo a la cabeza de unos y otros, esto está hecho.
¿Que los unos son comunistas bolivarianos y los otros quieren acabar con España?, ¡qué más da, si me llevan a La Moncloa!
«Hay que reconocerle que ha logrado ser el podemita número uno, sin provocar rechazo en muchos votantes tradicionales del PSOE»
Y acertó, y en junio de 2018, los unos y los otros, más los escuetos 84 socialistas que se sentaban en el Congreso, le hicieron presidente del Gobierno. Y cuando empezó a gobernar surgió la gran duda: ¿gobierna con comunistas y golpistas, xenófobos, racistas y filoterroristas por la simple pasión de mandar, que tiene desbocada, o lo hace porque ha hecho suyos los objetivos de esos comunistas, golpistas, xenófobos, racistas y filoterroristas?
En la anterior legislatura, con Podemos de socio y Pablo Iglesias de vicepresidente, pudimos comprobar cómo, efectivamente, hacía suyas las propuestas podemitas, sin el menor reparo. Esa podemización indiscutible de Sánchez y los sanchistas la acompañó con cierta astucia para eliminar a Iglesias y encumbrar a la que éste, en un error del que no se arrepentirá bastante, había designado como su delfina. De forma que antes del 23-J pudimos ver a Sánchez y a Yolanda Díaz tan unidos que era imposible distinguir sus políticas. Sánchez se había convertido en el líder del podemismo. Y ahí está. Y hay que reconocerle que ha logrado ser el podemita número uno, sin provocar rechazo en muchos votantes tradicionales del PSOE.
Pero, desde el 23-J se está poniendo a prueba si su alianza con toda la maraña de fuerzas independentistas es sólo táctica o si, como ha pasado con el comunismo bolivariano, también ha terminado por hacer suyos los objetivos de esa maraña.
Cuando la noche del 23 de julio saltaba de alegría en Ferraz, después de haber perdido las elecciones, es evidente que no tenla la menor duda de que los de la maraña independentista le iban a investir. De la misma forma que nadie duda que, si en las elecciones gallegas del domingo, el BNG y el PSOE hubieran sumado más escaños que el PP, Sánchez hubiera investido presidenta de esa comunidad a una aliada de Bildu, y encantado.
«Con Sánchez de estratega , el PSOE ha perdido casi todo su poder territorial»
Pero, quizás porque nadie lo dudaba, muchos ciudadanos sanchistas acreditados dejaron de votar al PSOE para votar al BNG, por el aquel de que es preferible el original al sucedáneo. Así que el PSOE en Galicia, como en mayo del año pasado en otras 11 comunidades autónomas, ha tenido unos malísimos resultados. Con Sánchez de estratega ha perdido casi todo su poder territorial. Ha conservado Castilla-La Mancha porque Page, según los sanchistas, ya está fuera del PSOE, Navarra, porque se lo ha regalado Bildu, y Asturias, que tiene un millón de habitantes de los casi 49 que tiene España.
Hacerse el líder del comunismo bolivariano parece que le ha salido bien. Pero, ¿le va a salir bien su aspiración a ser el líder de todos los independentistas?, ¿lo van a aguantar todos los socialistas que se están quedando fuera de ayuntamientos y comunidades, donde el PSOE acumula fracasos rotundos?, ¿seguirán votándole los ciudadanos por el simple hecho de que Sánchez odia a la derecha?
Que es un estratega arriesgado y amoral está más que demostrado. Que, hasta ahora, sus jugadas le han salido bien, lo demuestra lo que estamos viviendo —sufriendo— en España. Pero ¿le van a salir bien siempre o se acerca su hora? Galicia nos ha dado una ráfaga de optimismo al dejar a los sanchistas del PSOE en un pobre 14% de votos, el peor resultado de su historia, salvo que sanchista e independentista se conviertan en sinónimos.