THE OBJECTIVE
Antonio Caño

Los españoles sí creen en su nación

«El PSOE se sitúa contra una mayoría de la población que quiere la unidad y rechaza la idea de España como nación de naciones»

Opinión
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Los españoles sí creen en su nación

Bandera de España. | Alejandra Svriz

En su decisión suicida de acomodarse a las necesidades de su líder, el PSOE ha renunciado a ofrecer un proyecto nacional para España y, de esa manera, se ha situado en contra de la opinión de la mayoría de los votantes, incluidos los suyos, por lo que está condenado a convertirse antes o después en un partido residual en el panorama político español.

Una encuesta reciente de Metroscopia muestra que «nueve de cada diez españoles reconocen a España como nación con independencia de su ideología, edad o lugar de residencia». Esa idea es también mayoritaria en las comunidades de Cataluña, País Vasco y Galicia, incluso entre los votantes de partidos nacionalistas.

Por el contrario, «sólo tres de cada diez españoles consideran que España sea una nación de naciones» y un 68% cree que ninguna de las comunidades autónomas merece ser considerada una nación, frente a un 31% que admite esa categoría para al menos una de las comunidades. Un 65% se opone a que se denomine nación a cualquier otro territorio distinto al conjunto de España.

Incluso en el País Vasco y Galicia es predominante ese sentimiento. Un 46% de los vascos y el 40% de los gallegos entienden que su comunidad debe de ser reconocida como nación. Únicamente en Cataluña es dominante el reconocimiento propio como nación y sólo por el 51% de la población.

En cuanto a los votantes socialistas, un 92% de los que usaron la papeleta del puño y la rosa en 2023 ve a España como una nación y un 59% está en contra de que se use esa denominación en cualquiera de las comunidades autónomas. 

Es decir que los españoles, sin ser nacionalistas -como demuestran todas las encuestas europeas que relegan a España a una de las últimas posiciones en cuanto al sentimiento de superioridad sobre otros países-, sí ven con claridad que el espacio que compartimos, en el que somos libres y disfrutamos de derechos y ventajas sociales, es el de la nación española, con rechazo hacia otros inventos que pudieran poner en peligro ese proyecto.

«La nación española, que reaccionará en su día contra el PSOE, está protegida aún por un Estado de Derecho que frenará la locura de la disolución de España»

Todas las décadas en las que los partidos nacionalistas regionales llevan tratando de sembrar la semilla de la división de los españoles no han servido para confundirlos sobre el valor de la unidad, que es la única garantía de mantener de forma justa y solidaria el bienestar del que hoy disfrutamos.

Hubo un tiempo en el que la nación española no era la valedora de ese sistema de libertades, más bien todo lo contrario, y la izquierda apoyó los derechos nacionales en algunas regiones como parte de su programa de reivindicaciones democráticas. Posteriormente, la España constitucional incluyó entre sus valores la protección de esos derechos, admitiendo incluso la actuación de los partidos independentistas, con la única limitación del respeto a las leyes, como el resto de los ciudadanos.

Sin embargo, ese derecho no puede ser predominante a la voluntad de la mayoría del pueblo español, en el que reside la soberanía de nuestro país. Así lo han entendido hasta ahora los dos partidos mayoritarios de nuestra democracia, el PP y el PSOE, que han tratado, con mayor o menor acierto, de buscar un equilibrio entre su compromiso con la nación española y su deseo de complacer a los nacionalistas regionales.

En el caso del PSOE, consciente de que era el partido con más influencia en las dos comunidades con mayor presión separatista, ha tratado en el pasado de hilvanar fórmulas que fueran aceptables para los nacionalistas sin renunciar al principio de la unidad de la nación española. Todo ha estado siempre sujeto, por supuesto, al control de los instrumentos del Estado de Derecho, que actuó, por ejemplo, cuando se trató de colar el reconocimiento de Cataluña como nación y, de forma mucho más contundente, cuando los independentistas catalanes quisieron imponer su voluntad al resto de los españoles por encima de la ley. En esos casos, el PSOE siempre se puso del lado de la ley.

En estos últimos años, sin embargo, presa de un liderazgo muy débil que es incapaz de conseguir suficiente respaldo en las urnas, el PSOE ha renunciado a su proyecto nacional y se ha entregado a una imprescindible coalición con los nacionalistas. Lo acabamos de ver en Galicia, donde el PSOE ha hecho campaña para el BNG, pero lo hemos visto hace muy poco en Pamplona -nada menos que entregando el ayuntamiento a Bildu- y lo veremos más en el País Vasco y en Cataluña. Lo vemos incluso en Bruselas, donde los socialistas han votado a favor de los intereses de Puigdemont y, en realidad, lo vemos cada día en el Congreso de los Diputados, donde el PSOE colabora y defiende sin reparos los intereses de los independentistas.

¿Dónde acabará todo esto? Quién sabe. Hay quien vaticina en próximas elecciones la candidatura de un Frente Popular. Pero es indudable que se hace en contra de la voluntad de los españoles, de la nación española, que reaccionará en su día contra el PSOE y que está protegida aún por un Estado de Derecho que frenará como corresponde la locura de la disolución de España. 

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