Macron, la guerra en Europa y el control social
«No estamos preparados para un escenario bélico. No sólo por haber destruido la industria armamentística, sino por el capítulo educativo, que ha sido un desastre»
Las palabras de Macron, en la televisión francesa, que apuntan a que la vuelta del pasado al Viejo Continente está punto de llegar, ponen en preaviso a la opinión pública sobre los riesgos de una guerra que parecía ya algo olvidada en Europa. Se ha desmantelado la industria de la defensa, se ha dejado de lado -por parte de una parte importante de los actores políticos- a nuestros militares; pero, -ahora que llega el mensaje de la guerra, que ha acompañado en toda la historia a la humanidad-, volvemos la mirada atrás y vemos los errores del pasado con mayor fuerza. Debe haber una aceptación de la responsabilidad de aquellos partidos y políticos que han estado en una posición equivocada. Deben asumir su error.
Macron nos pone ante el espejo de los fallos continuos, ante una Europa que ahora intenta deshacer los errores del pasado, que busca -a toda prisa- rearmarse para poder estar preparada si viene la guerra. Lo peor de todo es que estamos reviviendo, paso a paso, todo lo que se vivió antes de las grandes guerras del siglo XX. La guerra de Ucrania nos acerca a un capítulo de nuestra historia que parecía haber quedado atrás, y ahí está el pecado capital de Europa: la excesiva confianza y la excesiva dependencia de Estados Unidos.
Ahora toca crear una industria que pueda proteger a los europeos ante los peligros que nos acechan, que no son pocos. Pero también desde dentro. Atravesamos años profundamente revueltos: desde la crisis de 2008 a la pandemia del coronavirus y ahora la sensación de que una nueva guerra es posible que tenga lugar en Europa. En todos esos momentos, hemos visto que las autoridades políticas han sido capaces de dar una sola respuesta: más gasto y más control.
Se abre ante nosotros un año increíblemente complicado donde el gasto público va a seguir desbocado y los gobiernos europeos parecen haber encontrado una lámpara mágica de la que sale una máquina de hacer dinero sin consecuencias. Así es como lo ven ellos, mientras que la realidad es radicalmente diferente. Y la prueba la encontramos en la enorme inflación creada por una política monetaria y fiscal errónea que ha tenido una sola víctima: los ciudadanos.
Urge una reflexión en torno a si el modelo en que nos han colocado del gasto ilimitado y la emisión de dinero infinita es acertado, puesto que el camino que nos marca es el de una acelerada precipitación hacia una crisis de deuda que nos devolvería al pasado de la manera más salvaje. Cuando nuestras abuelas nos hablaban de la gripe del siglo XXI, nos parecía algo lejano; y así ocurría también con el horror de la guerra; sin embargo, ambos acontecimientos han vuelto al discurso público. Pues bien, en el plano de la economía, debemos volver la mirada al crash de 1929 para caer en la cuenta de que lo peor lo podemos estar creando en estos momentos.
«La economía de EE UU no es la que nos presentan y Europa está entrando en una depresión económica de forma acelerada»
Del mismo modo que nuestros gobernantes no tuvieron la suficiente diligencia a la hora de identificar la llegada de un entorno de guerra o de una inflación desbocada, ahora nos están dando de nuevo pruebas de su incompetencia al mostrarse incapaces de ver venir el hecho de que la creación de una burbuja de deuda -alineada con una burbuja de activos (tecnológicas y criptos)- podría suponer el estallido de todos los estallidos.
La cuestión es que la economía no está tan sana como nos intentan vender. ¿Dónde está el engaño? ¿Por qué la apariencia está lejos de la realidad de fondo? La economía está dopada, redibujada, por una deuda emitida que soporta todos los desmanes políticos habidos y por haber. Y lo único que hacen es retrasar lo evidente: la economía de Estados Unidos no es la que nos presentan y Europa está entrando en una depresión económica de forma acelerada, con Alemania y Francia generando la gran preocupación para el conjunto de la economía global. Y China tampoco está para tirar cohetes.
En medio de este entorno de convulsión, nuestros políticos y las élites han presentado en estos revueltos años de inicio del siglo XXI, otro escenario clave en el análisis de la situación de fondo: el control. El mantra de la seguridad nos ha conducido a un exceso de control social que no ha hecho más que empezar. El euro digital, el DNI digital y las leyes para controlar los medios de comunicación son la gran batalla que se le presenta al ciudadano para la próxima década. Una importante parte de las élites busca la implementación de un modelo que elimine la libertad tal y como hoy la conocemos, pero en el que podrán dominar los mecanismos necesarios para dos cuestiones: el salto de esas élites a la neoaristocracia y la transformación de la gran mayoría de la población en una suerte de súbditos hipercontrolados bajo el yugo de esa nueva élite social.
Para ello, el nuevo conejo en la chistera de las élites europeas es la ley de medios, a la que seguirá en el camino una ley de desinformación, entendida esta última como una vuelta a la censura del siglo XX. El trabajo sucio ya se lo están haciendo con éxito las empresas de fact check, cuyo principal cometido, en la mayoría de ocasiones, está en acudir a las fuentes oficiales de los gobiernos para decidir si una noticia es verdadera o falsa, con el fundamento, casi siempre, de la verdad oficial. El discurso contra la desinformación es la herramienta en la que se quieren apoyar las élites para cerrar el círculo del control, sumado a las monedas digitales de los Estados -euro digital, dólar digital, etc.- y a una billetera digital con tu DNI. En este escenario, solo les falta el corolario: las leyes precrimen cuyos cimientos ya empiezan a poner en marcha Trudeau en Canadá o Scholz en Alemania.
«Macron nos pone ante la tesitura de una guerra en Europa que haría que todo cambiara de la noche a la mañana»
El lema No tendrás nada y serás feliz del Foro de Davos se está cumpliendo a pasos agigantados. Y viene a poner más presión en la fotografía general que estamos viviendo. No son solo las amenazas externas: internamente el peligro es enorme para un ciudadano al que quieren idiotizado y sin capacidad de reaccionar ante el enorme aparato creado por una tecnocracia que todo lo puede.
Y en este entorno es en el que Macron nos pone ante la tesitura de una guerra en Europa que haría que todo cambiara de la noche a la mañana. No olvidemos que nuestra sociedad no es la del inicio del siglo XX ni la de 1950. Esas generaciones sociedades vivieron en el esfuerzo, en la renuncia y en buscar un futuro mejor para las próximas generaciones. Aquí hemos cometido otro error capital: haber creado la generación del todo gratis y de la dependencia del Estado. No estamos preparados para un escenario bélico. No sólo por haber destruido nuestra industria armamentística, sino por el capítulo educativo, que ha sido un desastre. Cuanto antes lo cambiemos, mejor nos irá. Pero no parece que a nuestros gobernantes y a las élites dirigentes les interese dar ese salto.
Alguien podría abrir los ojos y encontrarse en 1984 de Orwell antes de que este esté perfectamente implementado.
Buen día y buen negocio.