THE OBJECTIVE
Ricardo Cayuela Gally

El día que empezamos a vencer

«Eso sí, nadie aparece leyendo. Lo que demuestra que incluso este Gobierno tiene un límite moral en su capacidad de mentir»

Opinión
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El día que empezamos a vencer

Cartel del vídeo 'El día que empezamos a vencer'. | Europa Press

«El día que empezamos a vencer» es un vídeo institucional, firmado por La Moncloa, que «conmemora» el 14 de marzo de 2020, día que se decretó el confinamiento obligatorio de toda la población por la covid-19. El video narra visualmente la forma en que los españoles, «unidos», «derrotaron» el coronavirus. Dejemos de lado que España tuvo la tasa de mortandad más alta de los países de su entorno. Dejemos de lado también que tuvo el confinamiento más largo y estricto de Europa, con los mismo o peores resultados que el resto. (De hecho, según el estudio de Martin Kulldorff, que le costó su despido de Harvard, el país que salió mejor librado fue Suecia, que no hizo confinamiento ninguno.)

Dejemos de lado que el Tribunal Constitucional decretó ilegal el Estado de excepción que lo hizo posible. Dejemos de lado las imágenes bochornosas de la Policía y la Guardia Civil persiguiendo en helicóptero a un surfista en Canarias o a unos montañistas en Cantabria. Dejemos de lado a los vecinos convertidos en chivatos denunciando las furtivas salidas a correr del insensible del 4ºB. Dejemos incluso de lado que se podía pasear al perro –hubo quien alquiló su mascota–, pero no a los niños.

Dejemos de lado todos los males asociados al confinamiento y de los que se hablan poco: depresión, fracaso escolar, pleitos familiares, suicidios, descuido de enfermedades crónicas, pobreza súbita, accidentes cardiovasculares. Dejemos de lado el dolor irreparable del que no pudo despedirse de sus padres, y de los ritos de paso que en distintas escalas todos los jóvenes se perdieron: graduación, viaje de fin de curso, primer día en la escuela, iniciación sexual, cumpleaños en pandilla, veranos rotos, los nervios del primer día en la universidad…

Dejemos de lado que, mientras esto sucedía, una trama corrupta, incrustada en lo más alto de los ministerios más afines al presiente del Gobierno, se enriquecía obscenamente con la compra de material sanitario, muchas veces defectuoso o inocuo. Dejemos de lado la inexistencia del comité de expertos. Y dejemos de lado los estudios que demuestran que la mascarilla, fetiche de la pandemia y emblema de la corrupción, no protegía, como sucede con cualquier enfermedad cuya forma de contagio es a través de la respiración del enfermo. 

«No se trata de la sociedad española, sino lo que al gobierno le gustaría que fuera la sociedad española»

Centrémonos –no es frívolo– en el vídeo y su factura. Si quitamos las tres primeras escenas, imágenes de calles vacías (no sé qué tienen de celebrable) y las escenas finales, con los cuerpos sanitarios y de seguridad haciendo su trabajo, esos sí heroicos, el vídeo se centra en reproducir 29 escenas del interior de otras tantas viviendas. ¿Qué conclusión sacaría un alienígena de ellas? Primero, que todos los españoles viven en casa cómodas, exteriores y luminosas, con amplios espacios comunes e individuales. No hay precariedad habitacional ni hacinamientos ni humedades. Un país en donde Apple, con relucientes ordenadores Mac, es monopólico y nadie usa el teléfono móvil de manera obsesiva. E internet corre a una velocidad de vértigo. Un país en donde todos los hogares tienen terrazas, balcones, jardines, chimeneas, macetas, abundante luz natural. Un país encima de buen gusto: sin gotelé ni ropa tendida en el exterior. Un país sin muebles de Ikea.

La parametría social que se desprende del vídeo es que España es un país con ventipocos años de edad en promedio, y no casi cincuenta, como delatan las estadísticas oficiales; un país con muchos niños felices de padres jóvenes y entregados a la familia. No hay matrimonios homosexuales ni monoparentales. De 41 personas en 29 escenas, diez son niños, lo que arrojaría la imposible cifra de 244 niños por cada 1.000 habitantes, en lugar de los 7 escasos que reportan las estadísticas. Un país sin solteros, sin ancianos abandonados, sin enfermos crónicos. Un país optimista, de buen humor permanente, donde nadie grita ni insulta. Un país sin musulmanes desadaptados y cuyos únicos migrantes son jóvenes de China y África tan perfectamente integrados que desafían las estadísticas de una manera cuántica: conviven en la misma vivienda. Un país con poquísimas mascotas (vi un gato en 29 hogares y ningún perro). Un país de músicos, pintores y deportistas que no tiene la televisión encendida en el salón todo el día. Un país de fuertes lazos sociales y familiares, pero en donde las muestras de fe están ausentes. Un país sin obesos y sin adictos. Un país de jóvenes emancipados del hogar y con trabajo que además pudieron mantener de manera telemática. 

Como las casas y las familias son reales, y no un burdo montaje, el problema lógicamente es de selección, no de tergiversación. Una mentira hecha de 29 verdades. No se trata de la sociedad española, sino lo que al Gobierno le gustaría que fuera la sociedad española, aunque haga todo con sus políticas (laborales, impositivas, educativas) para que esto no suceda. La proyección de un anhelo y no el espejo de una realidad. Un país valle, sin abismos de dolor ni picos de excelencia. 

Eso sí, nadie aparece leyendo. Lo que demuestra que incluso este Gobierno tiene un límite moral en su capacidad de mentir. 

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