THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Argentina está bajo la tormenta perfecta

«El estallido de inflación, fraguado por el anterior gobierno, disuelve rentas y riqueza, y el actual, intenta atajar la situación con un ajuste duro»

Opinión
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Argentina está bajo la tormenta perfecta

Ilustración de Alejandra Svriz

El Observatorio de la Deuda Social, así llamado, de la Universidad Católica de Argentina, calculó que en el tercer trimestre de 2023 había un 9,6% de la población en situación de indigencia (que allí es verdadera indigencia), y calcula que en diciembre de 2023 era ya del 15%. Agustín Salva, director del Observatorio, no cree que la indigencia vaya a medrar mucho, pero calcula que «en febrero y marzo va a haber un estallido de la pobreza». 

Argentina vive una tormenta perfecta. El estallido de inflación, fraguado por el anterior gobierno, disuelve rentas y riqueza, y el actual intenta atajar la situación con un ajuste duro. Ya lo advirtió en su primer discurso como presidente de la nación argentina: su política «impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes». Y así está siendo.

Pero, por un lado, la tormenta era inevitable. La capacidad de la inflación de generar pobreza es legendaria. Y Argentina iba encaminada a una hiperinflación. Los precios, a lo largo del año, más que se triplicaron en 2023. El año pasado escaló de una inflación mensual del 5% en enero al 25,5%, sólo en el mes de diciembre. El Gobierno de Milei está anclando la creación de dinero, y eso le está permitiendo reducir la inflación, todavía muy alta, pero no ya desbocada: en enero fue del 20%, y en febrero del 13,2%.

Para controlar la emisión de dinero, y, por tanto, la inflación, Milei ha tenido que cambiar radicalmente la política argentina. El kirchnerismo compraba el poder, desde el que el matrimonio y sus amigos se enriquecían a velocidades asombrosas, repartiendo gasto público entre los votantes. Por otro lado, ahogaba al sector productivo, por lo que los impuestos eran insuficientes para cubrir tanto gasto. De modo que lo que hacía era monetizar deuda: pagarla con nuevas y crecientes emisiones de dinero. De modo que si quería acabar con la inflación, tenía que cortar con la monetización. Y eso sólo se puede hacer recortando el gasto. Es lo que ha hecho en estos dos meses. 

Milei ha arrancado la motosierra, que maneja junto con su ministro de Economía, Luis Caputo. Curiosamente, es la propia inflación la que le ha permitido rebajar el gasto de forma rápida: basta con pagar las mismas cantidades en términos nominales para que el gasto real se desplome. Y el Gobierno ha logrado algo absolutamente asombroso: Milei asumió la presidencia de Argentina el 10 de diciembre. En enero, ya logró que el Estado obtuviera un superávit, incluso teniendo en cuenta el coste de la deuda. En febrero lo ha vuelto a hacer. 

«Hay una miríada de oficinas, agencias y burocracias que están siendo objeto de una poda inmisericorde»

El grueso del ajuste se está operando en el gasto social y en las pensiones, pero también es muy importante la reducción en las partidas que el gobierno central le da a las regiones para que lleven a cabo determinados proyectos de gasto. También hay una miríada de oficinas, observatorios, agencias y burocracias que sirven mucho más a los funcionarios que a los ciudadanos, y que están siendo objeto de una poda inmisericorde. 

Contra toda evidencia, todavía hay quien vincula el crecimiento con un mayor gasto público. Y que teme que el recorte en el gasto en Argentina reduzca el crecimiento del país, por lo demás hoy inexistente. Cómo se puede defender desde la ciencia económica que volcar los recursos ociosos sobre burocracias corruptas e ineficaces ha de aumentar el crecimiento es algo que no entiendo. 

Yo sólo voy a citar un texto sobre los Estados Unidos que viene recogido por Alberto Mingardi en su libro La verdad sobre el neoliberalismo: «En 1944, el gasto público en todos los niveles de la Administración representaba el 55 % del producto interior bruto. En 1947, el gasto se había reducido en un 75% respecto al nivel precedente, pasando del 55% a poco más del 16% del PIB. (…) Sin embargo, este ‘desestímulo’ no provocó un derrumbe del consumo privado ni de la inversión. Entre 1944 y 1947, el consumo real aumentó el 22%, y el gasto en bienes duraderos se duplicó en términos reales. La inversión privada bruta creció un 223% en términos reales y, en el caso de la vivienda residencial, se multiplicó asombrosamente por seis». De modo que no se viene una desaceleración, sino todo lo contrario: una recuperación de la economía real. 

Reducir el gasto es una condición sine qua non para controlar la inflación, pero no es suficiente. Aún tendremos que esperar a ver si el nuevo Gobierno domeña la inflación. Pero parece que lo está haciendo. 

«Una encuesta muestra que los argentinos le consideran una persona honesta, pero poco dialogante»

Pero eso no es todo. El decreto de «necesidad y urgencia» 70/23 de 20 de diciembre era un mamotreto de legalidad caleidoscópica (depende de a cuál de los 366 artículos nos refiramos), que buscaba realizar una terapia de choque en la economía argentina. Sobre todo, desregulaba la economía, también en el ámbito laboral. Reformaba el Estado y la Administración. Y liberalizaba el comercio exterior. Su aplicación ha sido no más que a medias, y casi todo él depende de lo que dictaminen los jueces. Alguna de esas desregulaciones ya están surtiendo efecto, pero en conjunto es aún pronto para conocer los efectos del decreto.

En este momento de tormenta perfecta, con la inflación aún alta, recorte en gasto social, y aumento de la pobreza, el presidente Milei mantiene el apoyo de los argentinos. Una encuesta, realizada en pleno enfrentamiento con los gobiernos regionales, muestra que los argentinos le consideran una persona honesta, pero poco dialogante.

Explanans ha realizado una macroencuesta (6.558 encuestas, con un margen de error del 1,21%), que es concluyente: «Para el 59,8% no hay dudas de que la situación económica actual es peor que antes. Pero asigna esta responsabilidad a los gobiernos anteriores: 28,2% al Gobierno de Cristina, 25,7% al de Alberto y 15,9% a Macri. Sólo un 28,7% se lo endilga a Milei». La mitad (el 50,1%) muestra emociones positivas sobre el presidente (esperanza y confianza, sobre todo). Y la práctica totalidad de sus votantes (el 96%) volvería a confiarle el voto. 

En sólo cien días, le ha dado la vuelta al país. Argentina se está ganando el crédito de los inversores, algo impensable hace sólo cuatro meses. Las reservas extranjeras crecen. Y la vuelta al crecimiento económico casi se vislumbra. Y cuando llegue, la tormenta perfecta será para todos los que han defendido la política de socialismo y latrocinio de los Kirchner. 

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