O todos o ninguno
«El gobierno ha olvidado a 13 autonomías en beneficio de las demandas que procedían de independentistas de País Vasco, Navarra y Cataluña»
Decir “o todos o ninguno” en los tiempos de Sánchez es pedir un milagro. Un milagro imposible. Los españoles ya no somos iguales ante la ley. No lo éramos desde hace tiempo ante Hacienda y con la ley de amnistía no lo vamos a ser tampoco ante la ley. Este gobierno de coalición ha discriminado siempre a favor de los independentistas en un chantaje permanente de sus votos en el Congreso que el presidente ha aceptado siempre sumisamente y hasta con sonrisas y entusiasmos surrealistas. El gobierno ha olvidado a 13 autonomías en beneficio de las demandas que procedían de independentistas de País Vasco, Navarra y Cataluña. Trece más tres, dieciséis. Falta una: Madrid. A la Comunidad de Madrid no la olvidan nunca. Al contrario, la han convertido en la dianas de todo tipo de ataques políticos, pero también financieros y sociales, con discriminaciones continuas a pesar de ser la comunidad más solidaria y con menos deuda de todas.
Los españoles no somos iguales ante la ley ni ante Hacienda desde hace tiempo. Llevamos años sufriendo una auténtica gincana jurídica que está deteriorando el estado de derecho en España y que ya ha pasado por varias etapas como la sedición, malversación, amnistía, terrorismo, alta traición o, por derivada, la propia Constitución. El objetivo es hacer olvidar que en el procés hubo una intentona sediciosa de romper la soberanía nacional de España. Y no solo de olvidarlo sino de que el propio Estado pida perdón a los sediciosos, les rebaje o elimine las consecuencias penales y les permita incluso no reponer los dineros malversados. Además les deja vía libre para que puedan volver a repetirlo al más bajo coste penal. Y ellos avisan y alardean de que lo volverán a hacer.
«Salvador Illa puede ser de nuevo sacrificado por Sánchez en beneficio del propio Sánchez»
Los independentistas catalanes creen, si la justicia española o la europea no lo arreglan, que han ganado la batalla de la impunidad por el procés al gobierno de Sánchez. El resto de los españoles también creemos lo mismo (socialistas incluidos). Han cedido todo y a todos, incluidos los chantajes del PNV y Bildu al gobierno socialista que van desde la ruptura de la caja única de la Seguridad Social al triunfo de tener ya a todos los presos etarras en prisiones vascas en regímenes de semilibertad o especialmente beneficiosos.
Sánchez ha jugado estos años a unas dobles parejas que le garantizaban seguir en el poder: PNV y Bildu en el País Vasco y Junts y ERC en Cataluña. Todos ellos han mantenido sus rivalidades internas en sus respectivos territorios, pero una unidad de acción en apoyar a Sánchez ante el temor de una llegada del PP al poder. Ahora hay doble cita electoral autonómica. Los vascos se la juegan el 21 de abril y los catalanes el 12 de mayo. Los socialistas se la juegan en las dos y de rebote también en Madrid.
A nadie extrañará que, si el PNV gana los socialistas les apoyen. Pero, al contrario, un triunfo de Bildu sobre el PNV que dejara también en manos del PSE las llaves del gobierno de Vitoria no sería tan fácil la decisión. Primero, por las infinitas promesas de Eneko Anduenza, el candidato socialista, de rechazar pactos de gobierno con EH Bildu. Promesas que suenan tanto a las que hizo Sánchez que nadie se extrañaría si las rompe. Sólo hace falta recordar lo dicho y hecho en Navarra. La segunda derivada es más peligrosa y compleja para el presidente porque implicaría el malestar y enfado del PNV por la elección socialista de Bildu para Ajuria Enea. Y la forma de hacérselo pagar estaría en Madrid.
La inestabilidad del gobierno es manifiesta. Da igual que les conceda todo y se arrodille siempre a las peticiones de sus socios porque la guerra electoral entre ellos ya ha estallado y también le perjudica. Salvador Illa puede ser de nuevo sacrificado por Sánchez en beneficio del propio Sánchez. Sólo una mayoría absoluta del PSC evitaría que tenga que de nuevo elegir entre lo malo y lo peor. Algo difícil de conseguir en medio de la tormenta de los escándalos de las mascarillas del caso Koldo que muchos rivales van a usar contra Illa. Enfrente un Puigdemont, candidato triunfante tras humillar reiteradamente al gobierno español, y dispuesto a hacer valer hasta el final su triunfo si consigue quedar por encima de ERC , aunque sea por un solo voto. Y otro tanto se puede decir del partido de Junqueras que necesita exhibir medallas de saqueo a Sánchez para competir con Junts. El que no consiga de los dos el acuerdo o el triunfo tendrá que penar en Cataluña, pero lo hará pagar en Madrid. Eso si no se ponen de acuerdo otra vez para un referéndum u otra declaración unilateral de independencia.
ERC necesita armas determinantes ante su electorado y la más fácil y repetitiva es la de la volver exigir la soberanía fiscal. Saben que, pase lo que pase, su nefasta gestión económica donde han priorizado objetivos y gastos independentistas los ha llevado a una pésima situación en la que nada más fácil que echar la culpa a España. Las tramposas balanzas fiscales vuelven a ser una demanda para justificar esa petición que ahora, disparando por elevación, piden que tenga un estatus similar al concierto económico vasco. Lo que Pujol rechazó en los años ochenta por considerar que siempre era mejor tener al Estado detrás para respaldar cualquier deuda, ahora vuelve a ser una exigencia independentista.
En un curioso fuego amigo contras sus amigos vascos, incluyen en su petición que ellos sí serán solidarios con las regiones más pobres de España. Y lo hacen de una forma doblemente sorprendente. Por un lado, exigen poder decidir sobre la gestión correcta del gasto del resto de comunidades. Ellos, los que peor han gestionado, piden funciones estatales para ejercerlas sobre los demás. Y, por otro lado, ponen de manifiesto la insolidaridad del concierto y del cupo vasco y navarro con el resto de los españoles. Nadie sabe como se calculan, pero todos saben que son compras políticas que, por antiguos derechos forales, ahora mantienen la surrealista situación de que sean las regiones pobres las que financien a los ricos vascos y navarros. Y eso es lo que quieren también los catalanes. Qué lejos están del federalismo, ese tan igualitario del “o todos o ninguno”. Qué lejos estamos de la igualdad de los españoles ante la ley y ante Hacienda.
Qué lejos estamos de casi todo en los últimos años.