El discreto encanto del federalismo
«Un proceso de recentralización no serviría para calmar los conflictos territoriales que tenemos en ningún escenario que podamos imaginar. Los alimentaría más»
La completa recopilación elaborada por alguno de los asesores ministeriales sobre Óscar Puente demuestra cómo están las cosas en estos momentos. Como en botica, en esas páginas hay de todo: unos pocos insultos baratos, palabras groseras, bastantes usos comunes en la profesión y alguna que otra ocurrencia. Pero esos folios evidencian, sobre todo, cómo la opinión publicada del centro-derecha ha malgastado sus fuerzas en vilipendiar al ministro que más brilla en esta legislatura, además de un auténtico maestro en lo suyo. Y digo esto para que el apuntador, y no sólo el del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, vea que en este medio también se valora la labor de Puente, que para eso le colocaron con cartera en el actual Consejo de Ministros. Para este baile se necesita siempre dos danzantes, y parece que no se les da mal ni al uno ni a los otros.
Durante las últimas semanas, el columnismo del centro-derecha ha ocupado más tiempo en juguetear con el lenguaje para atacar al ministro que en debatir sobre propuestas políticas concretas. Es una tentación que también se encuentra en la izquierda, donde sus plumas están enfrascadas en hacer una descalificación inmisericorde a la oposición. A más de una se le nota ya la fatiga, como si tuvieran ganas de la llegada de un presidente de derechas para poder desmelenarse y resistir al poder. Entre las excepciones se encuentra Manuel Arias Maldonado, que ha publicado en los últimos días dos textos donde hace referencia a una posible hipótesis federalista para el centro-derecha. Como él mismo señala, también podría ser una preocupación para centristas liberales o para las izquierdas de raigambre jacobina. Por desgracia, utilizo aquí el magisterio de Josu de Miguel, no sabemos bien lo que quiere decir federal de tan manoseado que está el término. O, podríamos darle la vuelta a la formulación, sabemos tan bien lo que es que no podemos aceptar los usos cotidianos en la política patria. Como palabra tribal, el federalismo no deja de ser un espantajo ideológico de uso engañoso y despreocupado.
«El Partido Popular se enfrenta con una tensión que no ha sido capaz de resolver cabalmente: no sabe qué hacer con las cuestiones territoriales»
Desde los tiempos de su refundación, y ya ha llovido de aquello, el Partido Popular se ha enfrentado con una tensión que no ha sido capaz de resolver cabalmente: no sabe qué hacer con las cuestiones territoriales. Esto es especialmente preocupante porque estamos hablando de una de las dos únicas alternativas reales de poder que tiene el sistema político español. El PSOE ya ha comprado, por el contrario, una cierta idea confederal, que en España siempre se alimenta de la compra-venta de privilegios de unos territorios sobre otros. Los conservadores, sin embargo, se encuentran en una indefinición que le hace abrazar pulsiones centralizadoras o descentralizadoras según el momento y la geografía electoral. Un problema agravado por las convulsiones ideológicas de una casa con una convivencia no sencilla entre las familias que integra.
Sí, hablar de una propuesta federalista del centro derecha es arriesgado. Sin embargo, el Estado de las Autonomías no deja de ser un régimen materialmente federalista. Y un proceso de recentralización no serviría para calmar los conflictos territoriales que tenemos en ninguno de los escenarios futuros que podamos imaginar. Al contrario, los alimentarían mucho más. Así las cosas, quizá haya llegado el momento de poder pensar una reforma federalista de nuestra estructura territorial. Los grandes acuerdos del pasado la construyeron buscando un suelo institucional y competencial similar, con las salvedades que todos conocemos.
Con seguridad, esta no es una propuesta con buena prensa entre los votantes conservadores, pero debería ser explorada. La propuesta federal puede hacer realidad aquello del «libres e iguales» que muchos ansiamos en el terreno personal y territorial, mientras responde a esa búsqueda de la unidad en la diversidad deseada. El federalismo, dejémoslo claro, no puede existir donde no hay igualdad en derechos y obligaciones. Es imposible conseguirlo sin lealtad entre las partes del todo común. Eso es, en el fondo, lo que ha hecho que la España autonómica haya tenido tantos problemas y conflictos a lo largo de las décadas. Una propuesta federalista también encaja dentro de los principios defendidos por los conservadores y serviría para demostrar cabalmente que los nacionalistas están a otra cosa. Sin posibilidad de negociar privilegios diferenciales no haría falta disfrazar las cuestiones esenciales y hasta podríamos abrir algunas de las discusiones que deberíamos haber tenido en algún que otro momento.