THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Al César lo que es del César

«Es un lenguaje cesarista, bonapartista. El líder es criticado y se defiende con la manipulación emocional, la apelación a las masas, el sentimentalismo tóxico»

Opinión
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Al César lo que es del César

Ilustración de Alejandra Svriz

El PSOE es la izquierda. La izquierda es Sánchez. La democracia es Sánchez. El silogismo es así de transparente. Si no te adhieres a la histeria colectiva en torno al presidente, tus credenciales democráticas están en entredicho. El presidente ha abierto su corazón ante la ciudadanía; ahora la ciudadanía debe abrir su corazón ante él. «Defender a Pedro Sánchez es defender la democracia», ha dicho el portavoz del PSOE en el Congreso Patxi López. La ministra de Ciencia, Diana Morant, ha hecho unas declaraciones pueriles y peligrosas: «Esta batalla no la pueden ganar los malos. No pueden ganar quienes hacen guerra sucia y van contra la democracia». El lema de una de las manifestaciones de apoyo al presidente este fin de semana es «Por amor a la democracia». Un manifiesto de periodistas en defensa del presidente (que no tiene precedentes en democracia) dice así: «La campaña de bulos, falsedades y acoso contra los miembros de los dos últimos gobiernos de coalición […] atenta contra las bases mismas de la democracia parlamentaria». 

Criticar la decisión de Sánchez no solo te coloca en el lado incorrecto de la historia (una dicotomía siempre peligrosísima), también es cruel. Patxi López se ha atrevido incluso a decir que el PP «ha hecho burla de algo que mueve millones de corazones, que es el amor, llamándole cursi, o ridículo». Y ha añadido: «En la decisión del presidente hay una reflexión política, pero también hay mucho amor». Recomendaría a López que modere su defensa a ciegas del presidente. No por mí o por el estado de salud del debate público, sino porque a veces el elogio excesivo puede ser confundido con la burla. Si llamas muchas veces genio a un mediocre, acabará pensando que te estás riendo de él. 

«La catalanización de la política española ha alcanzado su clímax. A base de negociar con él, Sánchez se ha convertido en Puigdemont»

Es un lenguaje cesarista, bonapartista. El líder es criticado y se defiende con la manipulación emocional, la apelación a las masas, la crítica a fuerzas oscuras que impiden el correcto desarrollo de su función (que es la representación genuina de los intereses del pueblo), el sentimentalismo tóxico. Recuerda a la retórica trumpista contra el deep state, una suerte de gobierno en la sombra que boicotea los nobles intentos del líder por poner al país en la senda del progreso. Y recuerda, sobre todo, al procés. La catalanización de la política española ha alcanzado su clímax. A base de negociar con él, Sánchez se ha convertido en Puigdemont. 

El movimiento ha descolocado a todo el país, pero especialmente a la izquierda. Si ya había sido prácticamente absorbida por el sanchismo, hoy no queda nada progresista fuera del movimiento. Así lo ha decidido el presidente. Si eres de izquierdas, tienes que defender a Sánchez. Ya habrá momento de criticarle más adelante, dicen algunos; no se dan cuenta de que lo que se está planteando es neutralizar completamente cualquier crítica a su persona y su gestión

Muy pocos en la izquierda se han atrevido a señalar lo peligroso de este proceso de identificación de la izquierda y la democracia con el Líder Único. Solo he visto un tuit, bastante moderado, del diputado de la Comunidad de Madrid Pablo Perpinyà, que ha recordado lo obvio: «La izquierda debería pensar en los riesgos que entraña subordinar la agenda progresista a una adhesión general, abstracta e incondicional a Pedro Sánchez. Si la política del gobierno se convierte en un plebiscito sobre Sánchez, los primeros derrotados seremos la izquierda». Es una reflexión bastante sensata que, en días como hoy, suena incluso valiente. Aún más valiente sería que señalara el núcleo de la manipulación de Sánchez, que considera que lo único que garantiza la democracia en España es su permanencia en el poder. 

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