Ya está claro
«La España constitucional, la de la concordia y de la reconciliación, está herida de muerte por Sánchez y el muro que ha erigido para dividir a los españoles»
Los últimos cinco días, Sánchez ha montado un show que ha culminado el lunes con su visita al Rey y una posterior declaración. Al Rey le ha dicho que ha reflexionado mucho y ha llegado a la conclusión de que para conseguir que España se convierta en una república bolivariana es imprescindible que él siga en La Moncloa. Y en su declaración ha dicho que, aunque es muy duro ver cómo acusan a su mujer de trabajar honradamente, él está dispuesto a sufrirlo, porque se siente llamado a liderar al mundo entero ante los ataques de las fuerzas reaccionarias, que identifica con las que no le aplauden a él.
Por eso va a seguir siendo presidente del Gobierno «con más fuerza si cabe» para «regenerar nuestra democracia».
El que tenga ojos para ver, que vea y el que tenga oídos para oír, que oiga, ya lo dice el Evangelio de San Mateo, porque no lo ha podido decir más claro.
Aunque produzca escalofríos, creo que merece la pena hacer más explícito lo que en su alocución ha dicho, porque algunos pueden no haberse enterado bien.
Ha empezado haciéndose la víctima del odio, la insidia y la falsedad de unos que acosan a su familia, cuando en un Estado de derecho, como todavía es España, sería facilísimo presentar una denuncia contra esos que él llama difamadores y calumniadores y que la Justicia los condenara, si hubiere caso.
«Las muestras de solidaridad recibidas han sido escasas y provenientes, en gran parte, de aquellos que deben su sueldo a Sánchez»
Para seguir agradeciendo las muestras de solidaridad recibidas, que todos hemos tenido la oportunidad de comprobar que han sido especialmente escasas y provenientes, en gran parte, de aquellos que, de una u otra forma, deben su sueldo a Sánchez y al aparato del sanchismo.
Para concluir que, con el apoyo con que cuenta, que son los 178 diputados sanchistas, comunistas, golpistas, independentistas y filoterroristas, está dispuesto a luchar por una sociedad nueva en la que no tengan cabida el odio y la falsedad, que, según él, es lo que cultivamos los que no estamos con él. A esos que llama la fachosfera.
Así de claro. El objetivo final se lo robó hace ya tiempo a los comunistas bolivarianos de Podemos: llegar a la república plurinacional, en la que desaparezcan para siempre los contrapesos y las garantías que identifican a las democracias liberales de Occidente, como son la libertad de expresión y de opinión, la independencia del Poder Judicial y la sumisión de todos a la Ley. Una república en la que, por supuesto, la oposición no exista porque o está en la cárcel o en el exilio o en la clandestinidad.
Y la forma de lograrlo también se la robó a los podemitas, comunistas seguidores de Chávez y encuadrados en el Grupo de Puebla: aprovechar la mayoría, por más exigua que sea, conseguida en unas elecciones, para aprobar las leyes que vayan acabando con todos esos contrapesos y, sobre todo, con la separación de poderes.
«Un consejo sanchista nombrará a jueces de inequívoca servidumbre sanchista para presidir audiencias y salas»
Con los 178 votos de Frankenstein, Sánchez ya ha anunciado que va a por todas. Esto quiere decir que todos los desafueros que ya ha cometido (indultos a golpistas, eliminación del delito de sedición y de malversación, amnistía para golpistas y terroristas, sumisión a Bildu en leyes como la de la Memoria Democrática, etc) no son nada al lado de los que, desde hoy mismo, se va a poner a cometer. Que no son muy difíciles de imaginar.
Porque ya no hay duda de que, como le molesta que haya jueces independientes, va a acabar con esa independencia, y la fórmula es muy sencilla. Deprisa y corriendo se redacta una nueva Ley Orgánica del Poder Judicial para limitar a la mayoría simple los votos que en las Cortes se exigen para formar el Consejo General del Poder Judicial, paralizado por él para impedir que haga ninguno de los casi 200 nombramientos pendientes por estar en funciones. Un consejo sanchista nombrará a jueces de inequívoca servidumbre sanchista para presidir Audiencias y Salas e, inmediatamente, se castigará a los jueces que hayan osado tomar alguna decisión que al autócrata le haya podido molestar, empezando, claro está, por el ingenuo que ha osado abrir diligencias previas antes las informaciones que afectan a Begoña Gómez.
Además, modificará la Ley de Enjuiciamiento Criminal vigente para atribuir a los fiscales la instrucción quitándosela a los jueces, sabiendo que el Fiscal General del Estado va a ser un sumiso peón que hará siempre lo que él, el autócrata, le ordene («¿de quién depende la Fiscalía?, ¡pues eso!»).
En cuanto a la libertad de expresión y a los medios de comunicación, hará como Azaña en el 31, con su Ley de Defensa de la República, que acabó con la libertad de prensa, promulgará una ley de defensa del régimen sanchista, que llamará antibulos, para cerrar o asfixiar los medios que no le hagan la pelota.
«No dejará de acusar de fachas a todos los políticos y partidos que no le hagamos la ola»
Y a imitación de sus correligionarios socialistas del 34, que dieron un golpe de Estado porque querían evitar que gobernara la derecha, no dejará de acusar de fachas a todos los políticos y partidos que no le hagamos la ola. Acusación en la que ya sabe que tendrá el apoyo de todos los medios y periodistas que le deben el pan. Acusación, que, si puede, le llevará hasta la ilegalización sin complejos de los partidos que le molestemos (la derecha y la ultraderecha).
Todas estas leyes, que nos llevan a Venezuela, no tendrán problemas en el Tribunal Constitucional porque ya se ha encargado de que allí sean mayoría unos sumisos esbirros suyos.
Esto es lo que hay. Si alguien tenía alguna duda, si alguien no quería ver lo que está pasando en España desde hace seis años, la intervención de Sánchez el pasado lunes se lo ha dejado claro, clarísimo. La España constitucional, la España de la concordia y de la reconciliación, está herida de muerte por Sánchez y el muro que ha erigido para dividir a los españoles (¡con qué arrogancia presumía el otro día de que en el País Vasco le han votado a él 9 de cada 10 electores, haciendo suyos los votos al PNV y a Bildu!).
Sánchez ya no disimula. Por lo tanto, todos los que queremos que España sea un Estado de derecho, sea la monarquía parlamentaria que los españoles decidimos que fuera, tenemos que pasar a la acción. Y todos unidos contra este Frente Popular, cuyo caudillo indiscutible ya ha dicho claro qué quiere hacer de España y cómo quiere conseguirlo.
Si los partidos constitucionalistas se unen, si los jueces decentes resisten, si los periodistas independientes defienden su libertad, si los políticos no sanchistas son capaces de explicar en Europa que Sánchez no es un socialdemócrata más sino un líder bolivariano, si los ciudadanos toman conciencia de lo que está en juego, que es la desaparición de la España Constitucional, Sánchez y Frankenstein acabarán derrotados. Así que pongámonos a la tarea desde ya mismo.