THE OBJECTIVE
Marta Martín Llaguno

El sistema sanchista de prensa

«Bajo este Gobierno, que se autodenomina progresista, se ha producido el mayor giro en la forma en que el poder se relaciona con la prensa desde la Transición»

Opinión
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El sistema sanchista de prensa

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hace tres semanas, el ministro Bolaños presentó el Plan de Acción por la Democracia… sanchista. Lo hizo con una habilidad digna de un trilero: usando astutamente las obligaciones impuestas por la UE para cubrir la necesidad de acallar urgentemente la cobertura de ciertos escándalos de corrupción.

Es cierto que, en 2020, en su lucha contra la desinformación y los ataques a la libertad de prensa, la Comisión Europea aprobó un plan que exigía reforzar áreas clave para la democracia, como los medios. También es verdad que existe un Reglamento Europeo sobre la Libertad de los Medios de Comunicación que entrará en vigor en 2025 y que impone normas para garantizar que los medios sean plurales, independientes y libres. Sin embargo, en comparación con otros países, en España no habíamos mostrado mucha prisa… hasta el caso Begoña. Hete aquí que todo se concreta en abril de este año.

Ese, y no otro, es el momento en el que un hombre «profundamente enamorado» se toma cinco días de «descanso» de su oficio de presidente, al leer que los periódicos cubren la imputación de su esposa por tráfico de influencias y corrupción. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se pergeña el plan que regula, retorciéndolas, las cuestiones planteadas por Europa.

Así, en defensa de la «transparencia y pluralidad en el ecosistema informativo», el Ejecutivo se reserva el poder de decidir qué «es un medio de comunicación y qué no», y quiénes son los «verdaderos profesionales». También se plantean reformas a los artículos del Código Penal que regulan la libertad de expresión, por ejemplo, en relación con la Corona o los sentimientos religiosos. Además, se propone reformar la Ley Orgánica para la protección del derecho al honor y crear una comisión en el Congreso sobre la desinformación. También se contempla establecer un registro sobre la propiedad y la inversión publicitaria de los medios, mientras se reservan el derecho a destinar 100 millones de euros a la digitalización… en fin.

Se ha escrito mucho ya sobre el Plan de Acción por la Democracia sanchista, y no voy a profundizar más. Porque el plan es solo la guinda del pastel.

«La organización de los medios en los diferentes países refleja los valores de los regímenes bajo los que operan»

Lo verdaderamente grave es que, bajo este Gobierno que se autodenomina progresista (sic), se ha producido el mayor giro en la forma en que el Poder Ejecutivo se relaciona con la prensa desde la Transición.

Siebert, Peterson y Schramm, durante la Guerra Fría, señalaron que la organización de los medios en los diferentes países refleja los valores y estructuras de los regímenes bajo los que operan. Estos autores desarrollaron una tipología en Four Theories of the Press que distingue cuatro modelos de regímenes mediáticos:

1. Liberales (con medios independientes del Estado),

2. De responsabilidad social (con medios que tienen la responsabilidad de actuar en interés público con independencia, pluralismo e imparcialidad),

3. Comunistas (con medios estatales que promueven la ideología oficial del régimen), y

4. Autoritarios (con medios controlados por el Estado, con críticas limitadas y represión de voces disidentes).

Cada sistema utiliza herramientas específicas (casi todo está inventado ya). Por ejemplo, el franquismo tuvo un sofisticado sistema autoritario de prensa.

No es una opinión, sino un hecho, que con Pedro Sánchez ha aumentado el control indirecto sobre los medios. El Gobierno con más asesores de comunicación en la historia se sirve de varias estrategias para el manejo de la narrativa pública, a saber:

1. La intervención de medios públicos, especialmente RTVE, mediante la elección de su dirección;

2. La cooptación de cabeceras, mediante subvenciones y publicidad institucional;

3. La polarización de discursos, mediante la dicotomía del relato (progresistas versus reaccionarios, sanchistas versus fachas); y

4. La gestión del acceso a la información (mediante filtraciones privilegiadas y vetos);

Parece que la tendencia va in crescendo. Sobre la mesa está ya, por ejemplo, la advertencia de que se van a «reforzar las inspecciones laborales» en un plan contra los «bulos».

Este sábado nos enteramos de que el Ministerio de Transformación Digital, dirigido por Óscar López, parece que será el responsable de supervisar a los medios de comunicación en la nueva etapa que abre Moncloa. Óscar López, íntimo amigo del presidente, ha sido el hombre elegido para completar el sistema sanchista de prensa, en el que el Gobierno centralizará la autoridad para decidir qué es información veraz, limitará las voces disidentes y mimará con subvenciones al resto de cabeceras para que no se desmadren. Todo en orden.

«Un plan dirigido a ‘regenerar’ terminará siendo uno de los mejores instrumentos para ‘degenerar’»

La antífrasis es una figura retórica que consiste en usar una expresión con un sentido contrario al que verdaderamente se quiere comunicar. Subraya una contradicción y es un recurso frecuente en discursos cínicos (por ejemplo, llamar genio a alguien que ha cometido un error…).

Un plan que, supuestamente, está dirigido a «regenerar», pero que terminará siendo uno de los mejores instrumentos para «degenerar», no es un Plan de Acción por la Democracia, es una antífrasis de libro. La oposición ha de denunciarlo porque la UE debe saberlo (y hacer algo).

No quiero hacer spoiler: piensen, piensen ustedes mismos en dónde encajar nuestro sistema de prensa. Pues eso.

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