THE OBJECTIVE
Marta Martín Llaguno

La desinformación como excusa para la coacción

«Si la desinformación socava la democracia, una supuesta lucha para erradicarla que imponga mantras interesados y que ejerza la coacción ideológica también»

Opinión
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La desinformación como excusa para la coacción

Ilustración de Alejandra Svriz

Entre el festival de Eurovisión y la campaña catalana, el acuerdo firmado el viernes por Albares y Blinken «para frenar la desinformación» ha pasado casi desapercibido. La rúbrica, ¡qué casualidad!, se ha hecho justo después de ese cese interruptus de Sánchez, que, puesta en agenda la «máquina del fango», ha abierto la veda para legislar (más) sobre la lista de «buenos» y «malos» medios.

Leía la noticia en una cabecera de la opinión sincronizada (que se ha congratulado de ello) cuando dos amigos, ¡otra casualidad!, me remitían simultáneamente una información de UnHerd, ese medio británico «de periodismo pausado» que ofrece análisis sobre temas poco convencionales.

El 17 de abril UnHerd publicó una investigación sobre el Índice Global de Desinformación (IGD). Al parecer esta entidad recibe dinero, de entre otros patrocinadores como Soros, de los gobiernos alemán, británico y europeo. IGD se dedica a elaborar «listas de medios» que sirven para justificar «la activación o desactivación de ingresos publicitarios», es decir, para apuntar dónde deben (o no) meter publicidad los anunciantes. Hasta aquí, y bajo el argumento de preservar la veracidad, parece incluso razonable que se penalice al que miente.

El problema viene con la delimitación de la «desinformación». Y es que, inicialmente, como tal se consideró el «contenido deliberadamente falso, diseñado para engañar». Sin embargo, esa definición se ha ampliado a «cualquier cosa que despliegue una narrativa contradictoria», incluidas las historias objetivamente ciertas que enfrentan a personas, o atacan a individuos, instituciones o a la ciencia.

UnHerd ha sido incluida en la «lista de desinformación dinámica» (aquella que debe ser boicoteada por los anunciantes) no por difundir bulos o lanzar noticias inexactas sino por divulgar tribunas que sostienen «que existen diferencias biológicas entre los sexos» y que hacen críticas «a las creencias de género», cuestiones que el IGD considera «desinformación». Sirva como tremendo aviso para navegantes.

«Lo que nació para garantizar el derecho a la información puede convertirse en una peligrosa herramienta de coacción»

Así las cosas, aquello que nació para garantizar el derecho a la información puede convertirse en una peligrosa herramienta de coacción. Las agencias de clasificación son manos negras que, en maquinaria de la publicidad online indican «lo que se debe o no patrocinar»… con un criterio que no se relaciona estrictamente con la verdad, sino vaya a saber usted con qué intereses. Estas instituciones que guían la inversión de los anunciantes pueden marcar la vida (o muerte) de las empresas informativas y… lo que es más grave: dirigir el discurso público sin que nos enteremos.

La desinformación emerge como un problema importante y por eso se está destinando mucho dinero y esfuerzo a combatirla. Sin embargo, aunque sea políticamente incorrecto y pueda parecer tabú, es necesario hacerse también algunas preguntas. Por ejemplo: ¿Qué efectos están teniendo las agencias verificadoras y las «clasificaciones» en la pluralidad y la polarización mediática? ¿Qué repercusión pueden tener en las campañas electorales?¿Quién verifica al verificador y, sobre todo, quién lo financia?

«Pronto tendremos en Europa elecciones al Parlamento Europeo y, en Estados Unidos, presidenciales (…) queremos hacer un esfuerzo especial para evitar la desinformación en lengua española», dijo Albares en la firma del acuerdo. Perfecto. Y luego ha añadido como quien no quiere la cosa, «tenemos una agenda progresista común que impulsaremos».

Si la desinformación socava la democracia, una supuesta lucha para erradicarla que imponga mantras interesados y que ejerza la coacción ideológica también. Al caso UnHerd me remito.

Vigilar que no se gesten sutiles maniobras para el manejo de la opinión pública, que suponen una grave amenaza para la libertad y el pluralismo, no es un tema baladí. Avisados estamos.

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