Las primas ahora votan a Vox
«Para quien realmente esté preocupado por el auge de los movimientos populistas solo queda reflexionar y ofrecer una alternativa real ante los retos generacionales»
Como cada año, Nochebuena es una noche para compartir con la familia. Si la familia en cuestión es relativamente heterogénea a nivel socioeconómico e ideológico, abuelos, primos, hermanos, padres, madres e hijos componen por una noche un pequeño focus group en el que se reflejan a la perfección numerosas dinámicas sociales. Entre tópicos, cuñadeces y discusiones de sobremesa se observa a la perfección el estado del debate público. Sin embargo, algo parece que está cambiando en estas tradicionales cenas de Navidad. Los más jóvenes ya no son rebeldes comunistas que le llevan la contraria al cuñado facha, sino que ahora hablan de inmigración, critican el feminismo y a quien ponen de los nervios es a Charo, la tía socialista. Incluso las primas ya no te regañan por los micromachismos, sino que te dicen tan anchas que ellas votan a Vox.
Por supuesto, nuestra sociedad es muy diversa y plural y cada familia es distinta, por lo que tal vez algún lector en particular no sienta que su cena de Navidad sea un ejemplo de lo anterior. Pero si los clichés navideños existen es porque representan patrones repetidos a lo largo y ancho de nuestro país, y todo indica que la sociedad tiende rápidamente hacia este nuevo paradigma. Así lo avalan los datos proporcionados por diferentes casas de encuestas. Por ejemplo, los datos brutos del CIS sitúan como segunda fuerza a Vox en los tramos de edad de 25 a 45 años y tercera en el de 18 a 24. Por su parte, 40dB, empresa que trabaja para El País, los sitúa como primera fuerza entre los votantes noveles con hasta un 25% de intención directa de voto. Desde luego no se puede acusar ni al CIS ni al proveedor demoscópico de El País de sesgo derechista, por lo que no parece que estos datos puedan ser fruto de una manipulación intencionada.
Toda esta derechización tiene como telón de fondo lo que se conoce como el movimiento de la «ventana de Overton». Los consensos que existían en 2018, en plena ola feminista, hoy han sido sustituidos por otros y lo que tal vez entonces parecía intolerable decir hoy es completamente razonable. Un movimiento que además es pendular, una reacción de la juventud a los mantras que precisamente se han ido consolidando en los últimos años y han sido repetidos hasta la saciedad desde el poder. El statu quo que se promueve desde el Gobierno hasta Televisión Española pasando por la educación pública es el de la corrección política, y es esa oficialidad ante la que los más jóvenes reaccionan.
A la prima a la que desde pequeña le han intentado convencer de que solo por ser mujer era una víctima sistemática con menos derechos que sus hermanos y compañeros hombres, ahora le parece que hay leyes abusivas que las privilegian y rechaza las cuotas de género o las leyes que establecen asimetrías penales en función del sexo registral. Esa misma prima también piensa que ciertas culturas que se están importando son las que realmente amenazan los derechos y libertades conquistados en el pasado, que ella como mujer se siente más insegura ante ciertos grupos poblacionales donde se repiten patrones de conducta mucho más machistas y homófobas que entre la generalidad del resto de la población.
«Tras seis años de Gobierno supuestamente progresista, el problema de la vivienda no solo no ha mejorado, sino que se ha agravado»
Pero no todo es una cuestión identitaria, también hay otros problemas materiales que preocupan enormemente a las nuevas generaciones. Por ejemplo, la vivienda. La pérdida de poder adquisitivo entre los jóvenes por la insuficiente subida de los salarios y el constante aumento de los precios de la vivienda tanto en venta como en alquiler imposibilitan la esperanza de construir un proyecto de vida como el de sus padres. Al fin y al cabo, el hogar es la condición indispensable para independizarse y formar una familia, y la perspectiva de que ese horizonte se antoja imposible genera una frustración existencial. Lo más interesante es que en este caso la vivienda es un problema que afecta esencialmente a la juventud de clase media y trabajadora y por lo tanto cabe preguntarse ¿por qué no está capitalizando la izquierda esta ansiedad?
Tras seis años de Gobierno supuestamente progresista, la sensación generalizada es que el problema no solo no ha mejorado, sino que se ha agravado ante la total indiferencia o incapacidad de la izquierda. Y ante el vacío político de la izquierda en esta cuestión y las anteriormente mencionadas, así como la falta de oferta de una alternativa en la derecha tradicional, Vox se lleva posicionando mucho tiempo como un partido que habla sin complejos y que no tiene reparos en hablar de priorizar a los españoles y los jóvenes por encima de cualquier consenso preestablecido. Además, Vox se ha demostrado un partido especialmente eficaz a la hora de llegar a los más jóvenes en un mundo en el que estos se informan esencialmente a través de redes sociales. El partido lleva años a la vanguardia de la comunicación digital y ha logrado pescar en este caladero mucho más que cualquier otra fuerza política.
La tendencia parece difícil de revertir por ahora, y todo indica que mientras los mismos problemas persistan no hará sino incrementarse. Lamentablemente, en España hoy se habla más de estos dilemas en las mesas de Navidad que en un Parlamento en el que todo debate queda opacado por el escándalo permanente en el que se ha instalado el Gobierno de la nación. Para quien realmente esté preocupado por el auge de los movimientos populistas en España, Europa y Occidente solo queda reflexionar, hacer autocrítica sobre los errores cometidos en los últimos años y ofrecer una alternativa real ante los retos generacionales. Y si no, serán otros quienes capitalicen ese sentir.