The Objective
Jasiel-Paris Álvarez

Charlie Kirk y la guerra civil de los idiotas

«A un lado, una izquierda que deja ver que Kirk se lo había ganado a pulso. De otro lado, una derecha que, afirma la culpabilidad de ‘la izquierda’ en general»

Opinión
Charlie Kirk y la guerra civil de los idiotas

Charlie Kirk muestra una pancarta en apoyo a la candidatura de Donald Trump. | Dominic Gwinn (Europa Press)

Con el asesinato de Charlie Kirk se han retratado dos grandes grupos de idiotas. A un lado, la izquierda idiota que entiende que Kirk se lo había ganado a pulso. Del otro lado, la derecha idiota que afirma la culpabilidad de «la izquierda» en general y llama a la venganza colectiva. Estos dos grupos de idiotas son los ingredientes necesarios para una hiper-polarización guerracivilista. Pero en el EEUU de fentanilo, enfermedad mental, bandas y terroristas de todo signo (fenómenos que van llegando a España) la nueva guerra civil no será la romántica contienda que algunos imaginan, con valientes unionistas contra caballeros confederados y heroicos maquis contra honorables requetés, sino una absoluta desintegración civilizatoria en un mar de sanguinarias tribus posmodernas envilecidas por las redes sociales.

De Charlie Kirk se puede decir que optó por el debate frente a la violencia, llevando sus polémicas al corazón de los “espacios seguros” universitarios. Pero su aire disidente se esfumó poco a poco, a medida que el trumpismo tomaba el poder. Al principio las palabras de Kirk inspiraron morbosos debates, al final inspiraban grises leyes contra sindicalistas, activistas propalestina o trabajadores migrantes. Ahora los suyos han querido despedirle como un mártir rebelde, pero era ya un mero vocero del régimen. En ese sentido, su equivalente en la España del PSOE no sería Vito Quiles, sino David Broncano. Hace años que la nueva derecha ha dejado de ser el nuevo punk, mostrándose como una modalidad más de la idiocracia hegemónica.

Kirk era un neocon del peor trasfondo anglo-evangélico, con unas cuantas ideas ridículas (una «conspiración marxista-islámica destruye EEUU»), otras ideas muy cuestionables (instaría a su hija de 10 años a parir un bebé fruto de una violación) y otras directamente criminales (que Israel no tiene la culpa de los palestinos muertos, ni EEUU de los japoneses que fueron atomizados en la Segunda Guerra Mundial). Unos pocos entre la izquierda defienden abiertamente que hay quien merece la muerte por tales ideas, pero otros tantos solo se atreven a insinuarlo: «Predicaba mensajes de odio y ya se sabe que quien siembra vientos»… O bien: «Kirk decía ser pro-armas aunque causen unas cuantas muertes al año, así que»…

Esa izquierda idiota ha tirado de bulos y malas traducciones para pintar a Kirk como un defensor de esclavizar negros y lapidar homosexuales. Es el caso de Ignasi Guardans, que afirma con la boca pequeña que «nada justifica la violencia» para añadir de forma siniestra: «Al menos por ahora». Dice que «es condenable matar a gente», pero lo matiza: «…en tiempo de paz». Sugiere que pronto va a llegar una situación “de guerra” donde podrá aplaudir gustoso los asesinatos políticos. Otro enfermo habitual de la liberal-progresía, Pedro Vallín, afirma que previamente «Kirk había disparado contra mucha gente sus palabras», por lo que dispararle balas parece una consecuencia legítima. Vallín celebra el asesinato como un «premio Darwin», es decir, una selección natural beneficiosa para la raza. ¿Quién necesita nazis teniendo estos progres?

Pero también tenemos a la derecha idiota, en la estela de los comentaristas de la Fox clamando que «esto es la guerra» y «es necesaria una venganza». ¿Contra quién? «Izquierdistas radicales», «marxistas culturales», «neo-comunistas» y demás espantajos post-macarthistas de un país donde apenas existe una izquierda socialista (en sentido eurasiático). Los grupúsculos de odio en EEUU se reducen a «círculos woke», activistas trans-queer, «antifa» y «Black Lives Matter» que tienen más que ver con el liberal-individualismo gringo que con la tradición obrera-colectivista del Viejo Mundo. 

Lo cierto es que entre los pocos social-demócratas de EEUU la condena del asesinato ha sido unánime, desde Bernie hasta Alexandria. El muy-socialista Ben Burgis ha firmado en la muy-socialista revista Jacobin un artículo titulado «El asesinato de Charlie Kirk es una tragedia y un desastre». El tal Burgis, muy lejos del estilo «cancelador», había debatido contra Kirk con corrección (denunciando la contradicción entre la retórica populista de Kirk y su visión económica elitista). También debatió contra él en su podcast el gobernador progresista de California Gavin Newsom, que ha pedido «honrar la memoria de Kirk continuando su labor de conversar con el oponente». Sin embargo, Elon Musk difundía en X que «figuras de izquierda como Newsom han creado un clima de odio contra la derecha que ha radicalizado a la gente hacia la violencia política contra Kirk». ¿Por qué esa mentira?

El fenómeno de la polarización política consiste en demonizar al adversario de forma total. Los Republicanos (todos) son genocidas nazis y los Demócratas (todos) son chequistas bolcheviques. Las cámaras de eco en las distintas redes sociales rebosan de este tipo de comentarios, desde un bando y otro, aparentemente irreconciliables pero psicológicamente idénticos: simplistas, agraviados, narcisistas. Y lo que más odian es a alguien (sea del bando que sea) que no les acompañe en sus retóricas deshumanizantes. Esta guerra civil no se librará solamente entre los unos y los otros, sino que primero los «hunos» y los «hotros» aplastarán conjuntamente a quienes nos neguemos a participar en sus dinámicas. Más allá de que se digan rojos o fachas, hay una forma infalible de reconocerles: utilizan como el peor insulto términos tipo «equidistante», «tibio», «ambiguo», «casual», «apolítico» o «moderadito».

A los «hunos» les molesta terriblemente que muchos Republicanos sean personas inteligentes y dialogantes como Kirk, a los «hotros» les molesta que la mayoría de los Demócratas (desde los Clinton hasta los Biden) hayan aborrecido la muerte de Kirk. Debe contrariarles particularmente que los Obama hayan ofrecido una humilde oración por Kirk y su familia, mientras que el propio Kirk en vida señaló descortésmente a Barack como parte de los «marxistas-islámicos» y a Michelle como un subproducto de la «discriminación positiva». Los «hotros» hubiesen preferido en el fondo que Obama hubiese reaccionado como Guardans o Vallín, para confirmar sus sesgos de una izquierda malvada y satánica. 

Por eso la fachosfera reproduce una y otra vez las desafortunadas palabras del comentarista progre Matthew Dowd, que parecen justificar el crimen: «Kirk era una figura que sembraba el odio, y los pensamientos odiosos llevan a palabras odiosas y a acciones odiosas». Pero lo que no dicen es que Dowd fue inmediatamente despedido por la cadena progre MSNBC. También la fachosfera muestra a cargos políticos progres negándose a guardar un minuto de silencio por Kirk, como si estuviesen contentos con su muerte. Pero la realidad es que protestaban por hartazgo de que la única respuesta a la violencia armada sea minutos de silencio, banderas a media hasta y ofrecer «nuestros pensamientos y oraciones», en lugar de medidas reales -como restringir el acceso a armas de fuego a toxicómanos o enfermos mentales-. Y protestaban también porque la derecha no da minutos de silencio a otras víctimas de menor utilidad electoral, como el tiroteo escolar que hubo ese mismo día, o como Melissa Hortman, otra figura pública mortalmente tiroteada hace unos meses… pero que era Demócrata.

La narrativa de la progresfera es que toda la violencia mundial es de «ultraderecha», mientras que la fachosfera dice que la fuente de todo es la “ultraizquierda” y que las grandes víctimas son los conservadores. Obvian la historia de su país (asesinatos de figuras progresistas desde Martin Luther King hasta Kennedy) y las tendencias globales: asesinato en 2016 de la progre británica anti-Brexit Jo Cox, intentos de asesinato en 2018 de Lula da Silva, 2022 de Cristina Fernández de Kirchner y 2024 de Robert Fico. Fico ha sido incluido en un artículo titulado «Terror Rojo» (pese a no ser de derechas ni atacado por «rojos»), junto con Alejo Vidal-Quadras (tampoco atacado por «rojos» en «Voz», uno de los medios estadounidenses (propiedad del judeo-ucraniano-americano Pablo Kleinman) que esparcen las ideas neocon entre el público hispano-parlante. 

El partido Vox difunde esta narrativa falsaria del «terror rojo» por medio de su portavoz José Antonio Fúster: «Los asesinos son los de siempre», los que atentaron contra los políticos conservadores «Shinzo Abe, Fernando Villavicencio, Miguel Uribe, Bolsonaro y Trump». La realidad: el primer político fue atacado por motivos religiosos, los dos siguientes por narco-violencia, Bolsonaro por un enfermo mental diagnosticado (creyente en la conspiración masónica) y los dos casi-asesinos de Trump habían sido votantes Republicanos. Pero al menos -se consolará la fachosfera hispana- nosotros no nos alegramos de la muerte de nadie. Que le pregunten a su gurú Agustín Laje, que celebró la muerte de una senadora colombiana «zurda abortista con ideología de género: nada que lamentar”, y para el cual “cada balazo a cada zurdo es un momento de regocijo».

Las juventudes de Vox (Revuelta) lanzan un mensaje: «Nos están matando por decir la verdad». «Nos están matando», como decían de forma paranoica feministas y supremacistas negros. Así, la izquierda woke va dejando paso a una derecha woke que hereda el afán por monopolizar el victimismo y el moralismo. Todo ello es inseparable de una izquierda y una derecha aparentemente españolas, pero cerebralmente «en los USA», que salieron a protestar por las calles de Valdegarbanzos cuando un policía hincó rodilla sobre George Floyd en Minneapolis, o juran incendiar la casa del pueblo del PSOE en Navamorcilla cuando se enteran de que alguien ha matado a Kirk en Yuta. Ojalá a la próxima guerra civil vayan solo estos idiotas.

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