Laurence, Platón y el lenguaje inclusivo
«Cada cual puede sentirse como le venga en gana, pero lo que uno no puede esperar es que ese sentir propio, que es estrictamente personal, moldee la realidad»
Cuentan los periódicos que una persona ha denunciado el comportamiento de un conductor de tren porque no saludó a los pasajeros con lenguaje inclusivo; el muy desalmado dijo «damas y caballeros, niños y niñas». Y el denunciante, que se llama Laurence y se considera no-binario, no se pudo dar por saludado. Claro que la compañía de tren le terminó pidiendo perdón y le prometió que instarían a sus empleados a utilizar lenguaje inclusivo.
Por supuesto, cada cual puede sentirse como le venga en gana. Sería ridículo, además de tedioso, debatir esa cuestión. Pero lo que uno no puede esperar es que ese sentir propio, que es estrictamente personal, moldee la realidad. Porque Laurence no está negando que exista una realidad cuando se reconoce no-binario; lo que está diciendo es que la realidad la construye su sentimiento, su percepción, y que el conductor de tren debe acatarla si no quiere ser denunciado en las redes.
Aunque quizá Laurence no lo sepa, estas cosas ya las dijo Protágoras y las rebatió Sócrates. Es la famosa tesis del homo mensura: «El hombre es la medida de todas las cosas, tanto del ser de las que son, como del no ser de las que no son». A ella se adscribe Teeteto en un primer momento cuando Sócrates le pregunta qué es el conocimiento. Si Teeteto y Protágoras tienen razón, es uno mismo el que determina la realidad mediante lo que percibe, lo que experimenta, lo que siente. El mundo consistiría, entonces, en infinitas microrrealidades perfiladas según las experiencias de cada uno; y todas ellas tendrían idéntico valor.
En el fondo, como explica Cornford, no se trata tanto de negar la existencia de la percepción —el que sueña que vuela tiene, de hecho, esa experiencia— como de negar la creencia derivada de cualquier percepción. Claro que uno puede tener frío en agosto si ha cogido fiebre o un resfriado, pero ¿hace de verdad frío? Y, sobre todo, ¿es legítimo indignarse si alguien afirma que hace calor?
En definitiva, lo que quiero decir es que todas estas tesis propias de los colectivos cool del momento son más viejas que Plinio (el viejo) y que Matusalén a pesar de que las recite alguien con el pelo pintado de un color extravagante y muchos, muchísimos piercings. Y, aunque son un despropósito, por lo menos nos impelen a releer los diálogos platónicos. Tenía razón Whitehead: la filosofía posterior es una serie de notas a pie de página de la de Platón.