Suárez se disculpó ante Batet por las formas de Egea: «Debiste echarnos del despacho»
Según adelantan a THE OBJECTIVE fuentes parlamentarias, el secretario cuarto de la Mesa acudió al despacho de la presidenta «abochornado» tras una «agresiva bronca de Teo en mangas de camisa y alzando la voz»
Era un episodio secreto que el Partido Popular escondía para proteger a su secretario general. Pero la caída de Teodoro García Egea ha permitido que determinadas cuestiones ocultas emerjan a la superficie con la fuerza con la que un corcho se abre paso hasta flotar sobre el agua. Haciendo leña del árbol caído, algunas fuentes parlamentarias hablan ahora con libertad a THE OBJECTIVE sobre lo que no se vio tras el fatídico jueves 3 de febrero en la votación de la reforma laboral. Una jornada tan estridente como hiperbólica en la que, sin embargo, las cámaras no captaron el clímax de la tensión parlamentaria.
Lo que no se vio y ha podido reconstruir este periódico empieza en el momento en el que concluyó la sesión, tras los aspavientos y quejas del PP hacia la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, alegando ésta que la mesa ya había decidido que no se repetiría la votación del diputado del PP, Alberto Casero, pese a que el órgano rector de la cámara no se había reunido ni consultado. «La mesa es conocedora y ha podido tratar la cuestión y, como es una cuestión técnica de la mesa, no le voy a dar la palabra», intentó zanjar Batet la cuestión denegando la palabra a la portavoz Cuca Gamarra.
La ‘zona ciega’ del Hemiciclo
El entonces secretario general del PP, Teodoro García Egea, vociferaba indignado en su escaño mientas se levantaba alzando los brazos: «¡Pero qué es esto hombre!». Cuca Gamarra y Ana Pastor se precipitaban hacia la presidenta para manifestar sus quejas en la arena del hemiciclo, a los pies de la mesa de presidencia. Y a partir de ahí, fin de la sesión y de la señal realizada de los servicios audiovisuales del Congreso.
El lugar de los hechos: la zona ciega de la segunda puerta del Hemiciclo, la que se sitúa al fondo del pasillo del edificio de Palacio. Una zona menos concurrida que la entrada principal donde, mientras se producían los hechos, los periodistas se lanzaban a la búsqueda de las reacciones del Gobierno que acaban de salvar por los pelos y gracias a un error la reforma laboral que estuvo derogada durante 40 segundos dejando sin aliento a Félix Bolaños, Nadia Calviño, Maria Jesús Montero y Yolanda Díaz.
El «escrache» del PP a Batet
Mientras las cámaras buscaban al Gobierno, el PP acorralaba a Batet. La presidenta ya había bajado de los puestos de mando y Cuca Gamarra y el secretario general del grupo, Guillermo Mariscal, se acercaban a pedirle que reconsiderara su posición, que debía reunir a la Mesa para valorar si se debería repetir la votación de Casero porque en caso contrario «era una ilegalidad flagrante».
De repente, «una turba de diputados del PP se acercaron gritando desde el banconcillo de los fotógrafos, justo a las puertas de la salida. «¡Qué vergüenza, qué vergüenza!», gritaban alentados por Teodoro García Egea, que avanzó hacia Batet, señalándola con el dedo: «¡Esto no va a quedar así! ¡Fuerza!», decía alzando el brazo.
Los gritos de los populares seguían mientras irrumpió en la escena Macarena Olona, la secretaria general del grupo de Vox: «¡Claro que se puede repetir la votación!», gritaba hacia Batet, quien se defendía: «Sabes que estás mintiendo. No se puede duplicar el voto».
Eran decenas de diputados quienes rodeaban a la presidenta del Congreso y la situación era de tal tensión que «se podía haber caído y haber quedado expuesta ante las cámaras» una esperpéntica situación que relatan diversas fuentes parlamentarias. Por ello, un diputado del PP agarró del brazo a Meritxell Batet: «Presidenta, ve a tu despacho». Y así lo hizo ante la incrédula mirada de los otros representantes de la Mesa como Gerardo Pisarello de Unidas Podemos y Sofía Hernanz del PSOE, quienes salían en ese momento del Hemiciclo.
La «bronca de Teo, descamisado»
El despacho de Batet fue el siguiente escenario de tensión. A él se dirigieron tres miembros del PP, dos de ellos miembros de la Mesa, la vicepresidenta segunda Ana Pastor y el secretario cuarto, que acudían acompañados por Teodoro García Egea. La situación fue «muy desagradable y muy agresiva», según las fuentes consultadas. El número dos de Pablo Casado apareció en el despacho de la presidenta «ya sin chaqueta, en mangas de camisa, arremangado», y con una corbata roja como única prenda de formalidad en el vestir.
De forma vehemente y «agresiva» acorraló a Batet, en presencia del letrado mayor de las Cortes y secretario general del Congreso, Carlos Gutiérrez, preguntando: «¿Por qué no has convocado la mesa? ¿Por qué has mentido sobre la reunión de la Mesa y por qué no le has dejado repetir la votación?».
«Batet estaba aturdida, no era capaz de responder». En un momento concreto, Ana pastor preguntó a ambos, aunque mirando al letrado si seguía en vigor el punto 6 del reglamento que alude a que «El diputado que hubiera emitido su voto mediante el procedimiento telemático no podrá emitir su voto presencial sin autorización expresa de la Mesa de la Cámara que, en el supuesto en que decida autorizar el voto presencial, declarará el voto telemático nulo y no emitido». Carlos Gutiérrez no contestó.
Las fuentes consultadas hablan de un García Egea «acalorado, que alzaba la voz» y que amenazó a la presidenta con acudir a los tribunales y presentar una querella contra ella por prevaricación. Unas formas que no secundaron ni Ana Pastor ni Adolfo Suárez Illana quien estuvo la mayor parte del tiempo silente. Finalmente, los tres abandonaron el despacho de la presidenta de la cámara baja.
Suárez Illana se disculpa
Pero no fue la última visita que recibió Batet esa tarde. Al filo de las 19:00 horas, alguien volvió a tocar a su puerta. Según revelan en exclusiva las citadas fuentes parlamentarias a THE OBJECTIVE, era Adolfo Suárez Illana, quien se personó «abochornado y con mucha pompa» ante Batet para transmitirle el siguiente mensaje: «Vengo a pedirte disculpas por el comportamiento de mi secretario general. Ha sido impresentable. Tenías que habernos echado de tu despacho». Una disculpa adornada del consejo de que la presidenta del Congreso, tercera autoridad del Estado, no puede consentir que se le trate de determinada manera por ningún representante político.
En la resaca de la tormenta sucesoria del PP, lo ocurrido les sirve a algunos para ilustrar las formas con las que el secretario general ha sido la perdición de Pablo Casado. Una crónica oculta de los insólitos niveles de estridencia que se han llegado a alcanzar en el Congreso en esta legislatura que, recién pasado su ecuador, parece haber llegado a un nivel insuperable de agitación en el que «tanto el PP como Batet parecen no conocer ya el significado de la institucionalidad».