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Lo indefendible

Cómo matar en nombre de Alá sin ser un yihadista

«Me pregunto si se puede matar en nombre de Alá en un contexto en el que se persigue a los cristianos y se llama a la guerra santa, sin ser un fundamentalista religioso»

Cómo matar en nombre de Alá sin ser un yihadista

Dos mujeres colocan una vela en el sitio donde asesinaron al sacristán Diego Valencia de la iglesia de la Palma en Algeciras. | Carrasco Ragel (EFE)

Un marroquí entró en una iglesia de Algeciras con una catana, mató al sacristán en nombre de Alá e hirió a otras tres personas por profesar una religión que creía equivocada, pero según el Ministerio del Interior, no presenta un perfil yihadista. Yo ando preguntándome cómo es posible que esto pase, si es que se puede matar en nombre de Alá en un contexto en el que se persigue a los cristianos en medio mundo y se llama a la guerra santa, sin ser un fundamentalista religioso.

La puerta de entrada a esta cosa argumental es el intento loable, comprensible y necesario de que no se use al asesino para criminalizar a personas de su mismo credo, de su misma nacionalidad y de su condición administrativa. El hecho de que el asesino fuera un marroquí musulmán con una orden de expulsión de España no puede servir para difundir el mensaje de que los marroquíes musulmanes en situación irregular se dediquen a decapitar sacristanes.

Otra cosa es que se pretenda estudiar a este tipo absolutamente desligado ya no de sus condiciones demográficas y religiosas, sino de la propia yihad a la que sirvió de manera tan diligente. Era, dicen, una persona que hizo lo que hizo llevado por el mal o la locura, casi un pobre hombre que estaba malito y se arruinó la vida, por qué no por no haber recibido la atención de salud mental necesaria en esta cochina sociedad occidental y egoísta que poco a poco asume la culpa del suceso. Ahí sí que serviría el contexto para entender el caso, pero nombrar a Alá y al fundamentalismo musulmán para explicar los crímenes del fundamentalismo musulmán se considera a día de hoy un estereotipo intolerable propio de xenófobos e integristas católicos, siempre dispuestos a atacar otras religiones, ya se sabe, y aquí nos vamos a Isabel La Calólica, Averroes, Hernán Cortés y lo que haga falta.

Aquí la criminalización del cristiano sí que funciona perfectamente, y estoy pensando que si yo voy a misa el domingo con mi mujer y los niños, hay quien desliza que naturalmente estoy participando de manera corresponsable de las cruzadas, de las pilas para quemar brujas en la plaza mayor de Salamanca (no fueron tantas), las torturas de la Santa Inquisición y los abusos a los niños monaguillos, por no hablar del yugo a la mujer, la homofobia, el heteropatriarcado y otras estructuras de violencia social. Aunque si un tipo mata un sacristán cristiano, nada tiene que ver con que una parte del islam llame a matar cristianos.

Aquí al pobre asesino habrá que entenderlo y estudiar sus razones euclídeamente como si fuera una esfera perfecta, casi como un problema de física que se enuncia en último término como la consecuencia de que una lámina de acero impacte a gran velocidad sobre una superficie ósea más o menos esférica cubierta de piel y la quiebre. Así pasó, como un golpe, o una colisión fortuita.

Como mucho, se concede el atenuante del estado de locura y así no importa que el tipo, antes de asestar su última y mortal cuchillada, elevara su mirada al cielo y se encomendara a Alá -que Dios lo perdone-. Digo que nada de eso debe tenerse en cuenta más que circunstancialmente porque habríamos de entender que el tipo era un loco. Así se soluciona el asunto, como cuando en Euskadi se decía que los de ETA mataban porque les gustaba matar y se obviaba el asunto político consistente en que mataban a sus víctimas porque eran españoles. Digo que aquí viene el loco, el loco puro aislado de todo como un accidente de salud mental, casi fruto de la estadística, de la mala suerte que quiso que matara al sacristán un poco poseído por una motivación aleatoria no compartida por nadie de la que a nadie se puede culpar, un poco como el que se le va la olla y revienta a martillazos la cabeza de su vecino al confundirlo con el Pokemon Charmander.

Así hay que entender que mató el terrorista de Algeciras sin ser fundamentalista, ni marroquí, ni musulmán, ni siquiera hombre, que por cierto es una condición que en otros casos hubiera explicado tantas cosas menos esta. Si mi hija no encuentra trabajo es por una estructura filoterrorista machista, si no me llega para comprar el pollo en Mercadona, es terrorismo capitalista, si me suben el gas es terrorismo energético, si no reciclo el plástico practico el terrorismo ecológico, pero si un tipo entra en una iglesia a matar en nombre de Alá, es mala suerte.

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