Fran Carrillo, consultor político: «Cs se suicidó cuando puso al frente a Pepe Gotera y Otilio»
El ex portavoz de Ciudadanos en el Parlamento de Andalucía cree que el votante liberal se irá el 23-J al PP, a Vox y a la nueva formación de Macarena Olona
Fran Carrillo (Córdoba, 1981), no se confundan, sigue en política. Pero ahora «tras las bambalinas». Tras su paso por Ciudadanos, ha vuelto a la consultoría política, asesorando a algunos de los personajes políticos del momento. Como su pasión por la política es sólo equiparable a su pasión por el fútbol, regala un símil: «Ahora no soy jugador, sino director deportivo, pero sigo en el juego». Con el chollo para el periodista de que ahora es «más libre» para responder.
P. – ¿Se puede hacer un análisis honesto desde dentro de la política?
R. – Siempre y cuando tengas claro los diferentes conflictos de intereses que en ella se producen. Cuando te llaman para hacer un análisis de riesgo político, o de contexto, saben que están contando con la visión de un profesional. Cuando estás inserto en la estructura de un partido, ya eres el partido, y no valoran tan bien que tu visión profesional sea disidente con el mando. Cuando entré en Ciudadanos yo tenía un conflicto de doble personalidad: sabía que había cosas que el Fran Carrillo consultor no haría, pero tenía que hacerlas por imperativo del partido.
P. – No se puede entrar en política sin perder libertad.
R. – Cuando entras en un partido pierdes libertad porque tu opinión pierde relevancia; tienes que saber cuándo darla y cuándo no, y tienes que cuidar que tu opinión no dañe el ego de determinadas personas. Eso sucede porque la estructura de los partidos no está pensada para facilitar el desarrollo de un país ni para mejorar la vida de los ciudadanos, sino para su supervivencia. Ante eso no hay principio cívico que valga. Si ambas cosas confluyen, pues perfecto, pero somo como algo coyuntural.
P. – Su descripción de un partido político se asemeja a la de una secta.
R. – La gran mayoría de partidos no lo son, pero algunos sí. Los hay que tienen feligreses, huestes ideológicas que defienden al partido haga lo que haga, y que justifican amoralidades y actitudes delictivas. Eso es propio de una secta, y de las sectas es difícil salir. Existe lo que en política se conoce como el votante cautivo, el votante intoxicado de sectarismo, el votante perdido. Es, por ejemplo, el nacionalista, que se adhiere a una causa que no tiene justificación política, moral ni histórica.
P. – Parece que plantee una dicotomía entre partitocracia o democracia. ¿Son conceptos excluyentes?
R. – Son excluyentes. La democracia que concibieron los atenienses no era la de la Edad media ni la de la democracia popular de la República Democrática Alemana. El pueblo no tiene ningún poder. ¿El comerciante decide su futuro? Ni siquiera el político que toma decisiones tiene poder sobre su futuro. Somos una ciudadanía sometida a intereses que escapan el control ciudadano. Todo está decidido supranacionalmente: el conflicto mundial está entre partidos que defienden las libertades individuales y otros que trabajan para conculcarlas, limitarlas e incluso suprimirlas. Esa es la lucha.
P. – Lo máximo a lo que aspira el votante es a elegir opciones políticas que intercedan lo menos posible en su esfera privada.
R. – Elijes hasta dónde vas a permitir como individuo que el Estado se meta en tu vida: cómo tienes que pensar, vivir, vestir, dónde tienes que educarte, qué tipo de familia tienes que formar. En función a dónde pongas los límites, ahí está la elección. Los ciudadanos tienen una ilusoria capacidad de desahogo llamada voto en la que acaba su compromiso; ahí termina su capacidad de decisión.
«No hay ningún partido liberal en España. Sólo defiende la libertad la parte más socialdemócrata del PSOE, y la más liberal del PP y Vox»
P. – Si aterrizamos conceptos, ¿qué partidos son intervencionistas y cuáles defienden las libertades individuales?
R. – Un partido que defienda todas las libertades individuales no hay ninguno, aunque a eso aspiraba Ciudadanos. En este país todo el mundo defendería antes la seguridad personal que la libertad. Es muy complicado que la idea liberal despegue. El liberalismo no se entiende. ¿Hay partidos que defiendan las libertades? La parte más socialdemócrata del PSOE, y la más liberal del PP y de Vox.
P. – Ergo, no hay un partido liberal en España.
R. – ¿Por qué si Sánchez ofrece 400 euros la alternativa de Feijóo es ofrecer otro bono? Es mi dinero, ¿por qué lo subastan? ¿Quién les ha dado permiso? Es el marco de la izquierda. En el momento en el que una persona se desarrolla económicamente, es autónoma del Estado, y eso a la izquierda no le gusta. La izquierda trabaja contra la clase pobre, por eso los grandes ricos del mundo son progres. Su sostenibilidad sociológica depende de que exista una persona esclava de su paga.
Las élites de izquierda no pasan dificultades, se alían con las grandes fortunas. Ese es el relato que hay que desmontar. Con la izquierda sólo hay ricos y pobres porque se carga la clase media. La izquierda, para alimentar el odio, el rencor, la envidia, necesita un enemigo: los ricos. Y para asustar a estos necesita su adversario. Lo que sobra en la ecuación es la mitad. Lo que sobra en esa ecuación es la mitad. Por eso se elimina a la clase media, al pequeño y mediano empresario, a costa de engordar el funcionariado. Ese relato mentiroso no ha sido combatido por la otra parte.
P. – Ahora parece más implicada en la lucha de sexos…
R. – Esto es ahí desde los años 80. Ernesto Laclau se da cuenta de que la lucha de clases ya no sirve, y que íbamos a una implantación mundial del capitalismo, hacia una suerte de menor intervencionismo. Con los avances sociales que había habido, y una clase media acomodada, la lucha de clases ya no tenía sentido. Se da cuenta de que hay que crear otro artefacto de lucha: las causas sociales. Todas las imaginables, y cada lucha necesita una víctima y un verdugo.
P. – ¿Esa hiperfragmentación se le ha ido de las manos? Ahora hay colectivos minoritarios que están enfrentados entre sí: como el feminista con el trans.
R. – Cuando creas un monstruo irracional, este te come. La izquierda no ha vivido de cambiar la sociedad, sino de enfrentarla. Han manejado tan bien la propaganda durante años que se presentan como los adalides del progreso, cuando los datos representan lo contrario.
«Sánchez acusa de trumpismo al resto con un discurso que haría las delicias de Trump; proyecta sus defectos sobre los demás»
P. – Se dice que estas pueden ser las primeras elecciones generales que gane el centro-derecha sin que haya habido una gran debacle económica propiciada por la izquierda de por medio. ¿Hay un cambio de paradigma cultural?
R. – No hay una gran debacle depende de qué contexto se compare. El rechazo es a una persona que, de forma inmoral y autocrática, lleva intentando cuatro años construir un régimen de fidelidades. Fijémonos en su última comparecencia en el Congreso: acusa de trumpismo al resto con un discurso que haría las delicias de Trump. Atacando a la sacrosanta libertad de prensa, a la oposición, habla de asalto al Congreso… La izquierda proyecta muy bien sus defectos sobre los demás. La gente está agotada de que le quiten su forma de vida, sus raíces, su origen, de que le manipulen, le mientan, le falseen, le usen.
P. – ¿El voto antisanchista es contra el presidente o es un voto de rechazo ideológico a su proyecto?
R. – El sanchismo es Sánchez y todo lo que ha creado, es un agenda woke que procura revertir los pilares de la civilización occidental, de la cual España es fundadora, y la degradación de todo lo que hemos hecho. Fijémonos en cómo adultera nuestra Historia. Las nuevas generaciones cuando estudien la Historia estudiarán lo que ellos consideren. Si le contamos lo que pasó en la Segunda República a nuestros hijos seremos negacionistas.
Esto se hacía en las dictaduras: borrar el pasado y sustituirlo por otro. Y si la refutabas eras un peligroso negacionista. Eso quiere Sánchez. El PSOE se afana tanto en la Ley de Memoria Democrática porque todo lo que dice sobre su historia es mentira. No es lo que han contado. Está en los libros, en los documentos, en las sesiones del Congreso. Es una historia crominal: golpes de Estado, participación en dictaduras, creación de grupos terroristas desde el Estado, saqueo al Banco de España, corrupción, amenazas de muerte a la oposición… Esa es la historia del PSOE. Se inventaron el lema de «100 años de honradez» y nadie lo ha refutado.
«Feijóo debería ser valiente y fijarse en lo que le sucedió a Rajoy: el PP se arrepintió de no haber hecho lo que debía con una mayoría absoluta»
P. – Feijóo, que tiene fama de tecnócrata, ¿se atreverá a derogar el sanchismo?
R. – No lo va a hacer, pero debería ser valiente y fijarse en Rajoy. El PP se arrepintió de no haber hecho de lo que tenía que haber hecho con una mayoría absoluta. Si quiere derogar el sanchismo, que lo derogue. Todas las presiones que está recibiendo proceden de gente a sueldo del sanchismo. La trampa que le está tendiendo la izquierda a Feijóo es hacerle confundir opinión publicada con publica. Le acusan de no ser demócrata por querer derogar leyes impuestas por decreto y sin consenso social.
El de Sánchez es el gobierno más autócrata de Europa, muy por encima de otros. Si no derogas el sanchismo, eres cómplice. Ha dejado una estructura para sobrevivir fuera del Gobierno, siguiendo la teoría de Errejón. Los españoles van a abrazar que derogue la Ley de Memoria Democrática, que es totalitaria y no tiene nada que ver con las víctimas. Hay que crear una ley de reparación de víctimas que abarque todas: las de la República, las de la Guerra Civil, las de la Dictadura y las de ETA.
Ahí está la mayoría. Sánchez y Podemos han creado tal rechazo a sus leyes que su derogación sólo la va a criticar la izquierda más sectaria. Yo siempre digo: «Si buscas contentar a los que nunca te van a votar acabas perdiendo a los que siempre te han votado». Que no piense en el votante que nunca le va a votar, y que además le desprecia.
P. – ¿Cree que la entrada de Vox le ayudaría a tener esa gallardía para derogar?
R. – Vox debería entrar en el Gobierno de España si tiene un resultado que le de la autoridad moral, con el respaldo social, para condicionar ciertas políticas que, sin su presencia, el PP no adoptaría. Ciertas de sus leyes caen en el intervencionismo y en el paternalismo, como con el tema de las familias, que yo no suscribo. Pero en el tema educativo o en el tema histórico el PP necesita alguien que le apriete, aunque sea mediante un pacto de investidura. Si el PP saca mayoría suficiente debería gobernar sólo. Los gobiernos de coalición confunden a la ciudadanía sobre la responsabilidad política de las medidas.
P. – El 28M certificó la muerte política de Ciudadanos. No le pregunto como ex miembro, sino como consultor político: ¿qué mató a la formación liberal?
R. – No ha muerto, se ha suicidado por tres errores. La primera estocada fue la moción de censura. Las elecciones iban a ser convocadas al cabo del año, a lo mejor seis-siete meses, con el PP en decadencia y Ciudadanos como primera fuerza.
El segundo, cuando Sánchez dice a Ciudadanos que con ellos no va a gobernar nunca, que su socio es Podemos, y que espera la abstención en investidura, Ciudadanos no lo explica. Lo explica Rivera en el Congreso tiempo después, cuando ya ha perdido el relato. Sánchez nunca tuvo intención de gobernar con Cs porque en un gobierno con Cs el radical es Sánchez, pero en un gobierno con Podemos, el moderado es Sánchez. Además, con Cs nunca hubiese podido hacer todo lo que ha hecho.
El tercer error es poner frente a la estrategia del partido a Pepe Gotera y Otilio, gente sin visión ni capacidad política. La moción de censura mata al partido. La dirección no vio el efecto dominó que iba a generar porque no conocía la sociología electoral. Puedes cometer errores, que si tienes estructura de base te amortigua. Ciudadanos quiso empezar la casa por el tejado: gobernar España y luego asentarse. Cogobernó ciertas autonomías, pero no se visualizó que Cs gobernara. Sus últimos dirigentes hubieran estado en la calle en el segundo día en una empresa privada.
«Ciudadanos ha dicho toda la vida que es un partido útil, y que antes que el partido está el país. En el contexto actual, la urgencia del país es echar a Sánchez. Si se presentan, lo dificultan»
P. – ¿Es acertada la decisión de Ciudadanos de no presentarse a las elecciones?
R. – Sí. Ciudadanos ha dicho toda la vida que es un partido útil, y que antes que el partido está el país. En el contexto actual, la urgencia del país es echar a Sánchez. Si se presentan, lo dificultan.
P. – Quienes se muestran contrarios a la decisión de la ejecutiva, como Edmundo Bal, arguyen que dejan a un votante huérfano.
R. – Hay un votante que se va a ir a la abstención, otro al PP, y otro, en menor medida, a Vox. También hay quien votará a la formación de Macarena Olona. En su gran mayoría, esos 320.000 votos se irán a la abstención y al PP. Muchos de esos votantes huérfanos, militantes de Cs, van a votar a Feijóo como única opción para sacar a Sánchez, y en las siguientes ya veremos. Seguramente estarán esperando a que surja una opción.
P. – ¿En qué debería consistir ese nuevo partido?
R. – En las defensas de las libertades individuales y derechos de las personas. Libertad y derechos. Ahí tienes el partido. Cuando pasen las generales, el votante huérfano se planteará lo mismo: «Ya he echado a Sánchez, pero no me representa lo que hay, ¿qué hago?». Ciudadanos es una marca quemada, con una trayectoria hundida, falta de credibilidad, y sin liderazgo. Pero el espacio que representa sigue ahí.
P. – ¿Ve algún posible líder para ese proyecto?
R. – Macarena Olona tiene la capacidad social de representar el espacio de Cs; está hablando de cosas interesantes, como recuperar el sentido común. Parece que en este país te tienes que posicionar en el blanco o en el negro: ¿Por qué me tengo que ir a un extremo? La España de las trincheras que han traído Zapatero y Sánchez yo no la quiero; quiero un clima social respirable, donde la gente conviva con discrepancias.
Cuando pase el 23-J se abrirá un espacio importante de debate para representar a ese votante huérfano. Un partido que debería presentarse para gobernar, pero aspirando al 15%, para que no nos condicione la vida Rufían, Otegi ni Puigdemont. Sería bueno para España un partido de libertades y derechos que controle y amarre las veleidades paternalistas de PP y PSOE y aísle a populismos y nacionalismo. Un partido liberal.