THE OBJECTIVE
El purgatorio

Manu Marlasca: «Hay cuerpos policiales que no dan la nacionalidad del agresor a propósito»

El reconocido periodista de crónica negra explica la simpleza del mal: «Aún estoy buscando al Hannibal Lecter español»

Del primer muerto uno nunca se olvida, y no, no entrevistamos hoy a un sicario, ni a ningún asesino en serie. Es un hombre que cuenta lo que hacen los malos tipos que abundan en el mundo, los violadores, los secuestradores, los asesinos, pero que nunca los entrevistaría: «¿Para qué entrevistas a un asesino? ¿para qué?, ¿para qué se disculpe?, ¿se justifique?». Es hijo y nieto de periodistas, aunque no padre de periodistas, a Dios gracias. Manu Marlasca (Madrid, 1967) lleva desde 1988 contándonos los sucesos de este país, ahora cada tarde con Ana Rosa Quintana en Tardear. Tiene un rostro grave, pero no es un hombre sombrío. Es cortés, tajante cuando quiere, y tiene un cabreo que bordea las orillas de la entrevista. Por las redes, por los políticos, por los pajilleros del mal: «La fascinación por el mal es tan antigua como el propio mal».

PREGUNTA.- El mundo ha cambiado mucho desde que Manu Marlasca empezó a contar sucesos, pero no ha cambiado las motivaciones por las que la gente mata.

RESPUESTA.- El mundo ha cambiado un montón y los periodistas de sucesos hemos tenido que cambiar un montón. Pero los motivos por los que se mata siguen siendo básicamente los mismos. Se mata por ambición, por poder, se mata por sexo, por amor, por dinero y a veces se mata porque sí. Y eso sigue igual. El primer crimen que cubrí yo, que debió ser en 1988, era un señor que asesinó a un chaval porque le molestaba, había aparcado delante de su cochera y era un guardia civil retirado, sacó un nueve largo y lo mató en Villaverde. Y en ese caso lo mató por una discusión en un arrebato. La víctima se casaba al día siguiente, fue un drama terrible.

P.- ¿Matar es fácil?

R.- Bueno, es una cuestión de límites. Matar no es más que una cuestión de límites. Seguramente que tú y mucha gente que nos está leyendo ha tenido ganas de matar a alguien alguna vez, pero todos tenemos nuestros límites. A veces son límites morales, a veces límites religiosos. A veces el Código Penal es el único límite. Y la gente que mata se parece mucho a ti o se parece mucho a mí. Son casi exactamente iguales que nosotros justo antes de convertirse en asesinos. Y es lo que digo, es una cuestión de cruzar esa línea, de cruzar ese límite. Y se cruza con excesiva facilidad. 

P.- Hace tiempo que Manu Marlasca entendió aquello de Hannah Arendt, lo de la banalidad del mal. El mal es mucho más simple de lo que parece.

R.- El mal es mucho más cutre de lo que parece. Llevo un montón de trienios dedicado a esto de los sucesos, desde 1988, y estoy buscando todavía el Hannibal Lecter español, el asesino que pinte el Duomo o que cocine los hígados de sus víctimas y se los coma con vino Chianti, como hacía Anthony Hopkins en El silencio de los corderos. Pero no lo he encontrado, no he encontrado ningún asesino tan sofisticado, especialmente inteligente, brillante.

Es al contrario, los asesinos suelen ser gente bastante simple, bastante chabacana. Contábamos hace unos días en la radio el caso del asesino de una mujer en Jerez de la Frontera. Que la asesinó, la descuartizó, se deshizo de su cuerpo en un pozo seco. Y cuando la policía fue a registrar su casa, tenía una muñeca hinchable hiperrealista de 2.500 euros. Y era como su joya más preciada. Claro, piensas en Hannibal Lecter y piensas en este hombre y es un choque brutal. 

P.- ¿Ha hecho mucho daño el cine?

R.- Muchísimo daño para que en el imaginario colectivo se piense que los asesinos son así de sofisticados, o para que se piense, por ejemplo, que cuando un policía llega a la escena del crimen coge una mosca y dice «este cadáver lleva muertos 6 horas y 15 minutos». Reconozco que me cuesta mucho ver películas o series de criminales y asesinos. Y últimamente esto es curioso, me cuesta mucho ver true crime. También creo que estoy un poco saturado, por eso me refugio en la ficción.

P.- ¿Y cuánto le preocupa a Manu Marlasca el prestigio del mal? El que a veces tengamos esa fascinación por el mal. Siempre me sorprende que haya una cadena de restaurantes con el nombre de La Mafia se sienta a la mesa, como si en Italia hubiese un restaurante llamado ETA se sienta a la mesa.

R.- La fascinación por el mal es algo que nunca he entendido. Quizá porque llevo manejando esa materia prima, llevo conociendo el mal durante demasiados años ya, seguramente.  Y no acabo de entender esa fascinación por el mal. Por la mafia, cuando uno conoce y se da cuenta verdaderamente de lo que es la mafia y de quienes son los capos, y se dan cuenta que se parecen muy poco a Al Pacino en El Padrino, que se parecen bastante más a Paco Martínez Soria.

Totò Riina, Bernardo Provenzano, que son los dos grandes jefes de la mafia que han caído de Cosa Nostra, eran dos garrulos que estaban escondidos en sus pueblos, no salían de su casa. Cuando uno conoce a los señores de la droga, a los grandes narcos y sabe cómo viven y lo que hacen, se le va uno a la fascinación por el mal. Pero creo que la fascinación por el mal es tan antigua como el propio mal. Hay un fenómeno extremo que se llama hibristofilia, que es la gente, especialmente las mujeres que se enamoran de asesinos o de delincuentes.

En los Estados Unidos, los corredores de la muerte de algunas personas están llenos de ese fenómeno fan. A mí me espanta que se frivolice con el mal y que se utiliza con el crimen. La mafia se sienta a la mesa es un ejemplo perfecto de esa frivolización del crimen. A mí personalmente, me cuesta mucho que se haga comedia con ETA. Creo que seguramente sea necesario, pero me cuesta. Probablemente porque durante muchos años de mi carrera una vez al mes o dos veces al mes tenía que levantarme de la cama e irme corriendo al lugar del último atentado de ETA en Madrid.

«En España se vota al mal, Bildu no deja de ser la continuidad política de ETA»

P.- Escribió una vez «en España, la discreción y la mesura de los terroristas pasa por presentarse a las elecciones, ser votados masivamente y hasta ser entrevistados en espacios de prime time para hablar del ‘conflicto’». ¿En España, más que prestigio del mal, es que a veces se vota al mal?

R.- Bueno, de hecho, se vota al mal.

P.- ¿El mal está en el Congreso de los Diputados?

R.- Claro. El mal forma parte de una coalición de gobierno, el mal va a refrendar a un gobierno y va a apoyar, por supuesto, a un gobierno. Por hablar claro, para mí Bildu no deja de ser la continuidad política de quien durante un montón sembró de muerte, de destrucción, de dolor, de tristeza a todo un país entero. Seguramente no tenga razón cuando hago estas reflexiones e insisto que seguramente esté influido por todas esas escenas de atentados que tuve que ver. La primera vez que hice una información en la calle era verano de 1986 y fue el atentado de la República Dominicana.

Yo trabajaba en una emisora de radio que estaba muy cerca de allí y se oyó perfectamente la explosión y tuve que ir. A partir de eso, prácticamente el primer tercio de mi carrera tuve que cubrir los atentados de ETA. Toda esa sangre, ese dolor. Cuando he viajado al País Vasco y he visto toda la gente que se ha tenido que ir de allí, he conocido casos terribles de familias enteras destrozadas. Todavía me cuesta mucho el aceptar todo aquello como gente de paz. Y el mal se sienta en el Congreso. Y he visto, he oído declaraciones que a mí me han espantado, de un cinismo y de una hipocresía aterradora. Hay que pasar página, hay que superar el conflicto, pero yo lo que nunca voy a admitir es que se llame el conflicto a eso.

El conflicto consistía en que unos señores asesinaban, extorsionaban, secuestraban y otros morían, eran secuestrados o eran extorsionados. No hay conflicto posible. Y cuando se habla de superar, seguramente haya que superar esa etapa, seguramente haya que pasar página. Pero entiendo que a mí me cuesta mucho y sobre todo creo que no se les ha dado un papel relevante o el papel suficientemente relevante a todos aquellos que sufrieron esa violencia de ETA. Y no quiero decir que las víctimas tengan que hacer política. Yo no soy de los que piensan que las víctimas tengan que dictar normas. Hay un libro que ha publicado Mario Calabresi, el hijo de un comisario de policía italiano asesinado en los años de plomo por un grupo de extrema izquierda, en el que habla precisamente de eso. Ellos como víctimas no tienen que legislar, pero sí que tienen que ser tenidos en cuenta. 

Marlasca durante la entrevista en THE OBJECTIVE – Víctor Ubiña

P.- Cuando escribía «y hasta ser entrevistados en espacios de prime time para hablar del ‘conflicto’». Entiendo que Manu Marlasca no entrevistaría a Josu Ternera.

R.- No, no me interesa nada Josu Ternera, como casi ningún asesino, por otro lado. En este caso a Ternera lo puedo equiparar a Alfredo Galán, el asesino de la baraja o a cualquier otro criminal. Para mí es un criminal investido de objetivos políticos. Pero a mí no me interesa Josu Ternera. Me interesan mucho más los guardias civiles que se dejaron la vida para intentar acusar a Josu Ternera de los delitos de que sea juzgado y condenado en España. Me interesa mucho más qué ha sido de la vida de las víctimas de Ternera. Qué ha sido de las familias que se destrozaron, en aquel atentado, en la casa cuartel de Zaragoza, un atentado que se le intentó imputar a Josu Ternera.

P.- ¿Nunca ha entrevistado a un asesino?

R.- Sí, he entrevistado a algún asesino. Y por eso digo que no me interesan precisamente porque ¿para qué entrevistas a un asesino? ¿para qué se disculpe?, ¿para qué se justifique? No, a mí como objeto de interés periodístico no me interesa. No es una cuestión ideológica. Al final yo trato de contar y trato de hablar con la gente que le resulta de interés a mis lectores, a mis espectadores, a mis oyentes. Y si este tipo de gente no suscita mi interés, dudo mucho que suscite el interés de ellos.

P.- Desde que empezó a contar sucesos en 1988, en cuanto a la criminalidad, ¿nuestro país ha ido a peor?

P.- No, nuestro país es uno de los países más seguros de nuestro entorno, de nuestra parte del mundo civilizada. Si nos comparamos con la Unión Europea, todas las tasas, todos los indicadores delictivos de España están por debajo de la media. Hay más criminalidad en Francia, más criminalidad en Italia, mucha más criminalidad, por supuesto, en repúblicas bálticas, en Europa del Este. Sí que ha cambiado la criminalidad. El crimen organizado ya se parece muy poco a aquel incipiente crimen organizado que comenzamos a conocer en la Costa del Sol en los años 80.

 Jean Louis Camerini, el autor del secuestro de Mélodie Nakachian, creo que fue el primer criminal o el primer jefe de una banda de crimen organizado que contamos en España. Eso ha cambiado mucho. Las organizaciones ya son transnacionales prácticamente en su totalidad. Y lo que sí que ha cambiado, y en este caso sí que es para mal, es que España y concretamente una zona de España, que es la Costa del Sol, se ha convertido en un gran centro de negocio de la droga. O del crimen más que de la droga.

En la Costa del Sol se cierran los acuerdos para repartir la droga por toda Europa y esa parte sí que es verdad que se ha complicado. La eficacia de nuestras fuerzas de seguridad del Estado sigue teniendo índices muy altos, pero ahí hay un germen que es esa criminalidad organizada que tiene el poder de corromper porque tiene muchísimo dinero y que a veces nos hemos llevado algún susto de encontrárnosla ya en estructuras del Estado. Hablo de la mafia rusa, por ejemplo.

P.- ¿La policía no puede entrar ahora en determinadas zonas de España?

R.- Las ‘no go zones’. Hay muy pocas zonas en España de esas tengo que decir. Probablemente la Cañada en Melilla y el barrio del Príncipe en Ceuta, y últimamente el barrio del Príncipe menos, porque se han hecho varias operaciones. Alguna zona de Alicante.  Pero no son zonas como en Francia, para que la gente lo entienda. Si alguno ha visto a BAC Nord, es una película francesa donde se habla de esas zonas en Marsella. En España la policía hace acto de presencia, aunque sea para hacer una operación puntual, con lo que cuesta.

Lo que yo sí que creo que se ha degradado, y probablemente lo que tú estás diciendo sea consecuencia de esto, es el principio de autoridad. Cuando yo conocí los poblados gitanos que había en Madrid, los poblados chabolistas, que eran focos de delincuencia también y de tráfico de drogas, te hablo de los 80, uznco la heroína mataba a miles de personas y se vendía en esos poblados y en esos poblados había verdaderos guetos y verdaderas fortificaciones para evitar la presencia de la policía. Si pasaba algo grave en esos poblados y, por ejemplo, había un crimen, la policía se presentaba en el poblado, hablaba con el gitano de respeto, con el patriarca y le decían: «Mañana por la mañana tú y el autor de esto en comisaría». Y el gitano de respeto se llevaba al autor y lo presentaba en comisaría. Había un principio de autoridad que alcanzaba a todas las capas.

El problema es una falta de principio de autoridad y el hecho de que si en una de esas zonas chabolistas, por ejemplo, le tiraban una piedra a un coche de policía, todos los policías se bajaban hasta encontrar al tipo que había tirado la piedra.  Y además me lo explicó muy bien un inspector jefe: «Si dejamos pasar esa primera piedra, no pasará mucho tiempo hasta que nos lapiden a nosotros mismos. Cuando te tiran una piedra hay que demostrar quién manda». Y ese principio de autoridad es el que se está quebrando.

«Aún estoy buscando al Hannibal Lecter español»

P.- ¿Por algún motivo?

R.- Porque la sociedad ha quebrado ese principio de autoridad. Cuando yo iba con una nota del profe en la cartilla a casa, iba aterrorizado. Ahora el que va aterrorizado a su casa es el profesor, si pone una nota porque el padre va a presentarse. Se ha quitado el principio de autoridad de los profesores, de los padres, de los médicos. Se ha quitado al principio de autoridad de todo. Es un problema de la sociedad, no sólo de la delincuencia.

P.- Hay una parte de la población que habla mucho en redes y critica a los medios de comunicación en lo referente a los sucesos, porque argumentan y se lo traslado, que si una presunta violación o un presunto asesinato lo comete una persona extranjera se le da menos bombo que si lo hace una persona española. ¿Manu Marlasca qué le diría a esa parte de la gente?

R.- Voy a hacer un previo a todo esto. Las redes sociales son ese sitio en el que la opinión de un catedrático de Derecho penal vale lo mismo que la de un borracho, porque no se discrimina. Las redes son el sitio donde uno, confortablemente, con el culo puesto en su sofá calentito, se permite juzgar el trabajo de los que están en la calle trabajando. Ya sea periodista, ya sea policía o ya sea lo que sea. Yo cuando hay una agresión sexual, hablo por mí y hablo por mis equipos, a mí me interesa saber todo de esa agresión sexual.

¿Quién ha sido la víctima?, ¿dónde se ha producido?, ¿qué ha ocurrido realmente? Si la víctima tiene 15, 19, 30 o 50 años y el agresor, ¿es uno, son dos? Si es de Cuenca, de La Rioja. Si es de Argelia o si es de Marruecos. Y yo lo cuento, y a mí nadie me ha obligado a no contar la nacionalidad de un agresor. Me consta que ese problema existe. Me consta que hay cuerpos policiales que, a propósito, hurtan ese detalle de la nacionalidad.  Pero, ¿por qué? Pues porque hay quien siempre va a utilizar políticamente eso.

Yo cuento lo que hay, como decía Graham Green en El americano Impasible, yo sólo soy un reportero, nada más. Un personaje de la novela de Green dice: «Si quisiera ser comprendido, comprender, escribiría editoriales y creería en Dios. Pero yo sólo soy un reportero». Y soy un reportero que no emite opiniones y sobre todo no hago juicios políticos. Si un violador argelino en Alicante agrede a una mujer española, yo cuento que es un violador argelino.

Mi problema no es quien luego, por razones espurias y por las razones que mueven a los políticos, emplea esa violación para hacer una causa general contra la inmigración o contra los argelinos. Eso no es mi problema. Me debo acercarme a la verdad lo más posible, sabiendo que la verdad absoluta es muy complicada de lograr. Pero yo intento acercarme todo lo honradamente que puedo.

P.- ¿Le cabrea? Cuando Manu Marlasca comenta un dato y los políticos de cualquier signo lo utilizan para su causa.

R.- Por supuesto, probablemente de la gente que haya pasado por aquí por El purgatorio, sea el que tiene la opinión más baja de los políticos, de todos, sin distinción. La altura de los políticos de este país, hay quien dice que nos lo merecemos, me cuesta mucho creer que nos merezcamos lo que hay. Yo voto de vez en cuando, no voto siempre y voto por lo que yo considero emergencia nacional. Cuando hay que echar a alguien de la política, voto. Últimamente he votado, y no daré más detalles, pero finalmente lo he hecho para echar a gente de la política con cierto éxito. 

P.- ¿Le molesta cuando se habla de casos mediáticos? 

R.- No, es una realidad, hay casos mediáticos y ya está. Y hay casos mediáticos porque tienen lo que yo a veces llamo la tormenta perfecta. Tiene incertidumbre, una víctima con la que es muy fácil empatizar, un recorrido más o menos largo, no demasiado largo tampoco. Y ese cóctel da resultados. Afortunadamente, los casos mediáticos existen solo para los medios. La Policía, Guardia Civil trabajan con el mismo rigor los casos mediáticos que los que no son mediáticos. Aunque cuesta creer esto, pero es así. 

Marlasca en el plató de THE OBJECTIVE – Víctor Ubiña

P.- Al final parece un poco superfluo hablar así en esos términos, pero es que son unas historias tremendas, tremendamente adictivas para el público, y entendemos que después de eso hay un dolor y una persona.

R.- Pero es real. Muchas veces se habla del morbo, de todo eso, yo creo que no es así. Te voy a poner un ejemplo. ¿Cómo no vas a empatizar con los padres de Álvaro Prieto o con el padre de Diana Quer? Cualquiera puede empatizar, cualquiera puede sentir que está en ese mismo lugar. Los sucesos, de lo que nosotros hablamos, es de la fragilidad de la vida, de lo frágil que es todo, de cómo se te puede partir en dos la vida.

Porque tu hijo no coge el tren que tenía que coger y se intenta subir a otro o pasa lo que pasa a Álvaro Prieto. O porque tu hija se va de fiesta y se retrasa algo más y se cruza con una bestia como José Enrique Abuín, como el asesino de Diana Quer. Y con eso es muy fácil empatizar. Yo puedo admirar la vida de Amancio Ortega, pero me va a costar mucho empatizar con él.

Puedo aplaudir hasta rabiar a Luka Modric, pero me cuesta mucho ponerme en el lugar de Luka Modric. ¿Pero cómo no te vas a poner en el lugar de un padre que ha sufrido una tragedia de ese tipo? Y por eso los sucesos interesan, por eso, y porque te recuerdan lo frágil que eres y lo frágil que puede ser tu vida.

P.- En el caso de Álvaro Prieto, con toda la polémica que hubo con las imágenes de TVE, me surgió un debate interno y se lo quiero trasladar. Al mismo tiempo en que nos escandalizamos por esas imágenes, hemos normalizado por completo ver cadáveres de niños, hombres y mujeres en Gaza. ¿Qué se debe hacer entonces con las imágenes de cadáveres?, ¿hay víctimas de primera y víctimas de segunda?

R.- Hay víctimas que están cerca y víctimas que están lejos.

P.- Depende de la geografía. 

R.- Sí, esto es así. Aquel niño, Aylan se llamaba, aquel que apareció en la playa, se reprodujo su imagen hasta la saciedad. A mí no me gusta, vengo de trabajar durante 11 años en un semanario como Interviú que durante muchos años publicó fotos muy duras. Y yo un día hice un reportaje en el que hablaba del asesinato de un abogado que había sido asesinado en Madrid, estaba ilustrado en la doble página de apertura con una foto muy dura, muy explícita.

Era el cadáver del abogado o la mitad del cuerpo fuera del coche, todavía no se había levantado el cuerpo. No había llegado ni siquiera a la comisión judicial. Publicamos esa foto, Luis Rendueles y yo firmamos el reportaje y nos llamó la familia, nos hizo una reflexión que yo aprendí. Hasta cuando uno muere asesinado, tiene derecho a su privacidad y su intimidad, y creo que así debe ser en todos los casos.

TVE cometió un error que podíamos haber cometido todos y además pidió disculpas públicamente y ya está. Y el problema es que todo el mundo ahora se siente con el derecho de juzgar el trabajo de los demás y el trabajo de los periodistas más. Y por lo tanto se hizo un linchamiento a los compañeros de Televisión Española cuando cometieron un error.

P.- Sobre el asunto de las teorías conspiranoicas, cosa que ya pasó con el reciente caso de Álvaro Prieto. Personas que cuando sale la verdad judicial, la verdad que ha investigado la policía, que han dictado los jueces, no es la verdad.

R.- Porque no coincide con la suya exclusivamente. 

«No entrevistaría a Josu Ternera, me interesan mucho más la vida de las víctimas de Ternera»

P.- ¿Manu Marlasca qué relación tiene con todos esos conspiranoicos o gente con teorías alternativas? 

R.- A mí me han dado entre fuerte y flojo los conspiranoicos. Las verdades judiciales son exactamente eso, verdades judiciales. Es decir, las sentencias para la gente que no lo sepa tienen varios apartados, uno tiene antecedentes, otro tiene hechos probados y fundamentos jurídicos. Y el fallo. En eso que se llama hechos probados, se trata de establecer esa verdad judicial. Y se trata de establecer con todas las herramientas que da nuestro Estado de derecho, se elabora con todas las pruebas, con todos los testimonios, con todas las periciales. 

¿Tenemos un sistema perfecto? No, tenemos un sistema imperfecto como todos los sistemas. El nuestro es imperfecto y tiene agujeros por los que se cuelan de vez en cuando indeseables. Pero de ahí a pensar que hay una especie de mano negra que maneja todos los hilos y que es capaz de organizar una matanza como la del 11 de marzo con la anuencia de no sabe muy bien de quién y con la colaboración de no sabe muy bien quién y que es capaz de matar a todos los que estaban en el piso de Leganés y de paso llevarse por delante la vida de Javier Torrenteras, del policía que murió. O es capaz en el caso Alcasser, de ocultar durante todos estos años a un fugitivo, Antonio Anglés. Y además rodaban snuff movies que nunca nadie ha sabido ver. Hay grandes conspiraciones que están sustentadas en pequeñas verdades que son muy atractivas, pero yo soy muy poco conspiranoico.

Marlasca, periodista de referencia de la crónica negra en España – Víctor Ubiña

P.- Manu Marlasca es un periodista que se relaciona con jueces, con fiscales, abogados, que cree en nuestro sistema judicial y penal. Vivimos momentos dispares, con aquello del lawfare, el poder político intentando juzgar a los jueces. ¿Cuánto le preocupa estos movimientos de parte del poder político de desacreditar a la justicia? 

R.- Mucho. Antonio Muñoz Molina tiene un libro maravilloso que se llama Todo lo que era sólido, en el que habla de cómo hemos como estamos intentando cuestionar todo lo que era sólido. Y la mayor solidez de nuestra democracia no es el Parlamento donde hay una banda de gente que, como digo, no creo que nos lo merezcamos. Ni son los políticos la verdadera columna vertebral de nuestro sistema es el sistema judicial. Y poner en cuestión el Estado de derecho, poner en cuestión el estamento judicial, además con basura del calibre de que todos los jueces vienen de clase alta. Es una verdad mil veces repetida.

Se trata de cuestionar a los jueces y por tanto vamos a iniciar la guerra de clases contra los jueces. Y decimos que todos los jueces son de clase alta. Conozco jueces que trabajaban de camareros mientras se dejaban los ojos opositando, por ejemplo. No uno, sino unos cuantos. Y nuestro sistema judicial, que es imperfecto, por supuesto, pero está formado por profesionales que han sido la garantía durante muchísimos años de la calidad democrática de nuestro país.  Yo recuerdo todas aquellas voces que decían que Urdangarín nunca se sentaría en un banquillo. Urdangarín se sentó en un banquillo, Urdangarín fue condenado y Urdangarín ha estado en prisión. Y se decía que ni siquiera se iba a sentar en el banquillo.

Hay un montón de políticos que han pasado por la cárcel. José Barrionuevo estuvo en la cárcel, Rafael Vera estuvo en la cárcel y hay políticos del Partido Popular que están en la cárcel también, que han pasado por la cárcel. Y eso es salud democrática. Nos la ha dado el sistema judicial. Hablo de jueces, hablo de fiscales y hablo de la administración de justicia entera. Que tiene muchos defectos, por supuesto, pero para mí los profesionales de la justicia son la última frontera contra los intentos de muchos políticos de arremeter contra todo lo que era sólido. 

P.- Hay quienes hablan, incluso desde el Gobierno, de la justicia machista. 

R.- (ríe) Creo que cuando tú intentas derribar algo y no lo quieres derribar desde los argumentos, desde la razón, sino que lo quieres derribar con mentiras que repites una y mil veces como esa, como la justicia heteropatriarcal que no sé muy bien a cuento de que viene. Cuando se habla del «Código Penal de la Manada», que les condenó por 15 años a cada uno de los miembros de la Manada por su execrable crimen, por su delito.

15 años de prisión, hay homicidios que se saldan con bastante menos pena que esa. Y no voy a hacer justicia comparativa de todo a 100, como hacen ellos, por cierto, los que cuestionan eso. Ya está, el «Código penal de la Manada» ajustó el comportamiento de esa gentuza a los tipos penales. Entonces porque hubo un voto particular, un voto particular no marca a toda la justicia como heteropatriarcal. La justicia tiene que ser justicia, sin ningún apellido más, tiene que ser justicia.

Y me consta que la inmensa mayoría de los que se dedican a impartir justicia son gente honrada y gente honesta que trata de hacer su trabajo lo mejor posible y que trabaja con las herramientas que les hemos dotado, el Poder Legislativo les ha dotado con un Código Penal, con una Ley de Enjuiciamiento criminal y es con lo que trabajan. No trabajan para el servicio ni para los intereses de nadie.

P.- Por cerrar, que el director de la Guardia Civil o de la Policía Nacional no pertenezcan al cuerpo, ¿esto es algo normal?, ¿debería ser así?

R.- Bueno, yo creo que al final tanto en la Policía como la Guardia Civil debajo del director general, hay un DAO, un director adjunto operativo que sí que es un policía, es un comisario principal en la policía y es un general de la Guardia Civil. Y son los verdaderamente ejecutivos, los que tienen la potestad ejecutiva.

El director general es la dirección política de la Policía o de la Guardia Civil. ¿Se ha trabajado a veces con una sensación o se ha tenido la sensación a veces de que ese otro general ha trabajado más para el político nombrado que para el cuerpo? Sí, ha pasado, es un mal por el que hay que pasar. Y sin embargo, te voy a decir algo que igual sorprende, pero estamos viviendo una época en la que tanto en la Policía como en la Guardia Civil la dirección política ha dejado trabajar bastante bien a los directores adjuntos operativos.

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