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Política

Unai Sordo estrena el 'sindicalismo de conciertos' con camiseta y zapatillas

En CCOO ha llamado la atención la forma de vestir de su secretario durante la firma del aumento del SMI y el peligro de una deriva naif de la central sindical

Unai Sordo estrena el ‘sindicalismo de conciertos’ con camiseta y zapatillas

El secretario general de CCOO, Unai Sordo; la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz y el secretario general de UGT, Pepe Álvarez | Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)

Érase un vez un sindicalismo que lucía americana y corbata, y dirigentes comunistas que no querían mostrar un mal aspecto delante de ningún interlocutor, fuera ese un opositor político o un gran empresario. La cuestión era de dignidad y de honrar el cargo de quien ejercía de portavoz de miles y miles de trabajadores o aspiraba a modificar el curso de la historia. Ahora los tiempos han cambiado. Y de la corbata y la americana (a menudo gris, no vamos a engañarnos) hemos pasado a la camiseta con motivos musicales y las zapatillas deportivas con aire de quinceañero.

Durante la firma en el Ministerio de Trabajo del aumento del SMI el pasado martes, el outfit propuesto por el líder de Comisiones Obreras, Unai Sordo, nada más y nada menos que el heredero de los Camacho y los Gutiérrez, ha sorprendido a unos cuantos en su propio sector. Las cosas cambian, sin duda. Aunque el concepto de elegancia no lo ha hecho tanto. Y queda la pregunta: ¿es conveniente ir a una sede institucional como si se estuviera en un concierto, si el objetivo es, y de eso es mejor no dudar, honrar el cargo de defensor de los derechos de los trabajadores? 

Los más veteranos recuerdan que Marcelino Camacho y también Santiago Carrillo hacían de su vestimenta una cuestión de imagen primordial. Célebres eran las imágenes de Camacho (que solía lucía jersey de lana) con corbata durante los encuentros con el rey Juan Carlos y en el Congreso («Cuando iba a negociar, lo hacia con traje», recuerdan en Comisiones Obreras). En los países cercanos y en las demás organizaciones de izquierdas tampoco se debatía sobre ello. Seriedad y sobriedad. Luciano Lama, Enrico Berlinguer, Georges Marchais… por no hablar de los mandamases de la Unión Soviética y hasta de Fidel Castro, que pasaba al traje todas las veces que la ocasión lo requería.

Santiago Carrillo con Marcelino Camacho en el Congreso de los Diputados.

La formalidad en la vestimenta era sinónimo de compromiso, fidelidad, esperanza y lucha. Antonio Gutiérrez, secretario general de Comisiones hasta 2000 y exdiputado del PCE iba siempre impecable. Y lo sigue haciendo. Sus compañeros cenaron con él recientemente y dan fe de ello. Nicolás Redondo, recién fallecido y que llevó a UGT a enfrentarse al partido del que en teoría ejercía de correa de transmisión, era algo más austero. Pero sería difícil imaginarle firmar pactos de Estado con unas Converse y una camiseta del Primavera Sound.

Diseño a modo de ‘collage’

¿Qué le ha pasado entonces a Unai Sordo para que el pasado martes decidiera acudir al Ministerio de Trabajo con deportivas Vans «con un diseño a modo de collage» y camiseta? ¿Es posible que el acuerdo sobre el aumento del SMI hasta los 1.080 euros, una medida que no querían la ministra Nadia Calviño ni los empresarios, pero que Sánchez acató en pleno caos del sí es sí, sea ennoblecido por el secretario general de la principal central sindical española con un outfit por debajo de la boda de un amigo o de una gala de televisión? ¿O es que nos encontramos ante un cambio de estilo planificado para rejuvenecer la imagen de una organización que, digámoslo sin miedo, no atrae mucho a los jóvenes? 

Marcelino Camacho y Antonio Gutiérrez en 1999.

El pasado mes de julio, Sordo acudió a la presentación de Sumar en Madrid, la plataforma que impulsa Yolanda Díaz y que Comisiones apoya con convicción. En esta ocasión, el sindicalista acudió con ropa muy informal. Pero era julio, la temperatura rozaba los 40 grados y delante de la ministra había miles de simpatizantes. Ahora la pregunta es si vale lo mismo la presentación de Sumar en una explanada donde dan sus recitales grupos musicales, de danza y cuentacuentos que un pacto de Estado en una sede institucional. Máxime porque en esas mismas horas del pasado martes el presidente reivindicaba en el Senado la subida del SMI como prueba sagrada del compromiso feminista del Ejecutivo.  

Debilitar la imagen del sindicato

En Comisiones Obreras sostienen que el líder Unai Sordo no fue siempre así. Recuerdan su «gran labor» en el País Vasco, en un contexto muy complicado, pero donde el sindicalista dio prueba de su habilidad negociadora, según explican desde su propia central sindical. «Cuando iba a hablar con el lehendakari, lo hacía bien vestido», afirman desde Comisiones Obreras. También en el sindicato se comenta el temor a que acudir a una sede institucional en camiseta y zapatillas pueda convertir a toda la actividad sindical en algo «naíf», que acabe debilitando la imagen de la central.

El secretario general de CCOO, Unai Sordo; la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz y el secretario general de UGT, Pepe Álvarez

«En las empresas Comisiones sigue teniendo peso, pero en la sociedad a nadie le importa qué opina el sindicato, y nunca hay que olvidar la forma en estas cosas. El hábito sí que hace el monje, quien diga lo contrario miente», comentan miembros del sindicato en Madrid, donde recuerdan que su secretario representa a más de un millón de afiliados y miles de sindicalistas. Algunos centran el cambio de su líder en el pasaje del País Vasco a la capital.

«La derecha decía que los de izquierdas eran pobres y sucios, y por eso nuestros dirigentes se vestían bien. Era una cuestión de dignidad personal y para dejar claro que tenían que escucharnos, porque dábamos importancia a lo que hacíamos», añaden estas fuentes. En Comisiones Obreras recuerdan que el cambio de Sordo siguió la onda del líder de la UGT, Pepe Álvarez, aunque culpan al entorno del secretario general por no avisar de una deriva que califican directamente de «folklórica».

Visto lo visto, queda esperar que los nuevos tiempos nos ahorren ver a un líder sindical en bermudas y chanclas en la Moncloa o en el Ministerio, si el clima lo permite. Si la cuestión va de renovar la imagen sindical, quedan muchas dudas sobre la estrategia empleada. Y si el asunto orbita alrededor de encrucijadas personales y los años que pasan inexorables, quédense con que en las instituciones, que son la casa del pueblo, es aconsejable intentar estar a la altura, al menos en las formas. En las fábricas, los restaurantes, el transporte y la oficina los trabajadores siguen cumpliendo protocolos. No estaría mal que sus representantes, si de eso va la cosa, no lo olviden.

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