'Algunos hombres buenos': la historia de ocho víctimas de la ley integral de violencia de género
Quico Alsedo publica un libro en el que desgrana las vivencias de ocho hombres a quienes las denuncias falsas de sus exparejas les arrebataron a sus hijos
Rafael, Sergio, J., Daniel, Carlos, Pedro, Alejandro y Francesco son ocho hombres que «fueron monstruos sin serlo». Inocentes sentenciados por la sociedad y a quienes les arrebataron aquello que más querían: sus hijos. Esa es la premisa sobre la que transcurre Algunos hombres buenos, el último libro del periodista Quico Alsedo, que se ha propuesto recopilar sus vivencias «no con un fin ideológico, político ni partidista». La obra es una «reivindicación de la figura paterna» por parte de un autor, también padre, que ha acompañado en el sentimiento a estas «víctimas» de la ley integral de violencia de género.
Daniel soñaba que se ahorcaba; a Pedro le gritaban «pederasta» en el bar; los hijos de Francesco ya no sabían si él les había pegado o no; Rafael Marcos, quizá el más mediático de todos, fue acusado de maltratador públicamente por la ministra de Igualdad, Irene Montero, que fue también la impulsora del indulto a su exmujer, María Sevilla, condenada a dos años y cuatro meses de prisión por sustracción de menores.
Son ocho casos, pero ni mucho menos todos. Son ejemplos paradigmáticos de una realidad que, lamenta el autor, «una parte de la sociedad no quiere ver». «Me siento a contracorriente porque parte de la sociedad se niega a ver esto», confiesa. Y es por eso que calibra cada palabra que sale de su boca: «No quería hacer un libro ideológico, político ni partidista, sino que quería acercar a la gente que no se crea que esto sucede a estas historias. Quiero contarle la historia de estos hombres a aquellos que creen que esto no pasa o que es una cosa minoritaria».
Es cierto que el porcentaje oficial sobre denuncias falsas, que es el que facilita cada año el Consejo General del Poder Judicial, es ridículo (0,01%), pero Alsedo figura entre quienes defienden que esta cifra no es representativa de la realidad. «Cualquiera que haya pasado por la puerta de un juzgado de familia sabe que en los pleitos de familia constantemente se usa esta carta [la denuncia falsa]. Las cifras del CGPJ son las que son porque los hombres no van a denunciar por denuncia falsa, sino que se quieren quitar de encima problemas: la Justicia no es gratis y con un abogado de oficio no puedes denunciar eso».
La ley integral de violencia de género
La ley integral de violencia de género, que entró en vigor en enero de 2005, ha ayudado a proteger a muchas mujeres que sufrían violencia, pero también a arruinar la reputación, y la vida, de hombres inocentes que fueron acusados sin pruebas del peor crimen posible, abusar sexualmente de sus propios hijos, y a quienes la Justicia finalmente tardó años en darles la razón. Sin reparación ya posible. Por eso Quico Alsedo sostiene que «estos hombres también son víctimas», y en ese doble reconocimiento se fundamenta el libro.
«Por un lado, no se les cree por ser hombres, por el mantra de que hombre y maltratador son sinónimos. Además, les perjudica la violencia que otros hombres sí ejercen contra las mujeres, y que empuja a creer a las mujeres ciegamente. Sin embargo, las mujeres retratadas en este libro son en realidad agentes de quienes niegan la violencia machista. El uso ilegítimo por parte de unas pocas resta credibilidad a las muchísimas mujeres que sí sufren abuso. E incluso beneficia a quienes niegan la violencia de género», narra en el libro.
Es un deber del periodista señalar el problema, pero no lo es plantear la solución. Por eso Alsedo se limita a subrayar que «hay una presunción de culpabilidad que sirve en algunos casos, pero que también alienta deshonestidades». Añade: «Yo no tengo la fórmula mágica, pero me da la sensación de que la norma entra a regular algo bélico. Hasta ahora, ellas eran las que morían, pues ahora que se jodan ellos. Quienes la pergeñaron quisieron causar un mal menor en los hombres para proteger a las mujeres».
El origen del libro y la censura
La concepción del libro nos remite a 2019. En agosto de ese año, él y su compañero Pablo Herraiz dieron una importante exclusiva: un informe de los servicios sociopsicopedagógicos italianos retrataba a Juana Rivas, que había alejado durante años a sus hijos de su padre, Francesco Arcuri. «La conducta de la señora Rivas es gravemente perjudicial por reiterarse en denunciar malos tratos, la total negación de que esas denuncias causan sufrimiento a sus hijos y la incapacidad de salir del rol de víctima de violencia, que impide que se cuestionen los efectos que sus actos tienen hacia sus hijos», señalaba el informe.
«Hasta entonces ella era la víctima», recuerda el periodista, que habla de «un punto de inflexión en la opinión pública española», pero también en su trayectoria profesional. «Vi el enorme potencial del tema de los secuestros parentales, que son sobre todo maritales, y empecé a recibir un caudal de hombres afectados. Todo se aceleró mucho cuando Pablo Herraiz y yo entramos fuerte a destapar Infancia Libre. Eso elevó todo exponencialmente. Empecé a recibir aún más mensajes de hombres perjudicados por el funcionamiento de la Justicia, y a los que se les había alejado de sus hijos injustamente. Una cascada».
Pero no fue hasta mayo de 2022 que se decidió a plasmar todas esas historias en una obra. La esfera de los libros fue la única editorial dispuesta a abordar un tema tan incómodo para la corrección política como este. «Mi idea original era hacer un proyecto audiovisual sobre la historia de Arcuri, pero no encontré a nadie que pusiera dinero: ni plataformas ni productoras. Nadie se quería meter en ese lío, pero todos me admitían que era una buena historia. Desesperado, propuse a La esfera un libro y me lo aceptaron, pero con la condición de que hiciera algo más amplio».
La censura que ha experimentado el periodista en la concepción del libro no ha hecho sino prepararlo mentalmente para el silencio con el que algunos medios de comunicación y espacios televisivos pueden recibir su última obra. «A los periodistas con los que converso se lo tengo que explicar preventivamente. Les cuento de qué va el libro, pero inmediatamente después les matizo que yo no niego la violencia machista. Parece que tuvieras que pedir perdón». Él, adelanta, no lo va a hacer.