Nervios en el Gobierno y el PSOE por la irrupción de Bildu en plena campaña electoral
Miembros del Gobierno destilan malestar, se muestran a la defensiva y reconocen: «Claro que nos cuesta colocar nuestros temas».
El Ejecutivo destila malestar y nerviosismo por el cisne negro que ha supuesto la irrupción de la polémica de Bildu en la campaña electoral. De la misma forma que el Gobierno pasó del silencio al ruido, ha transformado ahora su incomodidad inicial en enfado y frustración porque el PP consiga estirar el asunto de las listas electorales de la formación proetarra. Fuentes de Moncloa califican de «infame» esta «instrumentalización del terrorismo» que, auguran, no les dará ningún resultado. «Se han pasado de frenada. Siempre recurren a esto cuando van a perder las elecciones, no hay derecho», denuncian desde La Moncloa.
Sin embargo, la nula rentabilidad electoral del PP que prevén los socialistas no es óbice para que la polémica haya hecho mella en el estado anímico del Gobierno y el partido. Ministros y dirigentes socialistas evidenciaban este miércoles su notable enfado porque este asunto haya reventado su estrategia de campaña. De nuevo volvieron las carreras y las evasivas ante las preguntas de la prensa y los pocos que contestaban lo hacían mostrándose a la defensiva y reflejando su enfado por este asunto.
La ministra Pilar Alegría aseguró que «hemos sido suficientemente claros y contundentes. Las listas nos parecen indecentes, pero también nos parece indecente el uso que está haciendo el PP de esta cuestión. No hay campaña electoral donde el PP no saque de nuevo a ETA». Su colega de Transportes, Raquel Sánchez, añadió: «Ya hemos contestado a eso». Y la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, visiblemente molesta, zanjó la cuestión en la misma línea después de que María Jesús Montero evidenciara la consigna gubernamental de no entrar más en un asunto que «ha dejado suficientemente claro el presidente».
Se consuelan con los ‘trackings’
En Moncloa y Ferraz confían en que el PP no consiga estirar más el asunto de las listas de Bildu, que «no tiene más recorrido» y puedan aprovechar los diez días que restan de campaña electoral para fijar el marco argumental sobre la gestión del Gobierno y sus futuros anuncios, y cambiar así el clima de opinión antes de acudir a las urnas. Pero más allá del deseo de «seguir con nuestra campaña bonita» que expresa el Gobierno, sus ministros admiten abiertamente: «Claro que nos está costando colocar nuestros temas».
Pese a todo, Gobierno y PSOE se consuelan con los trackings. Los sondeos internos revelan que el tema de ETA «no perjudica» a las perspectivas de voto socialista. Los sondeos internos que se analizaron el pasado lunes en la reunión de maitines en Moncloa apuntan a una subida de PSOE y Podemos, pero también de Vox. Así explican fuentes socialistas a THE OBJECTIVE la «sobreactuación» del PP: «¿Por qué crees que Vox está tan callado? ¿Dónde está Abascal? El PP le hace el trabajo sucio en la campaña y Vox no necesita ni hablar». Un argumento al que se suma la supuesta división que percibe el Gobierno en las filas populares y que, a su juicio, «alimenta a Vox»
Elemento «cohesionador del socialismo»
«Les ha salido mal. Se están dando cuenta de que se les acaba», explican estas fuentes en referencia a la campaña del PP, que evidencia que «no tienen nada más con lo que ir en la campaña. No tienen proyecto. Es muy burdo». Una estrategia que, recuerdan en Moncloa, no es nueva, y ya experimentaron en 2007 con la huelga de hambre de De Juana Chaos: «El PP lo utilizó hasta la náusea y no les funcionó». El ‘todo vuelve’ también es extrapolable a las listas con las que las formaciones herederas de Batasuna han concurrido a las urnas en los últimos años: «Con el PP gobernando, Bildu también incluyó a terroristas en las listas. Es indecente pero es legal y no es nuevo», señala un dirigente socialista a este periódico.
Los socialistas obvian la importancia del contexto y la normalización política lograda por Bildu en esta legislatura a cambio de la gobernabilidad nacional. Evitan el trazo fino y, con brocha gorda, consideran que es imprescindible «pararle los pies al PP» como hizo este martes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Senado. «No podemos tolerar siempre estos ataques del PP». Lejos de aceptar que esto enfanga la campaña, en el núcleo duro de Pedro Sánchez se felicitan porque sirve de «elemento cohesionador del socialismo» que necesita un golpe en la mesa ante las acusaciones de la oposición y una dosis extra de memoria. «Hay que poner al PP frente al espejo, mostrarle cómo ha instrumentalizado el terrorismo. Y esto no desmoviliza a los nuestros». Más bien al contrario, en Moncloa y Ferraz sostienen que el único perjuicio electoral podría sufrirlo el PP por la fuga de voto hacia su vaso comunicante, Vox.
En el puesto de mando de la campaña socialista expresan su «tranquilidad» con el devenir de la campaña y confían en la recta final. A diez días del 28-M, el quirófano demoscópico de Moncloa y Ferraz sostiene que están en condiciones de mantener «prácticamente» todo su poder territorial. La única excepción sería La Rioja: «Es donde está más difícil, admiten. A partir de ahí, «hay partido» en Aragón y Baleares, aunque con riesgo. Y tranquilidad y confianza en sus bastiones en Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Extremadura, donde confían en reeditar sus mayorías absolutas. Según Ferraz, en Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, estará por encima del 40% de voto, un porcentaje que «el PSOE no puede alcanzar por sí solo», motivo por el cual le permiten «ciertas licencias», como ser el único de los barones que se ha atrevido a cuestionar la línea oficial respecto a Bildu: «Con los asesinos de ETA, ni a la vuelta de la esquina», dijo ante Sánchez el pasado fin de semana en un mitin en Puertollano.