El 'caso Garzón' y las elecciones gallegas abren un debate en Sumar: ¿ha muerto el 15-M?
La herencia del 15-M amenaza con convertirse en una losa para el futuro de los dirigentes que surgieron del movimiento
Sumar sabe que el 18-F es una cita peligrosa con las urnas. La formación que capitanea Yolanda Díaz se medirá en el territorio donde, al menos en teoría, debería ser más fuerte. Díaz empezó su carrera política en Galicia, y su experimento con Anova lo que es considerado para muchos (incluso para ella) como el laboratorio de Podemos. Díaz descubrió a un joven Pablo Iglesias. Le entregó parte de su campaña electoral en 2012, que resultó exitosa. El todavía asesor de Izquierda Unida (y director de un modesto programa televisivo en un canal local de Madrid) apodó a su amiga La Syriza Gallega. Eran otros años. Ahora, aquel hechizo de masas parece desvanecido. Y entre esa caída y lo que ocurrió esta semana a Alberto Garzón, en Sumar se multiplican las voces que sentencian: «El 15-M ha muerto».
Sumar tiene una objetiva dificultad a sacar en la región natal de su lideresa un 5% de votos. El partido ha tenido incluso que plantear una campaña fuera de las fronteras gallegas, con reuniones de Díaz con el Papa y algunos proyectos después abandonados de difusión de su mensaje en Argentina. Todo para llegar a esos 60.000 o 70.000 electores que garantizarían entrar en el parlamento autonómico. Con una dificultad añadida: Podemos compite con su marca y puede arañar un puñado de votos clave. De no salir los números, se espera para el día siguiente una batería de reproches y ataques que sentenciarán la división de la izquierda alternativa al PSOE.
Sumar sabe que juega con fuego. Un pinchazo en Galicia puede condicionar su imagen de cara a las europeas de junio. Para el 18-F, los territorios clave serán la provincia de Pontevedra y la de Coruña. Allí es donde, según las fuentes consultadas de Sumar y también del BNG, los de Díaz intentarán salvar los muebles. Para los estrategas de Sumar es suficiente un escaño para decretar el acto de defunción de Podemos.
Un lobby que seduce a Sumar
Argumentarán que han superado las zancadillas de los de Iglesias, Montero y Belarra, y mejorado la cifra de 2020. Entonces el entorno de Galapagar filtró a la prensa que el fracaso de Unidas Podemos fue culpa de Díaz. La gallega se enteró, negó la mayor (habló de campaña diseñada en Madrid) y empezó la desavenencia personal con Montero. Ese escaño sería una venganza respecto a todo lo que ocurrió en estos años. Pero al mismo tiempo la confirmación de que la izquierda ha vuelto al camino del cainismo y la irrelevancia. Todos bajo el paraguas de Pedro Sánchez, quien manda por la vía de los hechos también en ese lado de la orilla.
El fichaje frustrado de Alberto Garzón para la consultora de lobby Acento, con contratos con el sector del futbol, farmacéuticas y hasta Marruecos, ha sacudido por otro lado los cimientos de Sumar. Las fuentes consultadas activas en Madrid creen que la polémica no afectará al partido de Díaz, pero despierta preocupación que una empresa de lobby liderada por el socialista Pepe Blanco pretenda penetrar e influir en Sumar, y que piense de poderlo hacer.
La simple idea angustia a los más puros de este frente. En Podemos, de hecho, se frotan las manos y señalan la soledad a la que Díaz ha condenado a Garzón. Le sugieren que se vengue y cuente toda la verdad sobre la salida de la gallega de su partido en 2019. La tesis es la de siempre: Díaz es una oportunista que ha traicionado a todos aquellos que la han aupado al poder, desde Beiras hasta Iglesias y ahora Garzón; y Sumar una formación interesada solo en los sillones y no en la ideología.
Cuestión moral, ¿todavía?
El affaire Garzón y las escasas esperanzas de Díaz de entrar en el parlamento gallego ofrecen argumentos para los que creen que la larga década del 15-M ya ha terminado. El movimiento que surgió en Madrid en el mayo de 2011 dio pábulo al nacimiento de Podemos y a una nueva generación de políticos. Todos ellos aplicaron técnicas de comunicación importadas de América Latina (y en parte de las campañas de Obama); acuñaron el lema del pueblo contra la casta, y se erigieron en dueños de la moral y la ética frente a una clase dirigente a la que tacharon de corrupta.
Con Podemos surgió Ciudadanos, y ambos están ahora a punto de desaparecer del mapa político. Es por ello que incluso en Sumar se mueve una corriente que quiere decretar para siempre el fin del 15-M. El espejo y las exigencias heredadas de aquel movimiento resultan ahora más bien incómodas. Díaz y sus principales estrategas, entre ellos Íñigo Errejón, prefieren hablar de políticas públicas que de moralidad de la izquierda. La cuestión moral, por decirlo con Enrico Berlinguer, interesa menos que el mantenimiento de cuotas de poder con las que, al menos en teoría, «cambiar la vida de los ciudadanos».
Hasta el nombre de Julio Anguita, invocado por los morados, escuece en algunos sectores de Sumar, pues su beatificación política es desfavorable a los intereses de la nueva clase dirigente de Sumar. En Cataluña los más críticos con el nacionalismo asisten sorprendidos a la promoción de Jaume Asens. En IU temen que sus líderes malvendan el partido a Sumar con tal de garantizarse poder y sillones. La época de la épica parece olvidada. Hasta Díaz habló en su momento de buscar una vía neolaburista para reflotar el espacio de la izquierda alternativa al PSOE. El giro ideológico puede ser copernicano.
El fin de la épica
Algunos referentes políticos y mediáticos de Sumar ya esbozan la idea de que el 15-M ha terminado, y que hace falta encontrar nuevos estímulos. Así lo concluyen fuentes de este movimiento, que reconocen que Podemos intentará hacerse intérprete de la pureza de la izquierda, para señalar las contradicciones de Sumar en su trabajo gubernamental.
Política fiscal, gasto en defensa, política exterior, macroinfraestructuras…todos elementos que los morados aprovecharán para atacar a Sumar. Y sostienen que en las redes sociales han empezado a alentar tesis alternativas. Errejón reivindica la importancia de gobernar y también del «rearme ideológico», pero bajo nuevos postulados. Elizabeth Duval, integrante de la ejecutiva de Sumar, habla del 15-M como un «pacto que se rompió», para añadir: «En su naufragio vivimos». En ese peculiar amarcord del 15-M, algunos sectores de este partido concluyen que las grandes batallas éticas se han revelado demasiado utópicas, y que hay que volver a hablar de gestión y reformismo.
La herencia del 15-M, en definitiva, amenaza con convertirse en una losa para el futuro de los dirigentes políticos que surgieron de aquel movimiento. Y lo ocurrido a Garzón, con la incapacidad de reciclarse en el sector privado (aunque sea con una «puerta giratoria» de la que había aborrecido durante años), se convierte en paradigmático. De ahí que, entre la irrelevancia de la izquierda alternativa al PSOE y lo ocurrido con el exlíder de IU, hay estrategas y miembros de Sumar que avisan de que el mensaje del 15-M ya es caduco y que hasta es oportuno enterrarlo. Habrá que buscar otra fuente de inspiración, aunque no sea una tarea fácil si de verdad se pretende marcar un nuevo ciclo.