Celaá lleva gastados ya 750.000 euros para adecentar su residencia oficial en Roma
La exministra acelera las mejoras en el palacio Monaldeschi cuando sus antecesores apenas tuvieron dinero para ello
La embajadora española ante la Santa Sede, Isabel Celaá, ha disparado el gasto en obras en el emblemático edificio que sirve de Embajada y residencia oficial. En total, más de 750.000 euros en el imponente palacio Monaldeschi, la legación diplomática permanente más antigua del mundo, desde que se produjo su llegada a Roma hace dos años.
El mencionado palacio ubicado en la Piazza di Spagna necesitaba mejoras estructurales fruto de su singularidad arquitectónica, pero entre los diplomáticos sorprende que Celaá siga acaparando todas las reformas desde que se instaló en Monaldeschi cuando sus antecesores apenas tuvieron dinero para ello en el pasado.
El Consejo de Ministros aprobó el pasado 27 de febrero la declaración de emergencia para contratar las actuaciones, obras y servicios necesarias en los salones de los Cardenales y de los Obispos por un importe de 496.972,18 euros (IVA incluido). Celaá comunicó a la Subdirección General de Asuntos Patrimoniales del Ministerio de Asuntos Exteriores su «preocupación» por el avanzado estado de «deformación» de los artesonados de ambos salones «que pondrían en peligro la propia estructura del inmueble». Por ello, solicitó que se adoptasen «de manera urgente las medidas necesarias para su solución».
Dicho y hecho. El Ejecutivo dio luz verde a las modificaciones mediante el procedimiento de emergencia que permite el artículo 120 de la ley de Contratos, con el que se agilizan todos los trámites administrativos. Moncloa justificó la premura para «evitar que el deterioro acelerado de los elementos estructurales del inmueble ponga en riesgo tanto la propia integridad del inmueble como del personal que desempeña sus funciones y reside en el mismo».
El deterioro del edificio al que se alude ya había sido advertido por varios embajadores que precedieron a Celaá, pero ha sido ahora cuando se han acelerado las obras con ella de inquilina. Además, la exministra de Educación y antigua portavoz con el primer Gobierno de Pedro Sánchez, ha indicado en una carta dirigida a algunas personas que le habían preguntado por la interrupción de los actos culturales que se desarrollaban en la representación diplomática, que los cambios incluirán un tercer salón, posiblemente el del Trono, según desveló recientemente la web especializada The Diplomat in Spain.
El palacio Monaldeschi acoge, además de los servicios de la Embajada española, las dependencias de la vivienda de la embajadora y del número dos de la representación diplomática. También cuenta con estancias para que se puedan hospedar los Reyes o miembros del Ejecutivo que viajen a Roma para audiencias en el Vaticano. Según la carta de la embajadora, las últimas obras durarán hasta el mes de mayo.
El Gobierno ya desembolsó en dicha legación más de 250.000 euros en los últimos meses de 2022, coincidiendo con los festejos por los 400 años del llamado Palacio España. Nada más llegar Celaá a la Ciudad Eterna se acometió en marzo de ese año la reforma de un ascensor por un montante de 111.186,77 euros (IVA incluido). La empresa adjudicataria fue la italiana Idl Elever, según la documentación que aparece en el Portal de Transparencia.
A finales de agosto se aprobó la restauración de seis alfombras antiguas por 44.364,53 euros (IVA incluido) y que tenían «un importante valor histórico y de representación institucional que, debido al uso continuado, requieren de varias intervenciones, con el fin de garantizar su buen estado de conservación», según precisó Exteriores en los pliegos de la licitación.
El último de los contratos de 2022 apareció en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el 20 de octubre. Consistió en la reforma de la instalación eléctrica de la Embajada por 98.000 euros. Un contrato adjudicado también a la italiana Ecotecno Restauri en el que se acometieron trabajos de cableado, instalación de accesorios eléctricos y conductos de baja tensión.
Los trabajos de mejora en la residencia oficial que ocupa Celaá contrastan con los gastos que tuvo su predecesora, la diplomática María del Carmen de la Peña. En noviembre de 2011, poco antes de ceder el testigo a la exministra, hubo «trabajos correctivos en las instalaciones de seguridad de la cancillería y la residencia» por valor de 3.142,9 euros, que se sumaron a otro contrato similar en mayo de ese año para el «mantenimiento preventivo y correctivo» de las mismas en ambos sitios por 18.110,38 euros. Además, aquel verano se procedió a la restauración de nueve reposteros por 9.970,4 euros, por lo que la suma de las tres adjudicaciones apenas superaron los 30.000 euros.
El nombramiento de Celaá como embajadora ante la Santa Sede fue recibido por parte de un buen número de diplomáticos de Exteriores como una falta de consideración hacia estos últimos. En primer lugar, por su condición de política ya que este gremio de la Función Pública lleva mal el intrusismo. Pero, sobre todo, por la edad de la exministra de Educación.
Los 72 años que tenía Celaá en el momento de su nombramiento son un umbral prohibido para los diplomáticos, cuya jubilación obligatoria como funcionarios es a los 70. Una situación que les lleva a ser cesados en la mayoría de los casos el mismo día de su aniversario, por lo que es una fecha muy sensible para este colectivo. En especial, por las décadas de trabajo al servicio del Estado que dejan atrás.
Además, los primeros meses de la exministra en Roma estuvieron envueltos en varias polémicas. En junio de 2022 circularon por las estancias vaticanas y los despachos del cuerpo diplomático en la capital italiana todo tipo de comentarios maledicentes ante el espectáculo de música callejera y sábanas blancas con el que Celaá dio inicio a los festejos por los cuatro siglos del palacio Monaldeschi.
Ante la atenta mirada del enviado del papa Francisco, el cardenal Lorenzo Baldisseri, y del subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores, Luis Cuesta, el grupo musical romano Brama realizó una especie de danza pagana al ritmo de los acordes del Bolero de Ravel con la que se quiso representar, en palabras de Celaá, la sensación de «fiesta y celebración a pesar del momento dramático que estamos viviendo». Una alusión, en aquel momento, a la guerra en Ucrania.
En realidad, la ceremonia musical dejó atónitos a los presentes, muchos de ellos turistas que se encontraban en la Plaza de España, uno de los sitios más bellos de Roma, y que se toparon en el exterior de la Embajada de España ante la Santa Sede con un espectáculo sonoro y visual más propio de los rituales del solsticio de verano que cada año se celebran por estas fechas en el monumento megalítico de Stonehenge. Una recreación que provocó bochorno entre algunos miembros de la legación española ante la solemnidad que se esperaba para este acto en una efeméride de estas características. El malestar llegó a oídos del departamento de Albares.
Poco antes de ese acto, Celaá se quejó en el Instituto de Historia Eclesiástica de España en Roma por el estado de la enseñanza en nuestro país. «¡Qué mal está la enseñanza de Historia en España! Veo los libros que hay y me sorprendo de lo que leo en ellos». Las palabras de la exministra resonaron entre las paredes del singular edificio como una admonición, sin que ninguno de los distinguidos invitados moviese un músculo de la cara ante las sorprendentes palabras.
La embajadora de España ante la Santa Sede hizo esa confesión cuando no había pasado ni un año del acto en el que cedió la cartera ministerial a Pilar Alegría tras pasar tres años al frente del departamento de Educación. Los presentes tuvieron la sensación de que Celaá se lavaba las manos ante la controversia en la que se ha visto envuelta su sucesora sobre el contenido de los libros de texto.
En 2023, la exministra recibió un aluvión de críticas en redes sociales por la vestimenta que llevó en el velatorio del papa Benedicto XVI. En una imagen junto a la Reina Sofía y el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, ambos de riguroso negro, ella apareció con un abrigo beige, medias color carne y zapato marrón. Algo que llamó la atención y levantó decenas de críticas por saltarse el protocolo.
La polémica del atuendo no fue la única que protagonizó la actual embajadora ante la Santa Sede. En la recepción a la delegación española que asistió al sepelio de Ratzinger, Celáa también se saltó el protocolo y rompió el luto vestida con una chaqueta morada y un pantalón blanco. En estas ocasiones, el blanco solo puede ser usado por las reinas católicas, que son tres: España, Luxemburgo y Bélgica. Y el color rojo está prohibido. Las imágenes de la recepción mostraron como Celaá fue la única representante española que no vestía etiqueta de color negro. De nuevo, la reina emérita y Bolaños vestían de riguroso luto, como dictan las normas protocolarias.