Caza

El Príncipe Harry, de cazador a protector de animales

El Príncipe Harry, de cazador a protector de animales

Este sentimiento por la preservación animal contrasta con la tradición cazadora de la familia británica. El pasado mes de febrero los tres príncipes -Carlos, Guillermo, Enrique- inauguraron unas jornadas en Londres sobre protección de especies protegidas, y unos días después acudieron a un coto privado para cazar.

Quizás lo que sobran son humanos

Viendo las imágenes, creedme que siento vergüenza de la especie humana, incluso de esos pobres niños que observan la escena desde una valla o se suben a lomos de una ballena muerta para celebrarlo. A mí se me revuelve la conciencia, y las tripas también.

Moby Dick se cuela en la Encíclica

Al Papa le preocupan las ballenas, cómo no, así como los guanacos con cuyo cuero los gauchos trenzaban las cuerdas de sus boleadoras. Pero más le preocupamos los hombres, el milagro natural que –de una manera u otra- preferimos maltratar, matar de ciento en ciento, tantas veces al amparo de la Ley, tantas veces ante los ojos, los oídos y la boca tapada de ese tinglado de incompetentes llamado Naciones Unidas.

Desafortunados compañeros

¿Lo hacen en nombre de la tradición? ¿En nombre de algún dios? ¿De la supervivencia o la biodiversidad? Importa bastante poco el motivo final esgrimido por el que se asesina con superioridad, crueldad, alevosía y premeditación a otro ser vivo.

La ciencia como excusa

La ciencia como excusa

La caza de ballenas está prohibida en todo el mundo desde 1986. Fue una decisión drástica tomada por la comunidad internacional como única manera de evitar la extinción de este cetáceo, tras décadas y décadas de masacres sin control.

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