En el memorable comienzo del primer capítulo de The Knick (que recrea la vida de un hospital en Nueva York en 1900), el doctor Thackery habla en el funeral de su mentor, que acaba de suicidarse tras el enésimo fracaso en su intento por practicar con éxito una cesárea. Ante una audiencia deprimida de familiares y amigos dolientes, el cirujano pronuncia una inesperada oda al progreso: “Vivimos en un tiempo de infinitas posibilidades, se ha aprendido más sobre el tratamiento del cuerpo humano en los últimos cinco años que en los últimos 500. Algunos túneles se caerán, algunas presas serán anegadas. Nuestros corazones se pararán, pero nosotros, los humanos, lucharemos por unos latidos más en la batalla antes de rendirnos”.
Y ante otro nuevo caso de pederastia me obligo a preguntarme por qué se da con esta frecuencia estos casos en la Iglesia… ¿Los pederastas se hacen curas o los curas se hacen pederastas?
Stop ebola pide un niño con un cartel. Que paren este infierno, quiere gritar esa inocencia diminuta que desde que llegó a la vida solo ha visto muerte. Porque esto no para, y si sigue así (por ahora nada parece apuntar a lo contrario) esta criatura habrá vivido más años en el infierno que en el cielo.
A Patarroyo no le pudieron comprar, aunque con las ofertas que recibió podrían haber vivido a lo grande varias generaciones de su familia.