«Los datos son oro puro en manos, por ejemplo, de las aseguradoras a la hora de establecer primas ante las que el usuario no tiene margen de negociación y restringiendo su capacidad de elección»
«Nuestro conocimiento no se divide entre lo absolutamente correcto y lo radicalmente errado; existen también cosas que se colocan entre un extremo y otro, y basta con que algo se aproxime a lo correcto para poderlo a menudo aceptar»
Este puede ser un año de elecciones en España y será un año de elecciones al Parlamento Europeo, las primeras desde que conocemos los efectos perniciosos de los bulos y su expansión a través de bots y propaganda automatizada.
Me enfrentaba yo estas navidades laicas sin mucha fe, como es normal, pues son laicas y nada tienen de navideños los centros comerciales ni las publicidades televisivas ni las promesas que cada negocio exhibe estos días en sus escaparates. Era tarde y el cielo se oscurecía como la cara de alguien que se preocupa. Como esta Europa. Acababa de desactivar mi cuenta de Facebook después de tres años “enredado”, harto de haberme convertido en un producto literario, cómplice de la endiablada maquinaria de la sociedad trasparente.
El pasado lunes Facebook inauguró una sala muy especial en sus oficinas. La compañía de las relaciones, la amistad y los likes, parece querer asumir su responsabilidad en la contienda política global construyendo un centro de operaciones contra la manipulación de los contenidos colgados en su red.
El sur de la bahía de San Francisco alberga la sede de algunas de las empresas tecnológicas más conocidas del mundo, rodeadas de miles de organizaciones más pequeñas que se afanan por emular el éxito de los gigantes digitales.
A mí lo único que me interesa de la ropa es lo que encierra: la desnudez. El mundo de la moda me parece una de las mediocridades mejor premiadas por esta civilización pusilánime, acojonada, sin discurso, que se atrinchera en escudos estéticos porque le cuesta sudor y sangre desarrollar personalidad propia. Algunos iluminados han descubierto que con un par de plumas sobre el cráneo y una falda mordisqueada uno puede fingir que no es insignificante.
Por lo que respecta a la mentira, quizás el tiempo la pondrá en su lugar. Pocos se creen ya, por ejemplo, la publicidad en televisión. De que por comprarse un vehículo nuevo se conseguirá a la chica que aparece junto a ese modelo cuatro ruedas. Para ello, no obstante, es más importante que nunca el papel del periodismo y su constricción a la veracidad de los hechos.
La política –liberal, conservadora o progresista – ha tenido siempre como uno de sus atributos más nobles la capacidad de abrir el horizonte de los ciudadanos, llevándolos de lo particular a lo común. Los partidos necesitaban dar con elementos compartidos y llegar a acuerdos para definir objetivos y estrategias compartidas. Fuera por convencimiento o necesidad electoral, los políticos se veían obligados a reflexionar y hablar del “bien común”.