Fernando García de Cortázar: nos queda la palabra
«Nadie como Fernando sabía hablar a los más jóvenes y entusiasmarlos con la idea de seguir construyendo un país moderno y libre»
«Nadie como Fernando sabía hablar a los más jóvenes y entusiasmarlos con la idea de seguir construyendo un país moderno y libre»
El periodista y criminólogo ha fallecido a los 63 años “por una enfermedad que llevaba tiempo arrastrando”
Se nos atragantará el turrón. En quizás su última maldad en política, Rajoy ha decidido que en España se vote en Navidades. No tenemos ya bastante con las cenas de empresa encharcadas en alcohol, el atiborre de marisco, el ajetreo de las compras, las luces del árbol, el empalague de los polvorones, que ahora también tendremos que lidiar con los discursos tediosos de los políticos, esta vez envueltos en guirnaldas.
Como el sopor de las primeras horas de una calurosa tarde de verano tras una comida copiosa, recostado en el sofá, con los documentales de La2 en la tele, así es la sensación que me produce este interminable runrún del independentismo catalán y del nacionalismo en general.
El Grant County en Dakota del Norte tiene una extensión similar al de la provincia de Pontevedra, pero poco más de dos mil habitantes. Entre sus vastas planicies, sus campos de cultivo y algunas reservas de petróleo y gas se encuentra el pueblo de Leith. Veinte habitantes, diez casas, cinco familias. La vida de estas familias es un canto a la rutina y a la paz del campo. Nada pasa en Leith.
Durante los últimos meses otros muchos aylanes han muerto en nuestras costas, familias enteras ahogadas y zarandeadas hasta nuestras orillas, pero no hemos sido capaces de ver los mensajes que venían con ellas. Son relatos que nos hablan de un Damasco en escombros, de ciudades perdidas entre las bombas y la destrucción total, de cadáveres hacinados en las calles, de locos decapitando a vecinos, de hambruna y abatimiento, de huidas nocturnas sin mirar atrás.
Cuando centenares de cuerpos yacen en el fondo del Mediterráneo, cuando decenas se asfixian hacinados en camiones en Austria, cuando tantos caen rendidos en el paso por los Balcanes, los valores democráticos sobre los que se asienta Europa deberían resplandecer, ahora más que nunca, como una luminaria, como un faro que guíe con su luz a aquellos que esquivaron la muerte de dictaduras crueles y del espanto del ISIS, abriendo así sus puertas a una emigración que busca refugio, anhelante de vida y libertad.
El Sahara era un vergel. La inmensa mancha blanca y amarilla que vemos en los mapas cubriendo buena parte del continente africano era, en otros tiempos, verde y llena de vida.
En unas horas de música, las orquestas de la verbenas hacen bailar a todas las generaciones de un pueblo que se echa a la plaza año tras año, unidos por la música, la comida, la bebida, la fiesta. Para muchos las verbenas de los pueblos resultan anacrónicas, cañí, otra extravaganza más de la España de la pandereta, y seguramente tengan algo de razón. Pero debe haber algo atávico en todo esto que nos lleva a volver cada verano a bailar el Sarandonga al aire libre, en las calles y plazas y entre los vecinos que nos vieron nacer y crecer, y disfrutar y reír rodeado de los nuestros. En verano, España es un pueblo en fiesta.
Las mentes de los niños del ISIS han sido lavadas y ya nunca serán iguales. Para los líderes islamistas, estos nuevos niños, que han perdido para siempre cualquier tipo de brújula moral, son simplemente soldados del Islam, cachorros de la Yihad, la siguiente manda de tarados que sueñan con Vírgenes inexistentes y dioses irreales, pero por los que están dispuestos a matar y a morir.
Es una afrenta nauseabunda el regalo de Evo Morales al Papa Francisco, un insulto a los millones de mártires que han caído bajo los regímenes comunistas y a todos aquellos que, todavía hoy, perseguidos, ocultos, viven heroicamente su fe en las dictaduras rojas.
La última sacudida que la naturaleza me propinó fue hace unos meses en China navegando por el río Li, en el paso que serpentea entre los acantilados verticales de Yangshuo, en la región de Guangxi.
Los sesudos cambios en el fondo que proponen vienen de la mano de esos otros cambios en la forma, no ya el dejar la corbata en casa, sino el exhibir ese look cuidadosamente desaliñado.
El elefante en el hemiciclo era tan grande y tan ruidoso que poco pudimos escuchar de las propuestas del presidente, que prefirió ignorarlo y seguir con su blablablá, monótono y cansino.
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