«Ha unido o desunido, ha cambiado la manera de relacionarnos y ha descubierto las fallas también en las uniones forzadas, no solo en el ámbito privado»
«Aunque nos empeñemos en dibujarlos con tonos grises, los días de en medio son todos aquellos días descoloridos que no tienen ni tiempo ni olvido»
«Imagino que necesitamos los finales para que haya un principio, para partir el tiempo, para creer que con ese nuevo inicio podemos cambiar algo»
Antes de que enero nos catapulte al futuro con sus propósitos de comienzo de año, dejémonos juzgar por diciembre, el mes de los balances. El propósito es como una flecha que lanzamos al horizonte, que vuela por los meses y que esperamos ver, al final del recorrido, clavada en la diana. Bajar kilos, subir escalones en la carrera profesional, enderezar esa miseria recurrente que nos hace tan arduo el reflejo del espejo, la media maratón…
Ángel Garó transfigurado en el brillo de los vestidos, en la purpurina de los antifaces, en los colores de las serpentinas: no esperemos más. La noche de Fin de Año es una fiesta de José Luis Moreno pero sin José Luis Moreno ni plató de televisión, es decir, sin ficciones, sin posibilidad de huir mediante el mando a distancia: la realidad persigue, acecha, y contra ella no queda más solución que soportar, resignados, su inevitable compañía. Su galería de horrores, de horrores horteras, cuya horquilla de posibilidades va desde la ropa interior de este color o del otro, una obscenidad hablar de tales temas, hasta una cadena interminable de mensajes cursis deseando lo mejor para lo que, en el mejor de los casos, seguirá más o menos igual: nada se inaugura, nada se renueva, nada cambia. Entre tanto, queda el cotillón, que no es más que una fiesta por obligación de fiesta, o sea, una felicidad impostada, programada, previsible, artificial, una felicidad por mandato, que es algo muy triste, muy pobre.
El pavor que causa este tiempo último del año, el que obliga casi a pedir socorro con tal de salir indemne de la situación, que si la lista de los mejores libros, que si los momentos más importantes de estos meses en cada uno de los telediarios vistos, no es tanto lo que se vive como la repetición perpetua de lo que uno vive. En estos días de cuenta atrás, los cuartos, cuidado abuela con las uvas, vestidos horteras y luminosos como un cartel de motel de carretera, no pesa tanto el instante de lo que se sucede, cursis dixit, como la reiteración de lo que sucede. Despedimos el año con idéntico ritual todos los años. Agotador. Más aún cuando lo que estamos deseando es decirle adiós.
Practically all Spanish homes tune in to watch one of these shows, with family and friends holding individual bowls of grapes that have to be eaten exactly as the clock ding-dongs the old year away.
Naciste entre docenas de uvas, brindis de champagne y cotillón. Año nuevo, vida nueva, era la súplica más escuchada. El mismo deseo cada año, la misma esperanza que se repite cada 365 días.
Ni con el mejor tono deja de sonar como una impertinencia ¿quieres decir que no lo he sido en el 2014? ¿me estás llamando tonto?