Quizá haya sido el momento definitorio de la presidencia de Donald Trump, o al menos el inicio de un desenlace accidentado: le denuncian directamente por actividades delictivas desde su cargo, y su cacareada cumbre con el apestado dictador norcoreano se rompe en unos minutos cuando Kim le exige el fin de las sanciones sin aceptar la liquidación total de su programa nuclear.
El consenso -concepto de gran prestigio hace 40 años, cuando con cándido entusiasmo se pergeñaba la Constitución- plantó la semilla de la destrucción hoy en curso de la democracia y de la propia nación española, al entregarse la educación y los medios públicos de comunicación a grupos separatistas en Cataluña y el País Vasco.