Un tonto en cuatro idiomas
Puigdemont más que a poner una pica en Flandes, que es lo único pendiente que tenemos los españoles en Bruselas desde la Guerra de los Ochenta Años, ha ido a izar su cobardía por bandera. Se fue de tapadillo como un preludio del esperpento. Ayer al fin dio señales de vida. Y las dio en rueda de prensa para añadir un capítulo nuevo a este ridículo internacional en el que ha convertido su cruzada particular para eludir a la justicia española. La prolongación de un ridículo que ya sólo se explica con ayuda de un psiquiatra o si hubiera vendido los derechos a ‘Netflix’ con el objetivo de lucrarse obscenamente. Porque de este onanismo independentista cada uno que saque lo que pueda.