THE OBJECTIVE
Ferran Caballero

Un privilegio raro

«Los indultos llegan en un momento en el que en Cataluña ya no son posibles ni la ilusión ni la bronca y en el que, por lo tanto, sólo es razonable esperar resignación y decadencia»

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Un privilegio raro

NACHO DOCE | Reuters

Se ha indultado a asesinos, traficantes, golpistas y terroristas, de estado y de lo contrario. Se ha indultado a mucha gente muy bestia, pero no me consta que se haya indultado a nadie en contra de su voluntad. Estos indultos son, serían, serán, en cambio, un privilegio raro que se concede a quien dice no quererlos para que no hagan algo que tampoco podrían. 

Que no los quieran, como dice Cuixart, será postureo pero es normal, porque lo cierto es que en su condición de víctimas basa el independentismo buena parte de su éxito electoral y la práctica totalidad de su retórica política. No se pueden permitir una libertad en según qué condiciones, y lo saben.

El independentismo[contexto id=»381726″] tendrá la tentación de tomar el perdón por permiso y de considerar como punto partida lo que el gobierno querría que fuese punto de llegada; un pasar página con abracito ante las cámaras como el que se dieron el otro día el ministro Iceta y el preso Cuixart. Será un problema, pero es un problema menor. El independentismo ha entendido mejor de lo que puede permitirse reconocer que la independencia unilateral y pacífica es imposible y que la violenta o la pactada, pues también. 

Y por eso, mientras España entera se debate sobre la procedencia o la indecencia del indulto, en Cataluña la CUP okupa la sede de Esquerra horas después de darle la presidencia de la Generalitat. Y lo hace para responsabilizarla de unos desahucios de los que, evidentemente, no tiene la menor culpa. Se está formando una extraña pinza entre la izquierda que gobierna España y la que desgobierna Cataluña para devolver al independentismo institucional a la realidad o, si más no, al realismo. Y favor que les hacen, además. 

Como demuestra la comprensiva parsimonia con la que Aragonès se dirigió a sus socios y sin embargo okupas, favor que le hacen a Esquerra, que estaría encantada de poder dedicar una legislatura entera a tomar medidas del Palau mientras le va dando la razón a la CUP, prometiendo acciones decididas contra los desahucios y feminizando el himno de Cataluña y lo que convenga. Y favor que le hacen a Junts, que podrá seguir manteniendo un tono siempre un punto más alto que Esquerra en la cuestión indepe mientras se va reencontrando poco a poco con ese espacio ideológico al que abandonó hace años y que se muere de ganas de recuperar un poco del viejo caloret faller que se siente cerquita del poder y del diner.

Por eso me parece que se discute mucho la conveniencia de los indultos y muy poco su utilidad. Todos parecen darla por supuesta, sea para destruir España sea para salvarla, mientras más bien parece que sólo son útiles como catalizador de un proceso que lleva ya algún tiempo en marcha. Es un proceso al que el PSOE llama a veces de reconciliación, porque no quiere decir mucho, y del que sólo habla él, porque los reconciliados lo viven con la comprensible vergüenza del derrotado que recibe, encima, el humillante perdón del todopoderoso y sin embargo magnánimo enemigo. De esta situación, de estos indultos, sólo puede sacar algún rédito el PSOE porque sólo el PSOE puede atribuirse el mérito. Que el Supremo y Cuixart se nieguen a los indultos no hace más que afianzar esta posición y esta lógica.

En cambio, los indultos llegan en un momento en el que en Cataluña ya no son posibles ni la ilusión ni la bronca y en el que, por lo tanto, sólo es razonable esperar resignación y decadencia.

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