En la playa de Benalmádena este final de julio todo parece pensado para ser visto y expuesto a los demás. Desde la pequeña terraza de la habitación del hotel puedo ver la hilera de rocas a unos veinte metros de la orilla a la que no dejan de acudir bañistas para subirse a ellas casi en un acto de proclama y, una vez allí, quién sabe, puede que algún familiar desde la sombrilla les tome alguna fotografía.
Hay un cierto halo de misterio que envuelve a los hackers. Si yo fuera hacker haría un llamamiento a los colegas para destapar a este sujeto y ponerlo a disposición de la justicia. La dignidad hackeriana lo exige.
Cuando oigo lo de pues que no se hagan fotos guarras de boca de quien sea me hierve la sangre. ¿Si me hago una foto desnuda me merezco que me la roben y la publiquen? ¡Lo que faltaba!
Una actriz puede salir desnuda en una película o posar para una revista y estoy en mi derecho de visualizarla, pero ver unas imágenes robadas, hechas para una pareja, me hace sentir más sucia por dentro.