El debate sobre el “relator” o mediador para una posible mesa de negociación de los partidos catalanes (que en realidad no incluye ni a PP ni a Ciudadanos, este último el partido que ganó las elecciones en Cataluña) ha provocado un terremoto político. Por una parte, la cesión del gobierno en este aspecto es sorprendente: durante años ha sostenido que no es necesaria una mediación en la negociación entre Cataluña y el Estado, que para eso está el parlamento.
Hace seis años comenzó en España lo que se ha denominado un ciclo de politización. La secuencia es conocida. Las movilizaciones del 15M, más transversales e indefinidas, fueron dando paso a movimientos sectoriales en protesta por los recortes. Los colectivos y redes con más capital organizativo previo, generalmente de izquierdas, fueron capitalizando el descontento, aún de forma inarticulada políticamente. Partidos ya existentes como IU o UPyD crecían en las encuestas, pero no parecían en disposición de alterar radicalmente la cartelización política que convertía a España de facto en un bipartidismo.
Hasta la protección de animales, plantas y objetos provocan más solidaridad que el exterminio de cristianos